SIETE RAZONES PARA VOTAR POR LA IZQUIERDA EN CHILE

Venceremos afianzando la unidad.
Venceremos ampliando las bases políticas y sociales del movimiento revolucionario chileno. Venceremos estudiando más, jóvenes. Venceremos cuando la mujer chilena sepa de nuestro llamado y se incorpore a la lucha de su hombre, de su padre y de su hijo, de su hermano. Venceremos cuando la juventud sepa que aquí ella tiene el puesto de combate, que la llamamos para la gran tarea del mañana. Adelante, compañeros, tenemos que vencer para hacer la vida más fraterna y sin odios, en nuestra propia patria, de cuidar nuestra moral, por la fuerza constructiva y revolucionaria del pueblo. ¡Adelante, chilenos; venceremos una vez más, por la patria y por el pueblo!

Salvador Allende, 4 de noviembre de 1971. Discurso en el Estadio Nacional.

El próximo 11 de diciembre hay elecciones presidenciales y parlamentarias en Chile. Estos comicios están marcados por la posibilidad más que probable de que una mujer llegue por primera vez al Palacio de La Moneda, por la división de la derecha en dos candidaturas presidenciales y, sobre todo, por la consolidación de la alianza amplia en la que confluyen la mayor parte de las fuerzas de la izquierda chilena, el Pacto Juntos Podemos Más, que en sus dos años de vida ha logrado ya conquistar casi el 10% de los votos en las elecciones municipales del año pasado, así como cuatro alcaldías, y ha fortalecido el discurso y las propuestas alternativas al modelo neoliberal que defienden la derecha y la Concertación.

El 11 de diciembre, pues, puede alumbrar una alternativa real al neoliberalismo en Chile, caracterizada por su pluralidad, su inserción en el tejido social y su capacidad de propuesta. En el Pacto Juntos Podemos Más confluyen comunistas, socialistas, cristianos de avanzada, humanistas, independientes, sindicalistas, artistas, intelectuales, activistas por la memoria histórica y los derechos humanos, luchadores por los derechos de los colectivos homosexuales y transexuales… son más de sesenta organizaciones sociales, culturales y políticas unidas en torno a un programa de gobierno y unos candidatos unitarios a la Presidencia de la República, el Senado y la Cámara de Diputados.

En las últimas semanas he tenido la oportunidad de intercambiar opiniones sobre las elecciones chilenas con dos amigos que representan posiciones de izquierda que discrepan del Juntos Podemos Más. En primer lugar, hace un mes un compañero socialista, amigo personal del Presidente Salvador Allende, me aseguró: “La única alternativa a la derecha en Chile es Michelle Bachelet”. Este compañero discrepa de aspectos esenciales de la acción de gobierno de esta coalición (política económica, derechos humanos…), pero sin embargo considera que no votar por Michelle Bachelet significaría reforzar las posibilidades de que la derecha conquiste el poder por la vía electoral por primera vez desde que Jorge Alessandri lo hiciera en 1958.

En segundo lugar, la semana pasada tuve la suerte de conversar con una compañera y amiga, ex dirigente del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) en los años de la UP y la dictadura y activa militante por la reivindicación de la memoria revolucionaria de sus compañeros y de la lucha contra la impunidad. Recientemente se ha inscrito en los registros electorales (requisito para ejercer el voto en Chile), pero aprecia de manera crítica la candidatura presidencial del humanista Tomás Hirsch (abanderado del Juntos Podemos Más), aunque me anunció que votará por el trovador Pancho Villa (candidato a diputado) y puede que también por el prestigioso economista Manuel Riesco, candidato a senador por la circunscripción de Santiago Oriente.

Desde el final de la dictadura todos los procesos de convergencia de la izquierda chilena han quedado limitados por al menos tres factores: la permanencia de los sectores críticos en la Concertación, el “camino propio” asumido por las expresiones más radicales, autoexcluidas de los procesos electorales, y la abstención de una parte importante del electorado (no inscrito ni siquiera en los registros electorales), principalmente jóvenes. Precisamente, esta dinámica empezó a quebrarse en las últimas elecciones municipales, cuando el Juntos Podemos Mäs logró casi el 10% de los votos.

Hasta entonces, el éxito electoral más importante se produjo en las parlamentarias de 1997, cuando el Partido Comunista y sus aliados conquistaron casi el 8% de los votos y la secretaria general del PCCh, Gladys Marín, rozó el 17% como candidata a senadora en la emblemática circunscripción de Santiago Poniente, compitiendo con el socialista Camilo Escalona, el democratacristiano Andrés Zaldívar y el pinochetista Jovino Novoa. Sin embargo, dos años después, Gladys sólo obtuvo el 3,2% en unas elecciones presidenciales que estuvieron marcadas por el ascenso de la candidatura del pinochetista Joaquín Lavín y la manipulación del mal llamado “voto útil” por parte de Ricardo Lagos y la Concertación.

