Que veinte años no es nada, que febril la mirada, las nieves del tiempo platearon mi sien. Que decir cuando son cuarenta años. Que decir si a los niños de entonces el tiempo ya les plateo la memoria, les opaco la capacidad de asombro, les coarto el deseo de conocer la verdad, verdad que les resulta tan lejana, pareciera ser la verdad de otros, una verdad que no los distrae ni por un momento de su cotidianeidad cibernética de su cotidiano consumismo que es una enfermedad cuyo efecto colateral más grave es la ceguera más absoluta.
Hoy puedo decir que veinte años no es nada, recuerdo como si ayer hubiera estado en una protesta contra el dictador, recuerdo como si fuera ayer que celebraba el retorno de la DEMOCRACIA, que la conseguimos luchando con armas de papel roneo de diez por diez con tinta negra impresos en un “piter” de madera y un esténcil, recuerdo como si hubiera salido anoche, en un frío Agosto simulando con una compañera ser una pareja de enamorados para poder distribuir esos armamentos tan peligrosos de diez por diez.
La memoria nos juega malas pasadas. A los que tiene más de sesenta años los cofunde y complica, que hice, que no hice, que pude hacer que debí hacer. A los que tenemos más de cincuenta y aquí hablo por mí, la memoria me pone en un estado de alerta, en una emotividad un tanto desbordada, creo que hice poco, pero lo que hice lo realice con toda la pasión del mundo, puse todo mi valor, que para algunos resultaba ser poco, vencí demasiados temores, supere demasiadas vallas que tienen que ver con el muchacho tímido y casi silente, pero estuve ahí. A los que tiene más de cuarenta la memoria los tiene ocupadísimos buscando respuestas, que la Socialdemocracia, que el gremialismo, que el neo-liberalismo, que el Socialismo Histórico, que el Comunismo, que el Anarquismo. A los cuarentones productos de las usinas privadas llamadas Universidades, que sienten ser los dueños del presente, la memoria no los complica pues no tiene tiempo para pensar en algo que no sea su automóvil o su teléfono de última generación. Y los que tiene entre veinte y treinta, están construyendo memoria, y es aquí donde todos los anteriores debemos fijar nuestra atención, en la memoria de nuestros jóvenes en la memoria de nuestros hijos, es ahí en donde debemos depositar la verdad, para que en veinte o treinta años más, en esa memoria solo se encuentre la verdad.
La verdad, ese pez tan esquivo y resbaloso que en estos cuarenta años no hemos podido atrapar. Que veinte años no es nada, que cuarenta años no necesariamente son el doble de nada.
Por Miguel Ángel González Jara
Crónica Digital, 4 de septiembre 2013