Muy buena iniciativa en decir las cosas como son y tratar de informar a este «lumpen» que nos agobia con su vulgaridad día a día. Sigan y no paren porque tienen un lector que a diario se informa de las barbaridades e irregularidades que suceden en nuestro perdido país, saludos…
Gabriel Badilla
sattanik_gabriel@hotmail.com
Santiago de Chile, 18 de marzo 2006
Crónica Digital
, 0, 675, 17
Sáb Mar 18 , 2006
Editorial de Granmma NINGÚN DOLOR HUMANO NOS ES AJENO Cuando de este lado del mundo, toda Cuba gritaba y se abrazaba emocionada por la victoria propia y la conmovedora dignidad de los vencidos, cuando las lágrimas corrieron solo porque hubiéramos querido a Puerto Rico con nosotros en las próximas y duras jornadas del Clásico donde ellos batallaron porque estuviéramos, cuando no parecía haber más que motivo de celebración porque la hermandad de los hombres resultó más poderosa que la rivalidad deportiva…en esas mismas horas, del otro lado del mundo, otros hombres, ajenos a cualquier sentimiento de solidaria convivencia, bestializados por una guerra que se anunció relámpago y ha resultado infinita, lanzaban contra regiones escogidas de Iraq y Afganistán, los más duros bombardeos de que se tengan noticias después de la invasión que está a punto de cumplir tres años. Telesur mostró a las víctimas: había niños baleados en la cabeza allí donde los norteamericanos dijeron que cazaban terroristas. CNN también cubrió el suceso, pero solo mostró los helicópteros en la distancia, lejos del dolor, como tantas veces, como en las películas. Todo ocurrió horas después del cínico performance de John Bolton y los ridículos corifeos de Washington en Naciones Unidas, votando contra la instalación de un Consejo de Derechos Humanos, hecho a la medida de los intereses del imperio. Como denunció nuestro embajador ante la ONU, Rodrigo Malmierca, el nuevo mecanismo fue «concebido y negociado tras bambalinas para acomodar las principales exigencias de Estados Unidos, sacrificándose intereses vitales de los países del Sur». Tal como había exigido el halcón del imperio, se redujo la membresía de 53 a 47 y se impuso la cláusula de suspensión para que ya nada limite «la perniciosa y socorrida práctica de imponer resoluciones políticamente motivadas contra los países del Sur, sin sujeción o respeto a criterio alguno». Al mismo tiempo «el derecho al desarrollo, una reivindicación principal de las grandes mayorías del planeta, quedó relegada y se obvió de modo negligente la lucha contra el racismo, la discriminación racial, la xenofobia y las formas conexas de intolerancia».1 ¿Por qué entonces la protesta altisonante y el voto negativo aunque ya necesariamente aislado de Washington, Israel y las colonias imperiales? Porque, a pesar de tantas concesiones hechas a sus exigencias, no lograron garantizarse la exclusión automática del Consejo de naciones con la autoridad moral y la independencia soberana de Cuba. En otras palabras, no pudieron imponer su más cara exigencia: hacer callar a los que se atreven a desafiar la censura imperial, impedir la denuncia valiente contra los desmanes, abusos, violaciones flagrantes y masivas de los derechos humanos que hoy distinguen la política internacional de Washington, algo escandalosamente silenciado por la complicidad europea, hasta que la voz serena y acusadora de Cuba se levantó para exigir que se discutiera. Estados Unidos quiere un Consejo todo suyo, donde los del Sur sean solo disciplinados, aprendices de hipócritas lecciones democráticas y víctimas calladas de abusos y atropellos, a los que solo se reservan inquisitorias condenas si se atreven […]