El sexenio de Lagos ha servido para consolidar los enormes beneficios de los grupos económicos y la depredación de los recursos naturales, para intensificar la represión del pueblo mapuche, para consolidar la impunidad (véase: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=20957), para fortalecer los vínculos con el Imperio tras la firma del Tratado de Libre Comercio y para renunciar a la convocatoria de un proceso constituyente que elabore desde abajo y de manera democrática una verdadera Constitución. Para todo esto ha servido el “voto útil” que Ricardo Lagos reclamó en 1999 y para lo mismo servirán los sufragios a Michelle Bachelet el próximo 11 de diciembre.

A nuestro juicio, el voto, el verdadero “voto útil”, de quienes se consideran de izquierda en Chile debiera ir el 11 de diciembre a los candidatos y candidatas de la Izquierda, del Pacto Juntos Podemos Más, por un millón de razones, entre ellas estas siete:

1. Por un programa alternativo al neoliberal. Frente a la defensa del modelo neoliberal por parte de la derecha y la Concertación, la Izquierda presenta al pueblo chileno un programa de desarrollo para Chile que rompe con tres décadas de capitalismo salvaje (véase: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=20110) y que asume las propuestas de la Central Unitaria de Trabajadores, de la Asociación Nacional de Empleados Fiscales, de la Confederación de Federaciones Estudiantiles de Chile, del movimiento de Derechos Humanos, de los trabajadores temporales y precarios, de los deudores habitacionales… Propuestas como la jornada laboral de ocho horas (¡como demandaban los Mártires de Chicago a finales del siglo XIX!), una reforma tributaria que recaiga sobre las rentas más altas, la priorización del gasto público en educación, sanidad, obras públicas y vivienda… son algunas de las medidas imprescindibles levantadas por la Izquierda.

2. Por la recuperación del cobre para Chile. El 20% del Presupuesto Nacional de Chile procede de las exportaciones del cobre. La izquierda plantea la nacionalización de la gran minera cuprífera, tal y como aprobó por unanimidad el Congreso Nacional el 11 de julio de 1971 durante la presidencia de Salvador Allende, para que la mayor riqueza del país contribuya a su desarrollo. Entre las medidas propuestas, están la regulación de su producción para evitar la sobreproducción mundial y la caída de su precio, la instauración de una tasa del 10% sobre el valor del cobre fino extraído, la renacionalización de las 19 empresas transnacionales que expolian hoy el cobre chileno, la recuperación para el Presupuesto Nacional del 10% de las ventas de cobre que se entrega a las Fuerzas Armadas…

3. Por una nueva Constitución. La Izquierda se propone promover la formación de un amplio y poderoso movimiento nacional por la constitución de una Asamblea Constituyente que discuta y apruebe una nueva Constitución que reemplace a la pinochetista de 1980. Asimismo, plantea como necesario para avanzar hacia una verdadera democracia la sustitución del sistema electoral binominal (impuesto por la dictadura) por uno proporcional a fin de que las instituciones sean representativas y no excluyan como hasta ahora a la Izquierda. También propone la inscripción electoral automática, el voto voluntario y el derecho al sufragio para los centenares de miles de inmigrantes y exiliados chilenos.

4. Por la Verdad y por la Justicia. La Concertación traicionó muy pronto la promesa contenida en su programa para las elecciones presidenciales de 1989 de derogar el decreto-ley de Amnistía de 1978, piedra angular de la impunidad en Chile, y, desde que Aylwin barruntó aquello de “justicia en la medida de lo posible”, han sido incesantes las operaciones y manipulaciones para librar de la condena a los asesinos y torturadores de la dictadura cívico-militar. La más emblemática fue la insistencia en lograr el retorno de Pinochet de Londres, operación que tuvo entre sus artífices a tres connotados socialistas: el actual presidente y “gran estadista” Lagos (quien proclamó hasta la saciedad que Pinochet podía ser juzgado en Chile y después maniobró para que fuera sobreseído en el caso caravana de la muerte por una supuesta demencia), el inefable José Miguel Insulza (canciller durante buena parte de aquellos 503 días) y Juan Gabriel Valdés (canciller hasta el 11 de marzo de 2000 y ayudante de Orlando Letelier en el Instituto de Estudios Políticos de Washington cuando fue asesinado por la DINA por orden de Pinochet).

