El documento, titulado Balance preliminar de las economías de América Latina y el Caribe 2006, sitúa la economía regional en el escenario económico global, con análisis de la política macroeconómica y el desempeño interno y externo.
Esta publicación anual, una de las más importantes de la CEPAL, incluye datos oficiales de los 33 países de la región hasta el 30 de noviembre, un examen del año 2006 y las perspectivas para el 2007.
Su apéndice estadístico contiene 25 cuadros sobre los principales indicadores económicos.
Santiago de Chile, 14 de diciembre 2006
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Jue Dic 14 , 2006
Pero resulta sospechoso que se publique el alza en la cotización de la democracia, precisamente cuando desde el pasado año, según la tabla de países y porcentajes incluidos en el mismo, ha bajado la tasa de los que creen en ella en Venezuela. Las argucias del Señor neocapitalismo para conducir al rebaño por donde desea, son infinitas… Lo primero que sugiere el titular es que América Latina primero creyó, luego dejó de creer y luego ha vuelto a las andadas. ¿Cuándo empezó a creer en la democracia? ¿Al mismo tiempo que Europa? ¿Quizá desde que Churchill, en 1947, eufórico por haber ganado la guerra, espoleaba a Europa con la idea de que «la democracia es la peor forma de gobierno, exceptuando todas las otras que se han probado»? Lo segundo es que está comprobado que el pensamiento único en lo socioeconómico, como la Iglesia católica no pierden ocasión de hablar como si sólo hubiera una democracia y una sola Iglesia. Pero siguen todavía vivas algunas democracias populares a las que, por cierto, en algunos países europeos que las abandonaron, aún hay muchos que, vista la experiencia de la política amancebada con la mafia, la echan mucho de menos. La apuesta de Pascal sobre la existencia de Dios: «si Dios no existe y lo creo, no pierdo nada; si Dios no existe y no lo creo, no gano nada nada; si existe y lo creo, lo gano todo; si Dios existe y no lo creo, lo pierdo todo» puede valer para la profesión de fe demoliberal. Veamos: si creo en la democracia, siendo la mejor forma de gobierno porque lo dice Churchill, lo gano todo. Pero si la defiendo, cuidaré mucho de olvidar a los caducos Marx, Lenin, Gramsci, Engels o Brecht para no agrietar el dogma de Churchill. Volviendo a la estadística del reportaje resulta que el promedio de la población latinoamericana que cree en la democracia es el 57,89% en los 19 países sometidos a estudio. ¿Qué hacemos con el 42,11% restante que no cree en ella? Y si no cree ¿es porque prefiere un sistema dictatorial?, o ¿es porque prefiere la «otra» democracia, la popular, el sistema totalitario, el comunismo como remedio para sus carencias? ¿Acaso no tiene razón el 42,11% porque el 57,89% contento con ella posee la mayor parte de la riqueza y controla ejércitos y policías, y por eso se permite presumir de ser ése el «único» modelo posible? El acuerdo de ricos y acomodados que manejan a las mayorías, ¿confiere «verdad» a un régimen político? Números, sondeos y urnas, ¿es la fórmula ideal para decidirlo todo? ¿No hay otro modo de aproximación a la solución integral? ¿La desaparición de especies y el aniquilamiento de la biodiversidad derivado de sistema de mayorías democrático-liberales también debe autorizarse por el consenso de las mayorías dominantes? Estas son las preguntas que se harían hoy los teóricos marxistas y debe hacerse cada cual. Probablemente se las hará también ese 42,11% de latinoamericanos, y por eso no desea la democracia […]