Pero buena parte de ellos no están preparados o simplemente, no están Entonces, la escuela y en último término, el estado, ha de suplir o complementar esta delicada tarea.
Cuánta falta nos hace en Chile, sobre todo en los medios populares, esta sana educación de la sexualidad. Echamos de menos la institución en su tiempo de las Jocas. Creemos que como Iglesia en vez de criticar sus deficiencias, hubiéramos hecho mejor con contribuir a mejorarlas. Tenían el mérito, entre otros aspectos, de establecer un diálogo abierto entre los y las adolescentes, los padres y los educadores.
Es importante trascender la mera información anatómica y profiláctica que se suele entregar. Y que los adolescentes que no tengan ejemplos positivos en sus hogares, experimenten contactos con otras parejas o familias bien logradas. Debe subyacer en toda relación un sano concepto de la sexualidad que la vincule naturalmente con la fertilidad y el amor. Que no se la conciba sólo como una mera oportunidad de placer irresponsable y desvinculada de estos valores.
Para el o la adolescente, lo esperado y deseable es la abstinencia de relaciones sexuales. Y no sólo para evitar embarazos no deseados sino también para favorecer un desarrollo normal de la sexualidad y evitar experiencias perturbadoras. Una información sobre los métodos contraceptivos será siempre conveniente. Pero no ha de centrar la atención única. Conforme a lo dicho, hay que hablar del amor, del pololeo, de la familia. El presupuesto es que el sexo no se reduce a la esfera genital sino que abarca en muchas formas, toda la vida y todas las relaciones humanas.
Algunos datos recientes, serios e ineludibles, confirman nuestra preocupación y nuestra búsqueda de soluciones. En un colegio de Cerro Navia, un 27 por ciento de las adolescentes están embarazadas, uno se pregunta cuántas no habrán recurrido al aborto para librarse de un embarazo no deseado.
El gobierno, felizmente, ha reaccionado de buena forma y tiene preparado un plan de educación sexual. Este plan se apoya fuertemente en los padres procurando comprometerlos en esta educación. Toma pues inspiración en este aspecto de las Jocas, como lo hemos señalado.
Hay otra experiencia ilustrativa. Con una población de más de mil muchachas aún estudiantes en colegios, se probaron dos programas de educación sexual; una que insistía más en la abstinencia de relaciones sexuales como medida para prevenir los embarazos no deseados y otro programa que insistía menos. Después de unos 10 años se revisaron los resultados. Un 3,5% del primer grupo no había tenido embarazos no deseados. Un 16,5% del segundo grupo los había tenido. Este resultado nos indica una clara línea pastoral.
La relación sexual del adolescente no tiene sentido pues no se vincula ni con la generación de vida ni con un amor definitivo. El amor que suelen invocar los adolescentes suele ser superficial y pasajero y las relaciones prematuras crearán hábitos que conspirarán contra un amor fuerte y definitivo que la vida va a demandar tarde o temprano.
Es importante inculcar en nuestros jóvenes que la sexualidad es esencialmente una capacidad no destinada al goce individual y narcisista sino al servicio y en apoyo del don de la vida y el amor. Y este amor no es un enamoramiento fugaz y enagenador, sino un compromiso de entrega mutua, solidaridad y cooperación.
P. José Aldunate, SJ es fundador de la Revista Reflexión y Libración. Miembro del Consejo Editorial de Crónica Digital.
Exclusivo para Reflexión y Liberación y Crónica Digital
Santiago de Chile, 10 de octubre 2006
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