De nombre científico Lactuca sativa, la lechuga puede ser conocida en otras regiones como lettuce, achicoria o sow-thistle. Es nativa del Viejo Mundo, pero ya se cultiva en todas las regiones templadas y tropicales.
Es una planta anual, lampiña, de entre 50 y 90 centímetros de altura, con un tallo hojoso y menudo, muy ramificado en la parte superior. Posee hojas alternas de aovadas o orbiculares y florece en panículas de cabezuelas.
Sus partes empleadas son las hojas y el tallo. Dice el botánico Gómez Pamo en su libro Tratado de Materia Farmacéutica Vegetal que las hojas de la lechuga se emplean como emolientes y narcótico-sedativas. Con ellas, y con su tallo se prepara un agua destilada muy usada como colirio.
El jugo lechoso de la lechuga, sacado por medio de incisiones hechas en el tallo de la planta florida y concretado al aire, suele usarse como buen sedativo.
Las lechugas poseen propiedades hipnóticas análogas a las del opio, pero mucho más suaves y exentas de excitación después de su consumo, produciendo una especie de entorpecimiento que calma los dolores y lleva muy bien al sueño. Empleada durante mucho tiempo, puede modificar ciertas neurosis. Algunos la consideran una planta afrodisíaca.
Sus semillas sirven para preparar una emulsión u horchata muy apreciada como bebida refrescante y algo calmante, muy útil en las inflamaciones del pecho.
El cocimiento de toda la planta, picada y molida, en un litro de agua, se toma en tacitas cada tres horas para la retención de la orina. Tomado por mucho tiempo, este cocimiento resulta un depurativo muy afamado. Se indica para aumentar la producción de la leche materna.
A la lechuga se le atribuyen propiedades laxantes y se emplea también contra las enfermedades hepáticas.
Por: Paco Cruz, de Revista Mujeres
Santiago de Chile, 23 de enero 2006
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