Fueron 4 años y medio, siete torneos seguidos sin conquistar la gloria, donde se veía esquiva e inalcanzable la anhelada estrella número 30. Fueron 7 técnicos, incluyendo interinos, que no lograban dar la vuelta olímpica con los albos, ni levantarlos de una crisis que perduraba ya casi un lustro.
Pero algo cambió. Cuando Héctor “Tito” Tapia, y Miguel Riffo, ex jugadores del “Popular”, asumieron la dura responsabilidad de tomar las riendas del equipo, a finales del Torneo de Apertura 2013, dieron una grata sorpresa. Se notaba una mejoría en el andamiaje de Colo Colo: más ganas, más fútbol, más velocidad, más hambre de victorias, etc. Pero ya iban lo suficientemente bajos en la tabla, como para pelear algo más en el poco tiempo que quedaba; pero las segundas oportunidades llegan más rápido de lo que creemos, y así se venía el Clausura 2014, donde se propuso la meta de campeonar y bajar la ansiada copa.
Se hizo un buen esfuerzo por parte de los dirigentes, en traer refuerzos que garantizaran un rendimiento óptimo, lo que no se veía en Colo Colo desde el 2009. Desde el “país de la bota”, llegó un experimentado volante mixto, el “Pajarito” Valdés, desde el otro lado de la Cordillera, habiendo sido un pilar fundamental en el primer campeonato de O’Higgins, Julio Barroso; y quizás el más ansiado, Esteban “Visogol” Paredes, quien se adjudicaba el número 30 para su camiseta, es decir, con la convicción de que esta vez, la historia escribiría un nuevo capítulo a favor del Cacique.
Y poco a poco, consiguiendo buenos triunfos, y mostrando jerarquía y categoría en ciertos momentos del partido, Colo Colo se alzó como líder en las primeras semanas del campeonato, y de ahí no lo bajaron más. 42 unidades de 51 disputadas, sólo una derrota con Universidad de Concepción (curiosamente con Barroso lesionado), y con un brillo categórico y jerárquico que no asomaba en las canchas del fútbol profesional, desde aquella aplastante Universidad de Chile de Jorge Sampaoli. Un torneo redondo que coronó un estupendo rendimiento, y que re encantó al hincha colo-cololino, seguramente inculcado desde sus raíces, el amor por la camiseta alba.
Ese hincha que sufría con los magros partidos del club de sus amores, ese “torcedor” que vislumbraba como los equipos de provincia se le paraban con falta de respeto y le sacaban puntos a domicilio, porque hace tiempo, para ganarle a Colo Colo de visita, había que jugar con Buda en el arco, los dioses griegos en la defensa, las divinidades hindúes en el mediocampo, y Jesucristo como delantero centro, esperando cualquier mínima oportunidad de concretar. El reducto de Pedrero se volvió una fiesta cada vez que los 11 titulares pisaban los pastos y mostraban la convicción de que la copa se veía cada vez más cerca, y así se lo hicieron creer a sus fieles seguidores, evidenciando, que cada minuto, cada segundo del partido, no hacían más que pensar en conseguir los 3 puntos.
Y así, el conjunto más ganador en la historia del fútbol chileno, volvió a nacer, surgió de las cenizas, se hizo fuerte tras las grandes caídas, y puso el ladrillo base, para que los hinchas albos sueñen, con la construcción de otro periodo de gloria, como lo han tenido en gran parte de sus 89 años de historia.
Por Vicente Vásquez Feres, Instituto Alonso De Ercilla
Crónica Digital, 29 de abril 2014
Casi lloro. Hermoso relato.
Muy bueno!