La indignación por una nueva maniobra de Estados Unidos contra Cuba en Ginebra se convirtió en grito y ahora es un clamor.
Pensaban que el mundo iba a asistir impasible a su nuevo y miserable insulto a la inteligencia, que iban a consentir en silencio cómo el torturador de Abu Ghraib y Guantánamo acusaba a quienes están llevando la salud a los barrios de Venezuela, escolarizan a todos sus niños, forman becados a jóvenes pobres de varios continentes y llevan la voz de los oprimidos a los foros internacionales.
Miles de hombres y mujeres, con una trayectoria humana de dignidad y honestidad reconocida por la humanidad, le están diciendo al mundo que el criminal quiere acusar al inocente.
Sus grandes medios los quieren silenciar, las televisiones y agencias quieren esconder el manifiesto de la verdad y no lo están consiguiendo.
Cada día un nuevo colectivo social lo está recordando, una publicación alternativa lo está recogiendo, una radio y una televisión comunitaria lo está difundiendo. Y se siguen sumando hombres y mujeres al manifiesto de la dignidad.
Los de Abu Ghraib y Guantánamo van llamando a las puertas de quienes subastan su conciencia con talonarios de dólares. Organizaciones de periodistas que solo representan a quienes les pagan, e inventores de escritos de falsedades que firman quienes necesitan a los de Abu Ghraib y Guantánamo para que les paguen porque publiquen sus libros y artículos, quieren ocultar el sol con un dedo, un dedo manchado de sangre y de dólares que solo consiguen que esta se vea mejor bajo la luz del sol.
Pero no se le puede poner vallas al campo y cada día, cada hora, cada minuto, se van incorporando firmas honestas al manifiesto de la verdad que desvela la mentira de los de Abu Ghraib y Guantánamo. Y no encuentran a Caín por más que buscan por los pasillos de las Naciones Unidas de Ginebra moviendo sus fajos de dólares. Y es que el mundo ya no soporta más mentiras, más insultos, más engaños.
Hace ya tiempo que los ciudadanos del mundo ven a los cadáveres de los niños iraquíes en los billetes de dólar y cada vez quedan menos dispuestos a coger esos billetes porque sus conciencias no se lo permiten. Y cada día menos gobernantes sin escrúpulos se atreven a cogerlos porque saben que sus pueblos verán la sangre en las manos que tocaron esos billetes.
El pueblo cubano no está solo. Nos quieren comprar, buscan silenciarnos, desplazarnos de sus informativos y sus tabloides, pero nuestra voz que acusa a Abu Ghraib y a Guantánamo es ya un grito que se oye en cada rincón de la tierra. Y los hombres y mujeres de Cuba han de saber que la voz de la humanidad no es la que los poderosos quieren que se oiga en Ginebra, como tampoco se oye en el Consejo de Seguridad, ni en el Banco Mundial ni en el Fondo Monetario Internacional.
La voz de los firmantes del manifiesto de la verdad está en las casas de los hombres y mujeres honestos, en las calles humildes de América Latina, Europa y Estados Unidos, en los barrios sitiados de Iraq y Palestina, en las cárceles norteamericanas donde cinco cubanos han llevado más dignidad de la que nunca habrá en todos sus edificios oficiales juntos. Y cuando los criminales de Abu Ghraib salen de sus mansiones y despachos tropiezan con esa voz que no dejará que su conciencia descanse.
Sus dólares ensangrentados seguirán comprando falsas organizaciones que dicen que luchan por la democracia y los derechos humanos, o que exigen libertades en Cuba. Quieren para los cubanos la democracia y las libertades de Afganistán, de Iraq o Haití.
Pero los cubanos les están diciendo que Cuba no se vende y que millones de hombres y mujeres del mundo les estamos gritando a los cubanos que les necesitamos, que son nuestra esperanza, que solo entra la dignidad y la verdad en las Naciones Unidas cuando ellos hablan y que su combate es el nuestro. Sus sueños son nuestros sueños, sus imperfecciones son las nuestras y su luz es una de las pocas que nos alumbra en estos tiempos de penumbra y crimen imperial.
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