JUAN PABLO II: SE OPUSO A LA GUERRA DE IRAQ Y A LOS SECTORES PROGRESISTAS

Usó esta flexibilización del protocolo papal observado por sus antecesores para transmitir incansablemente su defensa a la ortodoxia en la Iglesia, y para unirse abiertamente a uno de los bandos de la guerra fría.

Desde el comienzo de su pontificado, su estilo provocó sorpresas: el Papa cantó serenatas nocturnas con los jóvenes a los pies de la nunciatura de ciudad de México y aplaudió danzas de los zulúes en Africa.

En sus numerosos viajes, solía expresar su aprecio por los jóvenes y, en particular, por sus compatriotas polacos.

Al mismo tiempo aborrecía la indisciplina y la confusión, sobre todo si afectaban la celebración de los ritos sagrados católicos.

Con dureza inusitada, se mostró indignado cuando en Nicaragua su misa fue interrumpida con consignas políticas. También regañó a los españoles cuando sus vítores incesantes le impedían hablar.

Un incidente similar ocurrió en México, cuando en Veracruz una multitud lo ovacionaba cada vez que pronunciaba una palabra.

Al mismo tiempo, fue el Papa que quiso depurar la Iglesia católica y corregir errores del pasado. En marzo del 2000, en ocasión del Jubileo, presidió una importante ceremonia de «purificación» en la que ofreció perdón por errores y culpas de la Iglesia en el curso de la historia, desde las Cruzadas y la Inquisición hasta el Holocausto judío.

Se negaba a «vender» la religión como un producto de supermercado, pero simultáneamente rompió todos los récords de santificación y beatificación de la historia proclamando a monjas, madres de familia, perseguidos políticos y a la primera judía convertida al catolicismo, la alemana Edith Stein.

Afirmó que no podía morir antes de canonizar al papa Pío XII, ceremonia que quedó pendiente.

Según su visión católica del cristianismo, los creyentes de hoy necesitan modelos, por lo que se esforzaba en promover en sus viajes una Iglesia anclada en las culturas nacionales, las cuales intentó defender ante la globalización de la cultura y la economía.

Asumió el papado en 1978, momento delicado para una Iglesia profundamente dividida luego del Concilio Vaticano II y debilitada por la defección de los jóvenes.

Después del estilo cauteloso y escrupuloso de Pablo VI, y del familiar e ingenuo de su predecesor, Juan Pablo I, que sólo duró 33 días en el cargo, Juan Pablo II aportó su vitalidad y enorme experiencia como opositor del nazismo y del estalinismo.

Con el lema de «no teman», pronunciado desde el balcón de San Pedro, el Papa empezó a poner en orden la casa de Cristo.

Dictó normas e impuso una férrea disciplina contra aquellos -según su criterio- que desvirtuaban el mensaje evangélico, como los seguidores de la Teología de Liberación en América Latina, impregnado de marxismo y simpatizantes de la guerrilla.

El Papa se convirtió en símbolo de la restauración, una suerte de «bestia negra» en medios progresistas occidentales, porque se oponía a la liberación sexual y al hedonismo de Occidente. En el tercer mundo, alejó sin vacilar a los teólogos rebeldes y dió espacio a los movimientos más tradicionalistas y místicos, como el Opus Dei.

De esta forma, se considera que con Juan Pablo II fueron neutralizados los sectores radicales de la Iglesia latinoamericana, es decir, los sacerdotes que abogaban por una Teología de la Liberación que acompañase el sufrimiento de los pobres.

La frase «hambre de Dios, hambre de pan», que pronunció en 1985 en un barrio populoso de Perú, ejemplifica la doble dimensión, social y religiosa, del mensaje que dejó a su paso por América Latina, dijo a Afp Luis Bambarén, cabeza del sector progresista de la Iglesia católica peruana.

Pese a que tildó a Karol Wojtyla de conservador y de favorecer la ofensiva contra la Teología de la Liberación, muy extendida en Perú desde finales los años 60, Bambarén resaltó que encarnó un equilibrio entre la parte social y religiosa» de la Iglesia.

Perú es uno de los ejemplos más claros de su oposición a la Teología de la Liberación. En dicha nación, la Iglesia católica dio un vuelco y pasó de estar dominada por sectores progresistas de la jerarquía al control de grupos conservadores.

El cardenal de Perú, Juan Luis Cipriani, es símbolo de este giro: en 2001 el Vaticano lo convirtió, a sus 57 años, en el primer purpurado de la Iglesia católica del Opus Dei.

Perú es mayoritariamente católico y a finales de la década de 1960 fue cuna de la Teología de la Liberación, que tuvo en el sacerdote Gustavo Gutiérrez a uno de sus principales inspiradores en el mundo.