Frente al compromiso de la Concertación y la derecha con la impunidad, la Izquierda ha luchado junto al movimiento de Derechos Humanos por las tres metas que lo alumbraron en los tiempos más siniestros de la dictadura: la Verdad, la Justicia y la Memoria. A la Justicia la Izquierda ha contribuido de manera destacadísima puesto que fue Gladys Marín, entonces secretaria general del Partido Comunista de Chile, quien el 12 de enero de 1998 presentó en la Corte de Apelaciones de Santiago la primera querella criminal contra Pinochet en Chile, representada por Eduardo Contreras.

A la Memoria, la Izquierda aporta la reivindicación del legado político revolucionario de Salvador Allende, frente a las visiones interesadas que le sitúan en la socialdemocracia, y de todos los compañeros y compañeras asesinados por el fascismo por luchar por la revolución socialista. Prueba del compromiso de la Izquierda con el movimiento de Derechos Humanos es que dos de los más destacados abogados del mismo, Eduardo Contreras y Carmen Hertz, integran su nómina de candidatos a diputados por Santiago.

5. Por una democracia participativa. La Izquierda reivindica gobiernos democráticos y participativos donde los ciudadanos y las organizaciones sociales tengan derecho a participar en la toma de decisiones sobre los asuntos municipales, regionales y nacionales y para ello plantea la incorporación de mecanismos plebiscitarios y el control ciudadano de la representación y la gestión política, incluso con la posibilidad de la revocación plebiscitaria de las autoridades.

6. Por el reconocimiento de los pueblos originarios. Más de un millón de los más de 15 millones de habitantes de Chile pertenecen a los pueblos originarios o indígenas, la mayor parte de ellos mapuche, el único que resistió durante más de tres siglos a la agresion colonial española. Frente a las políticas represivas de la Concertación contra los mapuche (en alianza con las empresas nacionales y transnacionales que saquean los recursos naturales de sus territorios), la Izquierda propone construir una sociedad cuya base sea el respeto y la valoración de la diversidad de todos los grupos sociales.

El Estado chileno debe garantizar las bases políticas, legales e institucionales para el reconocimiento de los derechos de los pueblos originarios de Chile y para ello la Izquierda reivindica el reconocimiento constitucional de los pueblos originarios y del carácter plurinacional de Chile, así como la suscripción y ratificación del Convenio 169 de la OIT para que el Estado reconozca y respete la existencia de pueblos originarios titulares de derechos culturales, territoriales y económicos.

7. Por el resurgir de la esperanza en América Latina. Después de los genocidios perpetrados por las dictaduras militares en las décadas de los 60 (Brasil, República Dominicana), 70 (Cono Sur) y 80 (Centroamérica) y de la aplicación de los planes de ajuste neoliberales en los 80 y 90 (con el precedente de la dictadura pinochetista en los 70), el levantamiento zapatista de Chiapas el 1 de enero de 1994 y, sobre todo, la revolución bolivariana de Venezuela, así como la resistencia heroica del socialismo en Cuba, alientan el resurgir de la esperanza en América Latina. En Sudámerica el panorama es alentador: la izquierda puede vencer próximamente en Bolivia; en Uruguay el Frente Amplio rompió dos siglos de hegemonía de la burguesía y en su gobierno participan de manera destacada comunistas y tupamaros; en Brasil, a pesar del magro balance del gobierno de Lula, la izquierda demostró que puede conquistar la Presidencia y a día de hoy pugna por reconstruir su proyecto político.

Y sobre todo Venezuela. Frente a la desconfianza inicial de la mayor parte de la soberbia izquierda europea, el gobierno del presidente Chávez intensifica su programa de transformación económica y social (reforma agraria, misiones educativas, asistencia médica, impulso a los medios de comunicación comunitarios, proyecto de Tele Sur…) y acaba de plantear como meta, siete años después de acceder al Palacio de Miraflores, la construcción del “socialismo del siglo XXI”, al tiempo que defiende junto a Cuba la auténtica integración latinoamericana del ALBA.

Mientras tanto, el gobierno de Ricardo Lagos ha sido el mejor aliado de Bush en la región (junto al genocida Álvaro Uribe), puesto que suscribió el Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos, se ha atrevido a condenar a Cuba por las supuestas violaciones de los derechos humanos (a la Cuba que dio asilo a tantos chilenos perseguidos por la dictadura pinochetista) y se distancia de Chávez, para ser uno de los últimos anclajes de Washington en el Cono Sur. Algunos tampoco olvidamos que en abril de 2002 Lagos asistió en La Paz al funeral del ex dictador boliviano Hugo Bánzer, aliado de Pinochet y Videla en la Operación Cóndor.

