Para el candidato de la Unión Demócrata Independiente (UDI), las elecciones presidenciales del día 11 son vitales, pues tratará de acceder a la máxima magistratura por segunda vez consecutiva, tras perder en el balotaje (segunda vuelta) con Lagos.
Lavín, miembro activo del Opus Dei (una asociación católica internacional surgida en España en la tercera década del siglo XX), fue la esperanza de la derecha chilena en 1999, cuando forzó al ahora dignatario saliente a una segunda ronda electoral.
En una reñida votación en primera vuelta fue superado por apenas 31 mil votos por Lagos, el candidato de la Concertación (coalición de gobierno), pero a la hora de la verdad perdió por 51,31 por ciento (tres millones 683 mil votos) frente al 48,69 (tres millones 495 mil 569).
Sin embargo, para cumplir sus derroteros no solo tendrá que superar a la candidata oficialista Michelle Bachelet, sino también al derechista empresario Sebastián Piñera, de Renovación Nacional, una alianza que inicialmente lo apoyó.
Un sondeo, elaborado por el Centro de Estudios de la Realidad Contemporánea (CERC), otorga a la ex ministra de Defensa el 41 por ciento de votos, seguida de Piñera con 22, mientras sitúa en tercer lugar a Lavín (19), y muy lejos al abanderado del pacto Junto Podemos Más, Tomás Hirsch (siete).
De acuerdo con el estudio, a tres días de los comicios, los votos nulos o blancos llegan al cuatro por ciento, en tanto siete «no sabe o no responde».
El director del CERC, Carlos Huneeus, señaló que los candidatos hombres aumentaron sus porcentajes en relación con una encuesta anterior, pero todavía no está claro quien pasaría a una segunda vuelta contra Bachelet, dado el alto número de indecisos.
Nacido en octubre de 1953, Lavín se muestra como defensor de los pobres en un discurso populista que se deshace de sus pilares conservadores y neoliberales, especialmente todo lo que huela a apoyo al ex dictador.
El ex alcalde de Santiago aprovechó cada oportunidad para simpatizar con la causa de los derechos humanos y manifestar su desencanto por el enriquecimiento ilícito de quien fue su mentor político.
«Los hechos que ahí se relatan me producen una profunda decepción por lo que ocurrió en Chile», comentó tras difundirse en 2004 el Informe Valech, el cual certificó que más de 28 mil personas fueron torturadas durante la dictadura.
«Siento una desafección cada vez mayor con lo que fue ese período», aseveró el pasado mayo respecto del régimen militar, época en que además de estudiar una maestría en la Universidad de Chicago, fue decano de Economía de la Universidad de Concepción.
También fue asesor de la Oficina Nacional de Planificación y publicó «La Revolución Silenciosa», un libro de encendidas alabanzas al régimen, además de ser editor del diario El Mercurio.
Sus cuatro años como alcalde de Santiago (2000-2004) los pasó más como candidato que como jefe del municipio más importante de Chile, lo que le llevó a perder apoyo en su objetivo de transformarse de «hacedor de cosas» a «estadista».
Antes, de 1992-1999, fue alcalde de Las Condes, el municipio más rico de Chile, donde cumplió una labor ensalzada diariamente por los medios, que lo elevaron a la categoría de figura nacional.
Con una encomiable fuerza de voluntad, Lavín aún confía en que será él y no Piñera quien compita contra Bachelet en una eventual segunda vuelta, sustentado en una campaña llena de promesas para los sectores postergados.
El candidato de la UDI ha presentado un programa que pone el acento en acelerar el crecimiento económico con empleo, además de oportunidades para las regiones y la promesa de acabar -con mano dura- con la delincuencia.
Para sus detractores se trata de un programa populista que intenta captar votos a fin de lograr su ahora o nunca en la conducción de los destinos chilenos.
Más allá de su pretendido discurso izquierdista, analistas y diversos sectores políticos califican a Lavín de «ser pinochetista renovado, que trata de maquillarse a tono con los nuevos tiempos, con el propósito de gobernar al país».
Santiago de Chile, 11 de diciembre 2005
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