Dentro de estas, existe una que llama profundamente la atención por lo silenciosa y escondida: El Déficit Atencional.
El Déficit Atencional en los niños es una diferencia cuya incidencia es bastante mayor a lo que con una mirada superficial podría interpretarse. Los primeros en percibirlo son los padres y el grupo familiar, testigos presenciales de los sufrimientos que los niños deben soportar por ser diferentes. La convivencia con ellos no resulta fácil pues ponen a prueba toda nuestra capacidad de empatía, tolerancia y comprensión de la riqueza de lo diverso.
«Distracción» es el exceso de actividad o hiperactividad que con frecuencia presentan estos niños. Al compás de los estímulos que atrapan su atención espontánea, el niño viaja de un punto a otro. Esto deviene en movimientos y acciones rápidamente cambiantes, en una actividad más o menos incesante, que se vuelve «molesta» y de difícil comprensión para el medio que lo rodea. Así adquiere el niño la etiqueta de hiperactivo o «niño problema», con la discriminación diaria que esto significa.
Los sistemas públicos de educación ya no funcionan y los antiguos patrones de enseñanza familiar con retos, gritos, tirones de pelo y otras «maravillas», quedan totalmente obsoletos. Es un desafío convivir con estos niños, por supuesto que lo es, un hermoso desafío que nos hace descubrir y aplicar nuevas herramientas que sirvan además para nuestra propia evolución como padres, profesores, terapeutas, médicos, cuidadores o amigos.
Los docentes se han preparado para enseñar a niños «normales», no a un niño inquieto y distraído que le cuesta seguir la clase y que termina por impacientar a los compañeros que tiene a su lado. Así llegan a manifestarse dos situaciones: bajo rendimiento y vulneración de las «normas establecidas». El fracaso escolar, el aislamiento y la estigmatización, llegan a provocar sentimientos de frustración, pena, depresión y perdida de la autoestima.
Los chicos con déficit atencional presentan una clara tendencia a elegir espontáneamente su foco de atención, no les interesa cualquier objeto o situación. El niño es atraído por estímulos de variada calidad e intensidad, no puede mantener su atención concentrada más allá de un tiempo breve. Ellos «captan» eso sí los estímulos esenciales, los que se encuentran fuera del foco visual o intuitivo del común de los otros niños.
La medicina clínica le llama un «trastorno», yo prefiero llamarle un «desafío» como los que tenemos todos en la vida. Algunos médicos suelen «combatirlo» con fuertísimos medicamentos, yo prefiero ir a la raíz bajando la ansiedad con medicina natural y mucho amor. Los niños no necesitan ser drogados con Ritalín, ellos necesitan ser escuchados y entendidos en sus planteamientos. Las adecuaciones no deben partir de ellos, sino que es mundo el que debe cambiar las malas costumbres para acogerlos como ellos se merecen.
Para los padres y la familia estos niños son distintos y requieren de más atención y amor que el común de los niños. Cave reflexionar en este sentido. ¿Hay un tope de empatía y amor para entregar a cada niño según su apariencia o conducta?. ¿Es preciso acoger en el seno familiar a un niño con déficit atencional, para cambiar gradualmente los violentos y añejos patrones de educación utilizados por padres, profesores y médicos?.
Mi amiga Ida Parra, Directora de la Agrupación de Padres de Niños con Déficit Atencional, se comunicó conmigo y me dijo: «Alejandro, quiero pedirte algo, si puedes incorporar en tu columna semanal Discapacidad y Exclusión, la realidad discriminatoria que viven nuestros hijos que es cada día más. para que se sepa como estos casos se multiplican y de como ninguna autoridad hace mención en ayudarlos». Amiga, esta columna es especialmente para ti y tu hijo.
Es que estos niños no vinieron al mundo a vivir de la forma en que niños y adultos solían hacerlo. Vienen a transmutar la pesada realidad en que vivimos, a enseñar tolerancia y ternura a los seres humanos, especialmente a nosotros los adultos. Quieren un Mundo Diferente, sin barreras ni fronteras de ningún tipo, llamar la atención para abrir los horizontes del sentimiento, la mente y el espíritu. La hiperactividad es definitivamente su particular forma de protesta.
Por: Alejandro Hernández es Director de la Fundación Nacional de Discapacitados, Dirigente Sindical y Activista por los Derechos Humanos. mail: director@fnd.cl
Santiago de Chile, 6 de enero 2006
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