Por Christian Ruiz Varas: ASÍ CONOCÍ A ÁNGEL PARRA.

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Nota de la Redacción:
Este es un escrito, un testimonio, un homenaje sentido, más que un in memoriam.. Se trata de un encuentro humano, sencillo, entre  el artista que  nos ha dejado  y nuestro amigo Cristián, gran colaborador de Crónica Digital, quién quiso compartir con todos nosotros estas vivencias, s que  encierra también un compromiso. 
Les entregamos entonces, «Así conocí a Angel Parra». de Cristian Ruiz Varas
 
«Lo escuché desde niño, en esos viejos long play que habían quedado en casa, lo escuchaba siempre soñando y  pensando que  ese día volviese a llegar , que volviese a amanecer y que yo pudiese ser testigo  o estar ahí para ver a ese hombre  que volvería a levantarse a crecer y  ya convertido  en un gigante pusiese termino a la noche oscura. 

Me estremeció luego cuando oí «compañero presidente «,  quizás ahí comencé a comprender quien había sido Allende .

De los gratos momentos que pasé junto a mi padre rescato cuando hablaba de él, de la Peña de los Parra, de las pendejadas que hacían cuando eran niños y se subían en los carros, siempre que lo escuchaba pensaba también como habían truncado esos sueños a sus jóvenes veintitantos que tenían para el golpe . 

La prisión, la tortura nunca fue tema, en esas conversaciones nunca se habló, es como si nunca hubiese existido , como si nunca hubiera pasado. 

No recuerdo en qué año pero lo conocí  a finales de los 80 para un 18 de septiembre, cuando ya habían levantado su prohibición de volver a chile y volvía a hacer sus primeros conciertos. 

Fuimos a verlo a un sindicato a Rancagua donde actuaba ante una sala llena de obreros que lo aplaudían a rabiar, era como revivir un fragmento de la «batalla de Chile» .

 El , sencillo, sólo con su guitarra, un pañuelo de seda al cuello, era pequeñito y muy parecido con mi padre, su voz potente  hacía callar a la audiencia, cuando cantaba » pueden matarme si quieren …. pero no podrán matar…..» . No necesitaba más. 

En el camarín se abrazaban con mi padre como dos niños, yo sólo miraba , me parecía tan ajeno todo ese ambiente de gran artista que llevaba y le rodeaba, pero al mirarlos volvía a pensar cómo era posible que a estos ya cincuentones de fines de los 80 les hubiesen cagado la vida tan jóvenes . 

De pronto puso atención en mi, sentado en una mesa me preguntó quién era , cuando respondí , sacó desde el bolsillo de mi camisa el ticket de la entrada, tomó un lápiz  y casi dándome un autógrafo escribió » para mi sobrino Christian de su tío Ángel «  y dibujó un monito en el papel arrugado. Por esos días  yo era un fiel y disciplinado militante de las juventudes comunistas, su gesto me pareció petulante y casi ofensivo, yo sentía  en ese momento que ya había crecido , que era protagonista, que ya era  ese  hombre que se levantaba, que había crecido , que ya podía ser ese a quien Ángel le cantaba, no me interesaba su autógrafo . 

Nos fuimos a Machalí, con un grupo de personas que entre la producción y sus acompañantes superaban la decena. Nos sentó a su lado y durante la comida no paro de hablar y hablar de las cosas que hacían cuando eran jóvenes con mi padre, yo no les creí ninguna, pero me quedó la sensación que les hacía bien el verse, el estar juntos, ambos necesitaban reconstruir ese pasado. Volvimos a Santiago cuando ya amanecía   en una Kombi, venían todos borrachos y nada dijeron en el camino , nos bajamos en el parque Ohiggins, nunca me despedí de él .  
Siempre tuve  esa historia como un accidente familiar, pues nunca me interesó y nunca estuve cerca de el ni de esa familia, menos aún cuando mi padre ya enfermó para siempre y decidí dejarlo también para siempre .  

