Abogados de derechos humanos y otros expertos en materias jurídicas juzgaron contrariamente. Dijeron que nuestra justicia era incapaz de hacerlo.
Con todo, a mi me pareció mejor que volviera Pinochet para que nuestra justicia se viera obligada a enfrentarse con este desafío de tener que juzgarlo y viéramos hasta dónde se mostraría capaz y libre de todo. Allí estaban los cargos debidamente fundados.
Así también ofreceríamos a nuestros tribunales la oportunidad última de reivindicarse después de la gran prevaricación de los años de la dictadura en que nuestras Cortes respondían, invariablemente, no ha lugar a los desesperados recursos de amparo de los familiares de detenidos que posteriormente desaparecerían a manos de los organismos represivos.
Desde que Pinochet estuvo en Londres han pasado unos 8 años. ¿Cuál es el veredicto sobre el desempeño de nuestra justicia en su conjunto? La verdad es que nuestra justicia en todo este tiempo fue incapaz de hacer justicia como lo había prometido ante el mundo. Más bien dominaron inhibiciones políticas y, así, iniciándose los procesos, no pudieron nunca culminar.
Sin embargo, hemos de reconocer que se hizo algo de justicia, una especie de justicia a medias. Y, a través de los procesos abiertos quedó clara la verdad de los crímenes contra los derechos humanos del régimen militar conducido férreamente por Pinochet. En este aspecto central y a mi juicio, esta verdad necesaria e histórica- es lo que más me importaba.
En resumidas cuentas y ante los acontecimientos vividos, pienso que fue positiva la vuelta de Pinochet para ser juzgado en Chile. Se hizo suficientemente la verdad sobre los crímenes del régimen militar. También se hizo la verdad sobre nuestra justicia que mostró, una vez más, su incapacidad y cobardía como institución llamada a estar por sobre toda presión y poder.
Queda, pues, pendiente la gran deuda de la institución, representada por la Corte Suprema para con el país y el mundo civilizado. Debe pedir perdón por su pecado capital; la gran prevaricación que dejó pase libre a crueles torturas y desapariciones de personas sencillas.
Si el juicio de la historia y tal vez el juicio de Dios (que es a la vez misericordioso) podrá ser severo con el General, pienso que lo será mucho más con el Juez que debiendo administrar la justicia, administró todo lo contrario; la permisión del abuso y del crimen sistemático.
Por José Aldunate Lyon SJ. Miembro del Consejo Editorial de Crónica Digital
Santiago de Chile, 3 de enero 2007
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