Diplomáticos latinoamericanos coincidieron en que el término â?ocohesión socialâ?, propuesto por Chile un año antes como tema central, se prestó para abrir debates sobre las distintas experiencias nacionales y diferentes estrategias para enfrentarlas.
Precedida por 11 conferencias ministeriales sectoriales y varios otros foros encargados de hacer diagnósticos, aunar criterios y formular propuestas específicas, la XVII Cumbre finalmente aprobó la llamada Declaración de Santiago, un documento de 24 puntos.
Junto a su Plan de Acción de 53 puntos y una decena de comunicados especiales, toda la documentación apunta a materializar la cohesión social mediante el desarrollo progresivo de sistemas de protección que garanticen derechos sociales a los ciudadanos.
Para los casi mil periodistas que cubrieron la cita de presidentes y jefes de estado y que se quejaron varias veces por el limitado acceso a los debates- en apariencia todo marchaba sin mayores obstáculos.
De hecho, hubo acuerdos importantes que contribuyen a la integración regional, como un programa iberoamericano de seguridad social que beneficiará a millones de personas.
Pero, a puertas cerradas, en el llamado a retiro de los mandatarios -cuyos mejores momentos no fueron transmitidos por televisión- se produjeron encendidas discusiones sobre la injusticia social, las desigualdades y la marginación.
Las más altas autoridades de los 22 países participantes intervinieron varias veces para exponer sus respectivos puntos de vista, polarizándose de forma marcada el debate poco antes de su conclusión
Mientras unos defendían -sin nombrarlo- el modelo neoliberal de desarrollo, que en los últimos años agravó los problemas sociales de la región, otros plantearon la necesidad de instaurar primero un sistema de justicia del cual podría surgir después la cohesión social.
Algunos subrayaron con claridad que la región nunca alcanzará la pretendida cohesión social mediante las presuntas bondades del mercado y menos con el injusto orden político y económico internacional actual.
Cuba, Venezuela, Bolivia y Nicaragua, con apoyo de otras naciones, enarbolaron posiciones de defensa de los derechos sociales de los pueblos para una verdadera integración regional.
Otros, como el presidente español y el Rey Juan Carlos, que contaron con respaldo local, no sólo discreparon sino que criticaron esos planteamientos al punto que un veterano periodista latinoamericano comentó: a estos les gusta la diversidad, pero no tanta.
Luego, se produjo el incidente más divulgado por el mundo, en que el Rey pretendió hacer callar al presidente venezolano, Hugo Chávez, y, apartándose de todo protocolo, abandonó la sala, para regresar poco después a pedido de la anfitriona, la Presidenta Michelle Bachelet.
Esas imágenes siguieron dando la vuelta al planeta semanas más tarde, reflejando, en realidad, la existencia en la región de al menos dos corrientes de pensamiento acerca del llamado Pacto Social a que convocó Chile.
En la Cumbre, Bachelet recordó que en toda la región ha habido crecimiento económico, pero sin que éste logre ocuparse del déficit social y, más recientemente, sostuvo que estábamos luchando por una mejor América Latina para todos y eso tuvo resultados muy importantes.
Reconoció que hay un orden internacional que termina siendo injusto para los países más pequeños, que no nos permite tener las mejores condiciones muchas veces a la hora de vender nuestros productos y por eso estamos trabajando para una serie de acuerdos.
Prensa Latina conoció el criterio de un alto personero chileno, que refleja en gran medida la posición post-cumbre del gobierno: existen distintas formas de crecer en América Latina, como se reflejó dijo- en la Cumbre de noviembre.
Aunque insistió en la conveniencia de hablar con claridad con mucho respeto y sin ofender a nadie, admitió que en la región tenemos que lidiar con nuestras diferencias.
De forma simultánea se desarrolló la Cumbre por la Amistad e Integración de los Pueblos, donde cientos de delegados de organizaciones sociales chilenas y latinoamericanas formularon propuestas comunes que entregaron a los Jefes de Estado.
Esa Cumbre de los Pueblos culminó en un acto de masas en el que hablaron, especialmente invitados, los presidentes de Venezuela, Bolivia y Nicaragua, así como el vicepresidente de Cuba Carlos Lage, quienes coincidieron en llamar a la unidad de los pueblos de la región.
Ambos eventos, ocurridos en Chile al finalizar 2007, marcaron claras diferencias con anteriores cumbres iberoamericanas y auguran nuevas tensiones en la cita del 2008, la cual se realizará en El Salvador.
*El autor es Corresponsal Jefe de Prensa Latina en Chile.
Santiago de Chile, 6 de diciembre 2007
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