José Aldunate, nuestro Pepe, cumplió 100 años. Un siglo de vida dedicado en gran parte a la causa de los pobres y la defensa y promoción de los derechos humanos, especialmente en los negros días de la dictadura cívico militar.
Desde la Corporación Parque por la Paz Villa Grimaldi le rendimos homenaje por su centenario, agradecidos de su lucha gracias a la cual, en conjunto con muchas voluntades y esfuerzos, se logró recuperar este recinto y convertirlo en sitio de memoria y de educación en derechos humanos.
Aún cuando nos entregó las llaves, del candado que sella el antiguo portón de ingreso al recinto de secuestro, tortura y exterminio, Pepe seguirá siendo el custodio de esta puerta cerrada a perpetuidad como signo de repudio a la violencia y la crueldad que habitaron en este lugar por tanto tiempo y en señal de lucha permanente por su no repetición.
Convocamos a todos nuestros socios y amigos y amigas a acompañar a Pepe en la misa de gratitud por sus cien años, la que se efectuará este sábado 10 de junio, a las 10:45hrs en la Iglesia de San Ignacio (San Ignacio esquina Alonso Ovalle.
Santiago de Chile, 7 de junio 2017
Crónica Digital
Mié Jun 7 , 2017
El 5 de junio 2017 el padre José Aldunate cumplió un siglo de vida. A diferencias de los arribistas y de los fachos pobres, este sacerdote pertenece a la categoría de los “abajistas” – para utilizar la terminología del escritor Óscar Contardo – que nacen ricos y de noble cuna y, siguiendo el evangelio de Cristo, se van a vivir entre los pobres. Los “abajistas”, al menos a mí, me reconcilian con el género humano, mientras que los fachos pobres y los “arribistas” me inspiran pena y compasión. Afortunadamente, he conocido muy buenos “abajistas”, como Bernardo Leighton – a la muerte de su padre, repartió su herencia entre los pobres –; mi tío Esteban Gumucio, que de hijo de un político se hizo sacerdote y fue a vivir en la población Joao Goulart; Mariano Puga, cura obrero, hijo de un rico político, don Mariano Puga Vega, que aún vive como pobre; es digno de mencionar también al cura Felipe Berríos, “el tábano de los hipócritas”, que tanto abundan en este país – además los miles de curas y laicos anónimos. Gracias al Concilio Vaticano en la Iglesia Católica surgió la definición del Pueblo de Dios, es decir, que no es propiedad del Papa de turno, de los obispos, de los curas sino de todos los creyentes especiales los pobres. La Iglesia heredera de Constantino, era la “ramera” de los poderosos, quienes adoraban más el poder y el dinero que el pobre galileo y sus seguidores los pesadores, elegidos por él para servir a los más necesitados; hay una jerarquía eclesiástica corrupta, que representa bancos para lavar el dinero del narcotráfico y de otros negocios sucios, unos curas pedófilos, de obispos que lucen joyas y casas lujosas – hay que considerar que el Vaticano ha sido el mejor agente inmobiliario de Roma, incluso, es sabido que regentan prostíbulos en que las “rameras” son los propios seminaristas; la Iglesia de Filadelfia es la más rica que empresas como General Motors y la General Electric -. Para estos prelados de la curia romana, Jesucristo es un ginecólogo que se mete en las honduras de las mujeres, o bien, un agente de la Bolsa de Comercio, muy enterado de las finanzas mundiales. Esta Iglesia del poder no puede vivir sin el dios “Mamón”. Afortunadamente, frente a esta calamidad, hay otra Iglesia, la de los sacerdotes obreros, que creen más en el “Cristo carpintero que en el Cristo rey”. En Francia un puñado de sacerdotes decidió hacerse obrero, con el consecuente escándalo generado en la iglesia jerárquica; muchos curas, adoradores del poder y del dinero, sostenían que al vivir como tales, se iban a convertir en comunistas; baste leer el libro Los Santos van al infierno para comprobar el rosario de condenación que la jerarquía eclesiástica lanzó contra los curas obreros. En lo personal, don Pepe me es muy querido: fue, junto a mi padre Rafael Agustín, el fundador de la revista teológica Reflexión y Liberación – aún se publica en internet – y que […]