El ascenso de Cipriani dentro de la Iglesia obligó a Gutiérrez a enrolarse en una orden religiosa para no depender directamente de órdenes del cardenal y arzobispo de Lima, como manda la ley canónica.

Sin embargo, fue crítico con el pasado de la Iglesia, lo que lo llevó a recorrer lugares de dolor y de recuerdo. Se arrodilló y oró en donde el hombre más ha sufrido, desde la isla de los esclavos de Gorée hasta el campo de concentración de Auschwitz y la «colina de las cruces», en Lituania.

Sobre todo fue trabajador del intelecto y místico que quería que el mensaje de Dios sustituyera a ideologías modernas, como el iluminismo, el marxismo, el freudismo, el existencialismo o el estructuralismo, y con este fin redactó 14 encíclicas.

Juan Pablo II defendió implacablemente la protección de la vida humana desde la concepción y los principios tradicionales de la Iglesia católica en el campo de la moral sexual, lo que le valió reiteradas críticas en medios intelectuales occidentales.

Entre éstas se encuentra la del grupo mexicano Católicas por el Derecho a Decidir, que con motivo del 25 aniversario del papado de Juan Pablo II, el 16 de octubre de 2004, emitió un documento en que hizo un balance de este periodo y sus consecuencias para los fieles liberales.

De dicho documento se desprende que durante el papado que hoy termina la Iglesia fue «convertida en una agencia de promoción de valores» en que no tienen esperanzas de tener cabida homosexuales, mujeres que han recurrido al aborto, enfermos de sida, personas que luchan por su libertad reproductiva, sacerdotes que desean casarse o mujeres que aspiran al sacerdocio.

El documento cita también textos vaticanos que sentencian «no negociables» todas las posturas «éticas fundamentales e irrenunciales» de la Iglesia en materia de aborto, defensa del embrión humano y eutanasia, que no hay que confundir, señala el Vaticano, con la renuncia totalmente legítima al ensañamiento terapéutico, como lo hizo el Papa al negarse a ser llevado a una unidad hospitalaria de cuidados intensivos.

Pontificado histórico

Su pontificado también pasará a la historia por cómo gestionó la Iglesia la crisis posconciliar, provocada precisamente por las reformas iniciadas por Vaticano, consideradas por algunos demasiado radicales. Al mismo tiempo, grupos y órdenes conservadoras lograron influencia inédita en el mundo católico hispanoamericano y el Vaticano.

Juan Pablo II consagró buena parte de su pontificado a realizar viajes por el mundo. En total, recorrió más de un millón de kilómetros, 29 veces la vuelta a la Tierra. Se dice que lo frustró no haber ido a Rusia y China.

Bajo su papado, unos 30 países establecieron relaciones oficiales con el Vaticano, entre ellos Unión Soviética (luego Rusia), Estados Unidos, México, todos los antiguos países comunistas de Europa del este, así como Israel, Jordania y la Organización para la Liberación de Palestina.

En 2003, se opuso con vigor a la guerra que Estados Unidos lanzó en Irak a comienzos de 2003. Años antes, a finales de los 80, su acción y su influencia tuvieron un papel decisivo en las transformaciones ocurridas en la Unión Soviética y los países del este, comenzado por su natal Polonia.

Juan Pablo II fue el primer Papa que presidió un encuentro con dirigentes de todas las grandes religiones, en Asís (Italia), en 1986 y 2002. Pero pese a su voluntad de profundizar el diálogo entre cristianos y con otras religiones, no pudo llevar a término proyectos ambiciosos de lograr un acercamiento más efectivo con otras confesiones.

En ese terreno tuvo grandes dificultades con los cristianos ortodoxos, cuyos dignatarios acusaron a la Iglesia católica de practicar un «proselitismo agresivo». Fue el primer Papa que rezó en una sinagoga, en Roma, en 1986. Su peregrinación a Tierra Santa, en marzo de 2000, marcó un giro en las relaciones de ambas religiones.

Tras haber ofrecido perdón por faltas y errores pasados de la Iglesia -en particular contra los judíos-, lo reiteró ante el Muro de los Lamentos, en Jerusalén, considerado el mayor símbolo religioso de Israel.

El Vaticano no ha anunciado oficialmente la fecha del funeral, aunque, según la Constitución Apostólica promulgada por Juan Pablo II en 1996, deberá ser entre el cuarto y sexto día después de su muerte.

El diario italiano La Repubblica calcula que al menos 2 millones de personas asistirán al entierro, pero aún no se ha confirmado que Juan Pablo II será sepultado cerca de la tumba de San Pedro, pues depende de lo que él haya estipulado en su testamento.

La Constitución Apostólica estipula que un Papa puede decidir no ser sepultado en la sede católica, por lo que no se excluye la posibilidad de que sea inhumado en Polonia.

((La Jornada/ AFP, DPA, REUTERS, Visiones Alternativas)

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Dom Abr 3 , 2005
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