Bachelet viajó el jueves a Córdoba dejando en casa un escenario incierto, con fuertes críticas de la derecha y sectores conservadores del oficialismo por presuntas debilidades del Ejecutivo en el manejo de los conflictos con Argentina (por el gas) y con Bolivia (por el mar).
Sus expectativas no eran tanto los temas de la Cumbre, como la oportunidad que brindaba el encuentro de jefes de Estado de la región para recomponer el diálogo con sus pares Néstor Kirchner y Evo Morales, dos de los frentes externos que más preocupan a Santiago.
En el primer caso, asegurar un suministro estable del gas licuado para satisfacer al menos las necesidades de la población y la industria, y lograr que la subida de los costos -aceptadas ya como inevitables- no tuvieran mucho impacto en los consumidores locales.
Su agenda incluía además la discusión sobre una medida adoptada por el gobierno trasandino de aumentar el precio del combustible en ciudades fronterizas a vehículos con placas extranjeras, consideradas en Chile como discriminatorias e injustificadas.
Empresas privadas que monopolizan la distribución del gas local pagan a Buenos Aires apenas 1,80 dólares por cada millón de BTU (Unidad Térmica Británica) del combustible, muy por debajo del precio internacional, y lo venden a sus clientes locales a 25 dólares.
El gobierno chileno, en lugar de regular el mercado interno como demandaba amplios sectores políticos en el Congreso para evitar la especulación del sector privado con un producto vital para la ciudadanía, pretendía en cambio que las autoridades vecinas mantuvieran sus precios bajos.
Para Argentina, en cambio, la situación se hacía insostenible desde el acuerdo gasífero a largo plazo firmado por Kirchner y Morales hace poco más de dos semanas, en que los precios del suministro boliviano subieron de 3,40 a 5,00 dólares del BTU.
Bachelet regresó anoche con la promesa del titular argentino de Planificación, Julio de Vido, de que el nuevo costo del gas que su país envía a Chile -que será anunciado oficialmente el lunes- no superará los 4,00 dólares, uno menos que el que paga Buenos Aires a la Paz.
También trajo consigo la voluntad de su vecino de «garantizar todo lo vinculado a gas residencial y comercial», diluyendo así el riesgo de un eventual desabastecimiento energético, una de mayores preocupaciones del gobierno de Santiago.
«En la reunión (con Kirchner) he planteado con claridad la posición que Chile tiene sobre la integración energética y quiero decir sobre esa conversación, que los chilenos no tienen nada que temer respecto de cortes», aseveró la mandataria
Respecto del alza dispuesta por el gobierno argentino en el precio de los combustibles para vehículos con patente extranjera, Bachelet informó sobre la voluntad trasandina de revisar la disposición que afecta a los chilenos que cruzan la frontera.
En cuanto a Bolivia, donde delegaciones de ambos países concluyeron el martes la primera ronda de la mesas de diálogo anunciada una semana antes, existía preocupación por la reacción de Morales a declaraciones previas de Bachelet rechazando toda posibilidad ceder territorio a su vecino.
Sin embargo, el mandatario boliviano indicó ayer antes de regresar a su país que tuvo con Bachelet «un diálogo con la agenda abierta, sin excluir ningún tema», y que a partir de esa reunión «empieza el trabajo de equipo».
«Estamos en la obligación de complementarnos en función de las necesidades de nuestros pueblos, y por eso tengo mucha esperanza que esta nueva etapa de relaciones entre ambos países, buscando soluciones a nuestros problemas», puntualizó.
Bachelet, por su parte, declaró que aunque no hablaron de gas específicamente -uno de los principales intereses de Chile en el diálogo con Bolivia-, «hay algunas posibilidades de mirar proyectos energéticos en común».
Por: Angel Pino R. El autor es corresponsal de Prensa Latina en Chile.
Santiago de Chile, 22 de julio 2006
Crónica Digital , 0, 53, 3