Pero resulta sospechoso que se publique el alza en la cotización de la democracia, precisamente cuando desde el pasado año, según la tabla de países y porcentajes incluidos en el mismo, ha bajado la tasa de los que creen en ella en Venezuela. Las argucias del Señor neocapitalismo para conducir al rebaño por donde desea, son infinitas…
Lo primero que sugiere el titular es que América Latina primero creyó, luego dejó de creer y luego ha vuelto a las andadas. ¿Cuándo empezó a creer en la democracia? ¿Al mismo tiempo que Europa? ¿Quizá desde que Churchill, en 1947, eufórico por haber ganado la guerra, espoleaba a Europa con la idea de que «la democracia es la peor forma de gobierno, exceptuando todas las otras que se han probado»?
Lo segundo es que está comprobado que el pensamiento único en lo socioeconómico, como la Iglesia católica no pierden ocasión de hablar como si sólo hubiera una democracia y una sola Iglesia. Pero siguen todavía vivas algunas democracias populares a las que, por cierto, en algunos países europeos que las abandonaron, aún hay muchos que, vista la experiencia de la política amancebada con la mafia, la echan mucho de menos.
La apuesta de Pascal sobre la existencia de Dios: «si Dios no existe y lo creo, no pierdo nada; si Dios no existe y no lo creo, no gano nada nada; si existe y lo creo, lo gano todo; si Dios existe y no lo creo, lo pierdo todo» puede valer para la profesión de fe demoliberal. Veamos: si creo en la democracia, siendo la mejor forma de gobierno porque lo dice Churchill, lo gano todo. Pero si la defiendo, cuidaré mucho de olvidar a los caducos Marx, Lenin, Gramsci, Engels o Brecht para no agrietar el dogma de Churchill.
Volviendo a la estadística del reportaje resulta que el promedio de la población latinoamericana que cree en la democracia es el 57,89% en los 19 países sometidos a estudio. ¿Qué hacemos con el 42,11% restante que no cree en ella? Y si no cree ¿es porque prefiere un sistema dictatorial?, o ¿es porque prefiere la «otra» democracia, la popular, el sistema totalitario, el comunismo como remedio para sus carencias? ¿Acaso no tiene razón el 42,11% porque el 57,89% contento con ella posee la mayor parte de la riqueza y controla ejércitos y policías, y por eso se permite presumir de ser ése el «único» modelo posible?
El acuerdo de ricos y acomodados que manejan a las mayorías, ¿confiere «verdad» a un régimen político? Números, sondeos y urnas, ¿es la fórmula ideal para decidirlo todo? ¿No hay otro modo de aproximación a la solución integral? ¿La desaparición de especies y el aniquilamiento de la biodiversidad derivado de sistema de mayorías democrático-liberales también debe autorizarse por el consenso de las mayorías dominantes? Estas son las preguntas que se harían hoy los teóricos marxistas y debe hacerse cada cual. Probablemente se las hará también ese 42,11% de latinoamericanos, y por eso no desea la democracia liberal
Desde luego yo comprendo a ese 42,11%, pues quien me sigue sabe que no dejo de combatir a esta chanza, a estas parodias de democracia que campean tanto en las dos Américas como en Europa…
Pero también podemos ir al principio del principio, y en lugar de tomar como referente a Churchill elegir, por ejemplo, a Voltaire. Y Voltaire dice que «la sangre de un solo ser humano no vale la libertad de todo un pueblo». Y en esa línea podemos afirmar que la vida indigna de un solo ser humano por carecer de lo básico en medio de la rapacería de los fuertes, no vale la vida regalada de la mayoría.
¿Qué es opulencia?: poseer mucho más allá de lo indispensable. ¿Qué es indignidad?: depender de la caridad y de la beneficencia, depender inexcusablemente de la voluntad de otro, de la iniciativa y de la falta de escrúpulo, del pensamiento y de la necedad de otro que decide por nosotros.
Primum vivere. Después, que se divierta el parlamento, que irrumpa la dialéctica politiquera, la charlatanería, el encontronazo permanente porque estar de acuerdo a estas democracias, basadas en el espíritu de contradicción porque sí, está claro les aburre…
¿Qué es del modelo que ensayaron otros países europeos hasta que el vendaval capitalista lo abatió con el fin de fabricar millones de consumidores indispensables para que el fogón de la máquina tractora siguiese su camino por el raíl económico, que no les permitió entrar en el último tramo evolutivo del marxismo-engeliano?
Desapareció en Europa. Pero aún queda el espíritu organizativo en un par de naciones pequeñas donde, al decir de los maledicentes de cabeza hueca, «sólo reparten pobreza», pero también en el gigante Chino: primero planificación, y luego capitalismo controlado. Esta es la receta que ha podido aplicar por su situación geopolítica el país oriental que está pisando los talones a Estados Unidos hasta en lo que más le duele: en lo económico.
Entre «nosotros» no se reparte la pobreza: se reparte la riqueza y al crecimiento no se le pone tope. Sí. Es verdad, y la mayor parte de la tarta va a parar a los adoradores del modelo. Pero si pensamos a lo grande, estirando la conciencia social hasta que abarque a esas tres cuartas partes de la humanidad a cuya costa vive el cuarto restante y el 57,89% en América Latina, llegaremos a la conclusión justamente contraria: «la democracia liberal es precisamente el más nefasto de los sistemas posibles»: para cada país por separado, y para el moribundo planeta por la deriva del agotamiento de los recursos y el implacable cambio climático ocasionado por los excesos de la democracia que a su manera exaltaba Churchill.
Por mi parte he de decir dos cosas: que estoy harto de este baile de máscaras que es la democracia neoliberal, de su televenta y de sus televendedores, y que deberíamos humildemente entonar todos juntos esta prez: No creemos en otro sistema nejor que la democracia liberal. Pero los hay.
Jaime Richart (Kaosenlared)
Santiago de Chile, 14 de diciembre 2006
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