Conocida como la «revolución de los pinguinos» (por la forma de uniforme), el conflicto se le ha ido de las manos al gobierno de la presidenta Michelle Bachelet, que parece paralizado y sin rumbo ante la magnitud de la crisis, acumulada durante 16 años de sordera.
Los estudiantes reclaman un vuelco total en la política educacional, «amarrada» por el ex dictador Augusto Pinochet antes de ceder el poder en 1990, a través de la Ley Orgánica Constitucional de Enseñanza (LOCE).
Demandan además gratuidad en las pruebas de ingreso a las universidades y el transporte escolar, así como modificaciones sustanciales en el plan de Jornada Completa de Estudios, que rechazan tanto alumnos como profesores.
La jornada de protesta nacional, que incluye la paralización total de clases y manifestaciones callejeras, ya había sido anunciada desde la semana pasada, pero existía la esperanza de que el diálogo -interrumpido la víspera- hubiera podido detener la movilización.
Las tratativas terminaron abruptamente tras apenas haber comenzado por la ausencia del ministro del ramo Martín Zilic y la decisión de las autoridades de esa cartera de dejar fuera de la mesa a un elevado número de dirigentes que vinieron del interior del país.
«Es una falta de respeto. Se lo dijimos: organícense y después conversamos», afirmó el vocero de los estudiantes, César Valenzuela, en una fuerte crítica al titular de Educación que -dijo- los «invitó a casa y el no estuvo».
Para sus críticos, Bachelet desaprovechó «una preciosa oportunidad» que le dieron los estudiantes -apenas adolescentes- para avanzar en la solución de uno de los más graves problemas que enfrenta el país: la educación.
Lo cierto es que los «pinguinos», como algunos la gente les llama, le ha «agudo la fiesta» a la mandataria chilena que aspiraba a consolidar su respaldo con el cumplimiento de las 36 medidas anunciadas para los primeros 100 días de su gobierno, una parte importante ya cumplidas.
Consciente de lo que está en juego, pero reaccionado a la defensiva, la mandataria aseguró luego de la interrupción de las negociaciones que las protestas estudiantiles se convertirán en «una tremenda oportunidad» para mejorar la educación.
«Que nadie se equivoque: esta presidenta se la va jugar por la educación», insistió Bachelet, hablando durante una visita a la comuna de Navidad, 100 kilómetros al sur de Santiago.
Más tarde, el vocero de La Moneda, Ricardo Lagos Weber, ratificó que el traspié de hoy no significa el fin de las negociaciones. «Es un diálogo que seguirá adelante», insistió.
Consultado por la reunión del comité político más los presidentes de los partidos de la Concertación celebrada la víspera, el portavoz destacó que hay un consenso bastante amplio al interior de la coalición gobernante sobre la necesidad de mejorar la calidad de la educación.
Ratificando la «sintonía» del gobierno e incluso de la oposición con las demandas estudiantiles, Lagos Weber identificó como los temas a discutir con los estudiantes la LOCE, la Jornada Escolar Completa, el financiamiento de la rendición de pruebas y el tema del transporte.
Los dirigentes estudiantiles se reunieron anoche con un grupo de senadores de todos los partidos políticos en el ex Congreso Nacional que buscan contribuir a la búsqueda de una solución al conflicto, que necesariamente tendrá que pasar por el Parlamento.
Mientras, crecen las voces que piden la renuncia de Zilic. «Por Chile, el ministro debe renunciar. Moralmente está incapacitado hoy día para seguir dirigiendo esa cartera», afirmó categórico el alcalde de la popular comuna capitalina de Estación Central, Gustavo Hasbún.
Mañana, con el paro nacional de los estudiantes, será el momento más tenso a nivel educacional desde que estallara la crisis y Hasbún cree que desde ya el secretario de Estado y su equipo, incluyendo por cierto a la subsecretaria Pilar Romaguera, deben marcharse.
Santiago de chile, 30 de mayo 2006
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