Hace unos años estando en Paris con Manuel Garcia , el quedó de encontrarse con Angel, yo me ofrecí a llevarlo a la estación del metro, creo que era Pernety,  don Ángel, como le decía Manuel,  llegó caminando despacito, lo veíamos venir desde lejos y  lo veíamos caminar sin apuros, era su barrio por muchos años. 

Yo no tenía la más mínima intención de contarle que era hijo de su primo, pero Manuel 
me echó al agua y le contó que yo era su medio pariente . Parados en la esquina a la salida del metro que tenía un entrada como si fueses a entrar a un edificio reaccionó muy feliz. Lo primero fue preguntarme directamente como estaba mi madre, recordaba su nombre a pesar de los 40 años que habían pasado, luego reía y decía estar muy contento pues había encontrado a un sobrino en París . Lo dejé con Manuel, y también le dejé mi teléfono de Madrid. Me fui en el metro y recordé el autógrafo de Rancagua . 

A la semana, ya de regreso en Madrid , recibí su llamado telefónico, nos invitaba junto a Manuel al estreno en Casa América de la «Violeta se fue a los cielos » , llegamos tarde a la sala que está junto a Cibeles en las primeras cuadras del Paseo de los Recoletos, pero alcanzamos a engancharnos junto a sus amigos rumbo al café Gijon, ahí me presentaba a todos sus amigos como el «sobrino» que había encontrado. Para mí volvía ser incómodo , pero el estaba feliz y sentía una empatía gigante con el, aunque yo estaba más bien interesado en charlar con Joan Garces , que formaba parte del grupo y que por suerte luego de esa noche tuve la suerte de visitarlo en su despacho y hablarle. Terminada la cena sólo nos quedamos los tres, con la guitarra de Manuel  nos fuimos caminando hacia la Gran Vía y terminamos tomando vinos detrás del Teatro Real, le hablé  de como lo había conocido  en Rancagua y que me había caído mal con su autógrafo… se cago de la risa ….. luego empezó a contarme que mi abuelo Guillermo era chiquitito, pero era el mejor arquero que había visto según el, me dijo además que era Colocolino  apasionado y que eso lo unía a el en su memoria, contaba que le gustaba ir a la casa de mis abuelos que quedaba por Vivaceta o Carrascal pues esa casa era un «hogar», que los domingos se ponía un terno café claro que era el único que tenía y que se iba colgando en el carro sin pagar para ir a almorzar donde la tía «yola». 
Me mostró y habló de un mundo de mis abuelos que nunca podría haber conocido, me volvió a hablar de mi padre , conversamos sin complejos sobre relaciones familiares y reconociendo con un dejo de dolor  que mi padre estaba enfermo para siempre,  me pedía que lo buscara.  Dueño de la palabra, hablaba de Chile con pasión y cariño, era un viejo maravilloso,  pero al mismo tiempo sentí que cargaba con esa pena amarga que nunca podría olvidar.

Definitivamente lo que les hicieron no tiene perdón, quizás por eso eligió París .  

Amanecía de nuevo cuando con Manuel lo dejamos en la puerta de su hotel, estábamos completamente borrachos.

«Fue un momento de luz inolvidable «, me dijo Manuel está mañana, cuando le recordé esa noche. 
Falleció …. no sabes cómo me retumba esa noche en Madrid ….. en sus recuerdos de infancia y juventud tuve la posibilidad de acercarme a mi padre,  a los sueños que tuvieron, a la parte linda de la historia que como jóvenes comunistas alguna vez vivieron  . 
Pienso también  que ya hemos hablado mucho de nuestros dolores y que es necesario que él recuerdo sea más amable    … para así poder seguir soñando  y ver que cuando amanece el día….. aún tenemos la suerte de ser testigos …..

Por  Christian Ruiz Varas

Santiago de Chile, 16 de marzo 2017
Crónica Digital

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