Los italianos finalizaron invictos en cuatro presentaciones, por delante de Brasil, uno de los dos países de América que tomó parte en la lid, en la cual Cuba tuvo su primera y única participación mundialista.
Los brasileños, quienes empezaban a tomarse más en serio los mundiales, tuvieron en el delantero Leónidas da Silva al goleador del torneo y advirtieron sobre sus posibilidades futuras, lo mismo que Hungría y Checoslovaquia, ocupantes de los escaños tercero y cuarto.
Francia aseguró la sede en detrimento de Argentina, a quien se la habían otorgado en 1930, gracias a Jules Rimet, entonces presidente de la Federación Internacional de Fútbol.
En el Congreso de la entidad, en París 1936, el galo acabó por favorecer a sus compatriotas por delante de los sudamericanos.
Rimet pensó siempre que ese sería el último de los mundiales, o tal vez la única oportunidad de darle uno a Francia, en momentos en los cuales Europa vivía un clima bélico bien intenso con el peligro del fascismo alemán rondando todo el continente.
La lid estableció varios patrones que aún perduran, entre ellos la inscripción de 22 jugadores por equipo por primera vez y la clasificación directa del campeón del torneo anterior y el anfitrión.
También se decidió que, ante un empate, en la final se jugaría un tiempo adicional de 30 minutos y si aún persistía la igualdad, se disputaría un nuevo partido con su respectivo suplemento, aunque en caso de mantenerse se consideraría campeones a ambos finalistas.
Después de Francia los amantes del fútbol debieron esperar 12 años para ver otra vez a las selecciones nacionales en busca de un título mundial, todo por el conflicto bélico que desangró a Europa y terminó con la aplastante derrota de Hitler y las hordas nazis.
Le tocó el turno a Brasil, que lo preparó todo para alzarse con su primer Mundial, sin saber que el destino -o los uruguayos- le tenían una sorpresa preparada.
Por primera vez la asistencia a los estadios sobrepasó el millón de fanáticos y el local Ademir se convirtió en la gran figura de la competición con nueve goles.
En la fase final participaron 13 naciones y 33 se vieron envueltas en las eliminatorias, pero solo Europa (6) y América (7) enviaron equipos a Brasil.
La final en el majestuoso Maracaná, construido -o a medio construir- expresamente para el Mundial, fue presenciada por 203 mil 849 fanáticos.
Ellos vieron a su equipo ceder ante Uruguay, que alcanzaba a Italia como los dos únicos países ganadores en la historia del torneo.
Goles de Schiaffino y Ghiggia le dieron la victoria 2-1 a los charrúas, sobre todo el segundo, que enmudeció completamente al gigantesco estadio, en un episodio que pasó a la historia como «El Maracanazo».
Por: Héctor Miranda de Prensa Latina.
Santiago de Chile, 21 de mayo 2006
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