De un día a otro Santiago se entera que la Formula E se realizará en su propio centro. Los vecinos del sector inmediatamente reaccionan pidiendo más clara y más directa información visto que, por lo que leen y escuchan, se contempla cerrar un sector importante del parque Forestal y calles aledañas para que quienes hayan comprado un ticket de entrada puedan acceder a la experiencia de talla mundial y los más exclusivos beneficios que ofrece el espectáculo. En su proceso, miles de ciudadanos que viven y circulan por este centro neurálgico de la capital padecen la introducción de considerable maquinaria pesada, cortes de tránsito tanto para vehículos y peatones, una vaga señalética y cierres con rejas, rejas y más rejas.
Desde un inicio los vecinos quienes, su mayor punto de encuentro es compartir un barrio y un parque en los que por años y cotidianamente desenvuelven sus vidas, buscan explicaciones al por qué a último momento se enteran de que este espectáculo se realizará en este espacio que lleva a cuestas una muy mala experiencia de evento masivo y que además es de gran fragilidad en términos patrimoniales. En su búsqueda manifiestan públicamente su preocupación y piden que la Formula E no se vuelva a repetir en el parque.
El fenómeno que acontece en torno al parque Forestal se asemeja a otras experiencias en el mundo. Sin duda difieren en la forma, pero coinciden en el fondo. Basta con recordar las manifestaciones por el Parque Gezi en Estambul, Turquía, ya que el plan de las autoridades era convertirlo en un centro comercial, o la comúnmente conocida “guerra del agua” en Cochabamba, Bolivia, a propósito de la intención de privatización de la empresa sanitaria de dicha ciudad. El patrón que se repite es que el acceso a un determinado bien es intervenido por unos ‘otros’ que sin previo aviso obstruyen y alteran el tradicional uso a quienes habitualmente se benefician de éste. Al enfrentarse a las limitaciones, los afectados reaccionan reivindicando su derecho sobre ese bien y exigiendo que se garantice su protección y su libre acceso a todos, sin exclusión.
El eje parque Forestal es un espacio que reúne a una diversidad de ciudadanos prácticamente inigualable y les permite realizar libremente gran variedad de actividades recreativas. En ese sentido, de la caricatura de que los vecinos creen que el parque es su patio, urge reconocer que en realidad se trata del patio de gran parte de Santiago centro y que frente a la concentración habitacional que padece la ciudad, el parque Forestal se vuelve una fuente para esparcimiento y una reserva de calidad de vida para miles.
Que el parque, un bien público, fue cedido a un privado como cualquier bien de consumo para que lo intervenga y saque provecho de éste, es un hecho indiscutible, sin embargo esto no debe limitar la discusión a cuánto se empodera el privado y cuánto regala lo público: el debate indica superar esa tradicional dicotomía. El malestar demuestra la incorporación de cierta racionalidad a la que no estamos acostumbrados pero que de todas formas insiste en reaparecer. El parque es un espacio a partir del cual muchos sustentan sus vidas, por lo que por lógica sienten que tienen todo el derecho de participar en el gobierno de dicho espacio. En ese sentido se puede afirmar que a pesar de tener un régimen de propiedad de tipo público, en el fondo es concebido como un “común”. Entonces, lejos del afán de posesión, la búsqueda apunta a tener cierto control de un espacio en el cual viven y participan (Ramis, 2014). Que las autoridades lo hayan cedido para el provecho exclusivo de unos ‘otros’ no puede sino ser visto como una amenaza a la existencia misma de esos ciudadanos y su malestar se justifica porque nada asegura que el día de mañana esto se transforme en una cesión permanente del espacio, sin consulta alguna de quienes necesitan de él tal como es, para el desarrollo de sus vidas. En este sentido y la pregunta más profunda que, en mi opinión, subyace en la perplejidad de los vecinos frente a esta situación es: ¿por qué nadie consideró incorporarlos a ellos, a quienes a diario conviven con el parque?, ¿Por qué nadie pensó en tomar en cuenta su opinión en el proceso de la toma de decisiones del proyecto?. Lo anterior, considerando que si su diario vivir depende de éste, son ellos quienes mejor velarían por su gestión.
En concordancia con lo previamente dicho tanto a vecinos como a las autoridades representantes les queda reconocer y considerar a futuro la eventual eficacia de una activa y real cooperación para que las tomas de decisiones frente a bienes como éste, incorporen de una vez la lógica de los comunes y así, en su proceso reduzcan las brechas de injusticias y den espacio a un pluralismo afín con lo que muchos esperaríamos de una ciudad, de unos ciudadanos y de unas instituciones públicas del siglo XXI.
Por Isidora Cepeda
Santiago de Chile, 2 de febrero 2018
Crónica Digital