En cambio, la Izquierda chilena, el Pacto Juntos Podemos Más, expresa en su programa para Chile su apoyo a “las propuestas del Presidente de Venezuela, Hugo Chávez, de constituir entre nuestros países empresas estatales integradas en el ámbito energético y comunicacional, y valoramos el carácter ejemplar del acuerdo firmado entre Venezuela y Cuba a fines del año pasado para la aplicación de la Alternativa Bolivariana para las Américas, ALBA, basado en la solidaridad, la participación del Estado regulando y coordinando la complementariedad y la cooperación económicas”.

¿Cuánto cambiaría Chile con la aplicación de este programa de gobierno? Me parece que ésta es la pregunta que debieran hacerse quienes dudan entre votar a Michelle Bachelet, a Tomás Hirsch u optar por la abstención activa o pasiva. Es evidente que éste no es el programa de la revolución socialista, pero sí recoge el paso previo necesario: la acumulación de fuerza social y política y la ruptura con el modelo neoliberal, anclado en Chile como en ningún otro país de América Latina.

Por otra parte, la construcción del socialismo requiere de la participación de un enorme y plural movimiento popular y éste sólo se puede forjar con la acumulación paciente de fuerzas sociales y políticas, con la lucha tenaz contra el apoliticismo fomentado por la dictadura y sus herederos durante tres décadas. La participación en las elecciones, la construcción de un movimiento político con presencia en las instituciones, a donde pueda llevar las reivindicaciones populares, es sólo parte del camino, también hay otros campos de lucha (social, sindical, poblacional, estudiantil…) donde las fuerzas y personas que integran el Juntos Podemos Más participan tanto como los que más, pero sí es cierto que la representación institucional permite dar mayor visibilidad a la existencia de una alternativa al neoliberalismo en Chile.

Entre los destacados candidatos a diputados y senadores del Pacto Juntos Podemos Más quien tal vez tiene mayores posibilidades de romper el bipartidismo en el Congreso Nacional es Guillermo Teillier, presidente del Partido Comunista de Chile. Teillier, superviviente de la siniestra Academia de Guerra Aérea, luchador ejemplar en la clandestinidad contra la dictadura como tantos miristas, socialistas y comunistas, es candidato a diputado por Lota y Coronel, comunas que forman parte de lo más hermoso de la historia de Chile.

Allí tuvo lugar en 1960 una huelga legendaria de los obreros del carbón que duró 86 días durante la presidencia de Alessandri. Diez años después, en el verano de 1970, cuando éste intentó entrar en Lota como candidato presidencial de la derecha los trabajadores se lo impidieron en recuerdo a la represión de su gobierno y días después acogieron de manera triunfal a Salvador Allende. A finales de aquel año, cuando el Gobierno anunció la nacionalización de las minas de carbón y Allende se entrevistó con los dirigentes sindicales de Lota y Coronel, éstos le dijeron que no le pedían aumentos salariales y que trabajarían duro para producir más carbón para beneficio de todo el pueblo de Chile. Allende no pudo contener las lágrimas y exaltó en sus discursos posteriores la conciencia de clase de los mineros que picaban carbón bajo el océano, en oscuras galerías a varios kilómetros de la costa.

El 22 de octubre de 1973 la dictadura militar fusiló a los militantes comunistas de Lota Isidoro Carrillo (gerente general de la Empresa Nacional del Carbón), Vladimir Araneda (maestro), Bernabé Cabrera (presidente del sindicato de Celulosa de Concepción) y Danilo González (maestro y alcalde de la ciudad). En 1996 el gobierno de la Concertación cerró las minas del carbón de Lota y Coronel y dejó sin trabajo a miles de trabajadores. Si Teillier resulta elegido diputado, ha prometido que defenderá en el Congreso Nacional un amplio plan de medidas para recuperar a estas castigadas comunas. Y, sobre todo, la Izquierda chilena tendrá voz y voto en el Parlamento por primera vez desde septiembre de 1973.

Por tanto, más allá de la pugna entre la Concertación y la derecha por repartirse el suculento pastel de la administración del país, las elecciones del 11 de diciembre pueden ser un punto de inflexión importante en la construcción de un amplio movimiento social y político de lucha contra el neoliberalismo en Chile. De ahí, la importancia, a nuestro juicio, de apoyar a Tomás Hirsch y a los candidatos y candidatas a diputados y senadores de la Izquierda.

Por: Mario Amorós es periodista e historiador español. Doctor en Historia por la Universidad de Barcelona, es autor de Después de la lluvia. Chile, la memoria herida (Cuarto Propio. Santiago de Chile, 2004. 450 págs.).

Santiago de Chile, 28 de noviembre 2005
Crónica Digital/Rebelión

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