La joven, que jugó un papel destacado en la denominada «revolución de los pinguinos», tampoco descartó que la confrontación se reinicie en caso que sus demandas sean ignoradas por el Gobierno.
En declaraciones exclusivas a la Agencia de Noticias Prensa Latina y Crónica Digital, Huerta manifestó que en el exterior «Chile se ve bien, pero en realidad está mal, está en crisis, no tan sólo en la educación, sino en ámbitos como la salud y el trabajo».
«No podemos seguir contribuyendo a que el Gobierno proyecte la imagen de que el país está sumamente bien, si en realidad está mal, y existe descontento», agregó.
María Huerta tiene apenas 18 años. Toda su vida se ha desarrollado bajo el imperio de la democracia pactada con los militares y un modelo neoliberal que se ha presentado como exitoso. Sin embargo, fue uno de las caras visibles de una protesta que se extendió casi por un mes, con un millón de jóvenes movilizados, y que puso en jaque al establishment en Chile.
«Los jóvenes no estamos de acuerdo con el modelo educacional imperante, ni tampoco con el modelo económico, social y cultural», señala.
Precisa que «estamos en contra del modelo neoliberal en su conjunto, pero nos enfocamos en el sistema educativo, pues nos afecta en forma directa».
No tiene militancia política. Tras un exitoso desempeño en el Centro de Alumnos del Instituto Superior de Comercio Nº 2 -un liceo politécnico de Santiago que fue privatizado en la dictadura de Augusto Pinochet- llegó a liderar la «comisión política» de la Asamblea de Estudiantes Secundarios.
A María no le pasó desapercibido que en los mismos momentos en que los estudiantes chilenos se encontraban en movilización, en Cuba se celebraban los 45 años de educación gratuita.
«Hay que aplaudir a Cuba por tener una educación gratis e igualitaria, porque es la mejor forma de educar a todo un pueblo. En Chile, no es lo mismo estudiar en un liceo municipal de la periferia, en una población popular, que en un colegio privado, en el que, pagando el doble o el triple del sueldo mínimo, a los jóvenes se les enseña bien y los preparan con la certeza de entrar a la Universidad».
«Si nosotros estamos exigiendo en Chile una educación gratis e igualitaria, no es porque tengamos como referente a Cuba o a cualquier otro país, sino porque estamos viendo que en nuestra casa, en nuestro hogar, en nuestro país, las cosas están mal respecto a la educación», sostuvo.
En ese sentido, explica que el centro de sus cuestionamientos reivindicativos apunta a la derogación de la Ley Orgánica Constitucional de Enseñanza (LOCE), promulgada por la dictadura de Pinochet el 10 de marzo de 1990, su último día en el Gobierno, y que se ha mantenido sin modificaciones en los 16 años de democracia pactada.
«Establece un sistema que, por encima del derecho a la educación, privilegia la libertad de enseñanza, interpretada en el sentido de una libertad económica, con la cual se puede hacer un negocio redondo con la educación», explica.
La dirigente está convencida que hay condiciones para implantar la «educación gratuita e igualitaria» en Chile, para que se cumpla «nuestro derecho a que nos eduquen bien y con una formación justa».
«Cuando los estudiantes secundarios hemos hablado de educación gratuita, siempre nos han dicho que no hay dinero. Puede ser que el Gobierno no tenga plata, pero en el país existen recursos. Y no sólo en las divisas generadas por el cobre», apuntó.
Agregó a renglón seguido: «Estoy pensando en las empresas transnacionales que trabajan con recursos naturales de Chile, en Pascua Lama, en la minería, los salmones, el vino y otros rubros que quizás desconozco. A estos empresarios no se les cobra impuestos o se les pide unas cantidades insignificantes».
Luego de semanas con los liceos ocupados y los adolescentes paralizados, la Asamblea de Estudiantes Secundarios resolvió deponer las acciones e incorporarse a la «Comisión Asesora de Educación» que designó la Presidenta Michelle Bachelet como eje principal de un paquete de medidas en respuesta a las exigencias estudiantiles.
Sin embargo, María Huerta puntualiza que «el conflicto todavía no lo hemos cerrado». «No sé de donde salió la idea de que hemos terminado la protesta», expresó.
«La movilización sigue, asumiendo que no solamente se traduce en las tomas, marchas y paros, sino también en un esfuerzo para que los compañeros estudiantes se eduquen y conozcan los fundamentos de nuestras demandas. Esto está pasando en los colegios, con asambleas todos los días o todas las semanas», enfatiza.
Agrega que se incorporaron a la Comisión designada por Bachelet «con el ánimo de que nos escuchen y de escuchar también, pero en los colegios se está trabajando. Y si vemos algo malo que ya no pidan más conversaciones».
«Nos sentamos a su mesa, pero no somos tontos: lo hicimos con nuestras condiciones», aseveró tras advertir que «en el mismo momento que veamos que no se está avanzando en un cambio o que sólo se pretende dilatar, en ese mismo momento nos bajamos».
Dijo que el Gobierno siempre afirma que hay que conversar, no salir a las calles ni tomarse los liceos. «Imagino que eso no significa que tendré que esperarlos 10 años más y que al final nadie nos escuche», añadió.
La joven tiene confianza en que la Asamblea de Estudiantes Secundarios cuenta con las condiciones para enfrentar los desafíos futuros. Su estructura organizativa se demostró eficiente en el pasado conflicto, basado en un funcionamiento en asamblea y en voceros revocables que sólo hablaban lo resuelto por el colectivo.
«Nuestra estructura nació de la necesidad de garantizar que todos participaran. El dirigente existe, habla y se hace escuchar según las opiniones generadas en las bases, se somete a lo que digan las bases y a lo que las bases quieran que diga. El dirigente es sólo quien habla por todos y nada más que por la obligación de tener una estructura», sostiene.
Por esto mismo, señala, en la Asamblea de Estudiantes Secundarios no han incluido las diferencias políticas que existen al interior del movimiento. «Aquí nos incorporamos los que venimos a trabajar por el derecho a la educación, sin mirar si el otro compañero es de la misma ideología; aquí todos venimos porque estamos disconformes con el modelo y no estamos dispuestos a seguir aguantando 16 años más de supuesta democracia, en que la crisis de la educación persiste sin resolverse», recalcó.
La movilización de los estudiantes secundarios despertó enorme simpatía en el interior de la sociedad chilena, particularmente en sectores progresistas que eran escépticos de la perspectiva de un cambio más profundo.
Sin embargo, María Huerta es cauta. «He escuchado a muchos adultos que nos agradecen. Yo contesto, no con el ánimo de ser pesada, que no tienen nada que agradecernos», sostuvo. Por ejemplo, indicó, «a un sacerdote no hay razón por la que agradecerle que sea solidario y generoso, porque sólo está cumpliendo con una regla básica del cristianismo. Eso no significa que se le levante un altar. A nosotros tampoco hay que levantarnos un altar por estar peleando por un derecho».
«Quizás nuestra conducta llamó la atención porque los adultos habían aceptado la idea de que luchar ya no tiene sentido. Los habían mutilado, haciéndoles creer que todo tiene que negociarse. Y no. Cuando hablamos de derechos, estamos hablando de derechos que deben ser reconocidos y que deben ser exigidos», concluye.
Santiago de Chile, 16 de julio 2006
Crónica Digital/Prensa Latina , 0, 394, 3