Polémica porque busca crear controversia. Indignación porque siempre hay verdades que no se dicen públicamente por que duelen y muchos no están dispuestos a asumirlas. Respuesta por que la izquierda no sólo necesita hablar sino también ser oída y, por último, solidaridad compartida entre todos los que no forman parte de la nomenclatura dirigencial y ven con preocupación cómo hoy la izquierda se ha transformado en un barco que se encuentra a la deriva porque, lamentablemente, no tenemos capitanes que nos guíen a buen puerto.
Hace unos días, con asombro e indignación leímos como el presidente de la UDI, Pablo Longueira, anunciaba que impulsará una propuesta legislativa que permita la creación de un Instituto para la Formación Sindical en nuestro país y, de paso, comprometía a este sector de la derecha para que dicha instancia fuera financiada con fondos fiscales y así asegurar su autonomía y continuidad en el tiempo. Una propuesta notable y aplaudible. Sin embargo dolorosa para muchos porque quien lidera esta iniciativa no fue la izquierda.
En los últimos meses vemos como los conflictos sociales han proliferado en Chile producto de las esperanzas que la ciudadanía tenía en la Presidenta Michelle Bachelet. La revolución pingüina, que sorprendió a todos por su intensidad y masividad, dio lecciones de organización y claridad en sus reivindicaciones al mundo social y, nuevamente, la izquierda llegó tarde y de manera oportunista.
Otra de las denuncias públicas apuntaban al tamaño y la mala calidad de las casas sociales que se han construido durante los últimos 20 años. El reclamo, que fue absolutamente ciudadano y sensibilizó a la población por el escaso metraje de sus construcciones, tampoco encontró eco en las sinagogas del progresismo. ¿Dónde esta la izquierda organizada, no sabían que estos problemas existían?. Nuevamente los que representan a los sin voz guardaron silencio. Ejemplos como estos, lamentablemente, hay muchos y demuestran que la agenda política de la izquierda es distinta a la del pueblo.
A romper la exclusión
Es sin duda una buena frase política pero, la exclusión no sólo se rompe con el fin del binominalismo en Chile, lo que permitiría a los partidos de izquierda extraparlamentaria participar dentro de un modelo económico y social que no comparten. La exclusión no se resuelve con proyectos de ley sino que con acciones más complejas: con organización, con trabajo de base. Acaso ¿Luis Emilio Recabarren necesitó una ley que le permitiera impulsar la Fundación del Partido Comunista en Chile en 1922?, ¿Gandhi necesitó una institucionalidad en la India para crear su movimiento libertario?, ¿Lenin necesitó participar en la estructura de la monarquía rusa para hacer su revolución?. Acaso ¿el comandante Fidel Castro necesitó pedirle permiso a Fulgencio Batista para realizar su 26 de julio?. No, ninguno de ellos. Sin embargo, todos tienen tres cosas en común: convicción en sus principios libertarios, tenacidad para construir organización donde no la hay y, por último, liderazgo para alcanzar sus objetivos.
La izquierda esta inmersa en una burocracia política que obstaculiza la creación de organizaciones con cuerpo social. Esta nomenclatura ha impedido el natural recambio de cuadros y de líderes en su interior, fortaleciendo los caudillismos y la mediocridad. Esta realidad ha fomentado el alejamiento orgánico jamás ideológico- de cientos de hombres y mujeres que quieren aportar al mundo popular pero no saben dónde ni con quien. De otra manera no se entiende cómo la votación electoral de la izquierda no es reflejada en igual número de organizaciones o de militantes.
Pero, esta columna no busca entregar recetas porque los grandes temas de Chile todos los conocen. Lo que falta es trabajo, compromiso social y propuestas claras con sentido de país. Hoy la izquierda no puede pretender ser un representante del movimiento social por el contrario, tienen que ser capaz de redescubrir sus propias formas de organización que reemplace la actividad representativa por una constituyente. Por tanto, la tarea del presente es fundacional y no desde las estructuras. Los cargos no sirven si no existe base social. Los movimientos sociales no funcionan si no tienen una conducción política clara que ejerza poder al interior de la sociedad al margen las instituciones legales.
Los desafíos futuros
La izquierda y el mundo progresista organizado deben comprender los problemas sociales del presente y, ser capaces de establecer políticas de alianzas que tengan como principio la Unidad. No se pueden levantar consignas públicas contra la exclusión sí dentro del mismo sector se niega la posibilidad de construir un proyecto político común.
¿Qué pasará en los próximos meses cuando la izquierda deba definir el tipo de país que se quiere construir?. No olvidemos que durante el segundo semestre del 2006 se realizarán los congresos de la Izquierda Cristiana y del Partido Comunista, ambas agrupaciones tendrán en sus hombros la responsabilidad de no equivocarse en el análisis de la realidad nacional ya que su error podría significar un retroceso irreversible de un proyecto progresista, participativo y democrático para Chile.
Por otro lado, ¿Cómo la izquierda toda enfrenta los futuros conflictos sociales?. En septiembre es posible que nuevamente los pingüinos se tomen las calles y los liceos porque no encontraran respuestas a sus demandas en las actuales estructuras del gobierno. ¿Qué hará la izquierda?. En el mes de octubre, se realizan las elecciones de la Fech, ¿Nuevamente la izquierda estará dividida?.
El rol de los medios de comunicación
No se esta aprovechando, eficientemente, los espacios que todavía este sistema entrega. Los medios de comunicación son un arma poderosa para crear conciencia social. No olvidemos que la historia nos señala que Luis Emilio Recabarren utilizó el Despertar de Los Trabajadores de Iquique para publicar el primer programa y estatuto del naciente Partido Obrero Socialista en 1912.
Los medios de comunicación progresista deben ser el canal natural para informar la realidad de manera objetiva y veraz. Éstos deben ser un espacio de reflexión y una instancia donde se reconozcan las cosas que se hacen bien y se denuncien lo que se hace mal. Es el barómetro de nuestra conciencia y de los problemas de la sociedad. Por tanto, tiene que estar liberada de compromisos sectoriales y de grupos.
En resumen, a la izquierda le falta escuchar a la ciudadanía, le falta actualizar sus propuestas no sus principios-, deben trabajar en las bases sociales con la misma fuerza que la hizo en la década de los ´80 cuando se luchó en contra de la Dictadura y, por último, si nuestros dirigentes no están de acuerdo con estas ideas, pueden dar un paso al lado porque no serán más parte de esta historia que se ha comenzado a escribir hoy.
Por Roberto Portilla. El autor es periodista y Editor General de Crónica Digital
Santiago de Chile, 7 de agosto 2006
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