Adivina, adivinanza
escuche con atención.
A su entierro de paisano
asistió Napoleón
Torquemada y el caballo
del noble Cid Campeador
Caszely de cabeza
marcándole a Rusia un gol
el coño de la Lucia
y un dentista de mirón.
San Isidro labrador
y el soldado desconocido
a quien nadie conoció
Santa Teresa iba dando
su brazo incorrupto a Don
Francisco que no podía
resistir el mal olor.
Y el marqués que ustedes saben
iba muy elegantón
con uniforme de gala
de la santa inquisición
Cardoen incendia puros
con billetes de millón
y el niño Francisco Cuadra
de primera comunión.
Mil quinientas doce monjas
pidiendo con devoción
al Papa santo de Roma
pronta canonización
y un pantano inaugurado
de los del plan del Pojh
y el Ku Klux Klan que no vino
pero mandó una adhesión.
Y Pati la cantaora
y Don Cristobal Colón
y una teta disecada de
Cecilia Bolocco
las voces de Los Quincheros
cerraban la procesión
cantando a cuatro voces
«El Patito Chiquito».
Don Gustavo Leigh escuchaba y Mendoza
unos versos recitó
servía Jose Toribio
copas de vino chichón
Para asistir al entierro
Jaime Guzman resucitó
y, otra vez, tras los responsos,
al cielo en coche ascendió.
Nunca enterrador alguno
conoció tan alto honor
dar sepultura a quien fuera
sepulturero mayor
ese día en el infierno
hubo gran agitación
muertos de asco y fusilados
bailaban de sol a sol
siete días con siete noches
duró la celebración
en leguas a la redonda
el champán se terminó
combatientes de Maipú
obreros de Concepción
los del exilio de afuera
y los del exilio interior
celebraban la victoria
que la historia les robó
más que alegría la suya
era desesperación.
Como ya habrá adivinado
la señora y el señor
los apellidos del muerto
a quien me refiero yo
pues colorín, colorado
igualito que empezó
adivina, adivinanza
se termina mi canción
se termina mi canción.
Santiago de Chile, 22 de diciembre 2006
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