Por Marcel Garcés Muñoz
Todo hace suponer que se asoman tiempos tormentosos en el horizonte político y social de Chile.
Según se desprende de los hechos, de los contenidos, acentos y rumbos, de la retórica oficial parapetada en La Moneda, en la Derecha política, económica y social, en el neofacismo aliado con el pinochetismo recurrente, la estrategia oficial parece ser la confrontación social, a través de la violencia institucionalizada y la utilización alevosa del aparato represivo del Estado en el marco de una hipótesis de guerra interna.
En ello el gobierno, y los círculos más belicosos de la Derecha y el empresariado apuestas por instalar el Estado de Sitio en los territorios mapuche, desplegar las fuerzas militares y policiales del Estado, dotarlas de armas de exterminio y carros blindados, invadir el territorio, ocuparlo militarmente, espacio, instalar destacamentos en todos los caminos, desatar una versión siglo XXI de la “pacificación de la Araucanía, y ampliar el calificativo de “enemigo” a todos los demócratas, instituciones culturales, religiosas , políticas del país que se opongan al genocidio, al exterminio, a un nuevo despojo, desde las posiciones de los Derechos Humanos, de los Derechos Indígenas, y la defensa de la humanidad.
El presidente Sebastián Piñera intenta alinear a su bloque político, la Alianza por Chile, a la que incorpora a los neo facistas del llamado Partido Republicano, a los nostálgicos de Pinochet y la dictadura, a las instituciones militares y policiales, junto con presionar, chantajear, subordinar, manipular o presentarlas mediáticamente favorables o “comprometer”, a lo menos, al Poder Judicial, al Poder Legislativo, a los duopolio de las comunicaciones y otros medios informativos, en un plan de ablandamiento nacional (“paso a paso”, para utilizar su escasamente original slogan), para justificar la represión, a los pueblos originarios y a los sectores progresistas y democráticos del país y la violación generalizada de los Derechos Democráticos básicos del país.
El plan es metódicamente aplicado, y solo parece faltar “la chispa que encienda la pradera”, la provocación terrorista, (a cargo por cierto de los grupos de choque fascistas), para sembrar la inseguridad, y validar sus reclamos de mano dura, “defensa del orden social”, y justificar su “guerra interna”.
La insolencia de la provocación de “los pantalones”, (es decir que no tiene pantalones, y que se los regalan al presidente para que “se los ponga” frente a la Intendencia en Temuco, las invocaciones de sacar a los militares a las calles y plazas de todas las grandes ciudades, las ocupaciones de caminos y campos del Wallmapu, es una provocación ya utilizada en los preparativos del Golpe de Estado de 1973 y luego bajo la dictadura derechista militar de Pinochet.
Los chilenos recuerdan los granos de maíz frente a la Escuela Militar acusando de “gallinas” a los militares, las actos de provocaciones protagonizadas por esposas de generales y otros altos oficiales y la provocación alevosas contra el Comandante en jefe del Ejército, Carlos Prats, que culminó con su salida del mando, los asesinatos del Comandante en Jefe del Ejército, general René Schneider (octubre, 1970) y del Edecán Naval del Presidente Allende, capitán de Navío, Capitán de Navío, Arturo Araya (julio 1973)k, como ejemplos claros de las ofensas, y donde llegó entonces la campaña del terror sediciosa, que culminaron con el golpe de Estado de Augusto Pinochet y sus mandantes, el 11 de septiembre de 1973.
La repetición del ambiente que dio los resultados sangrientos de la dictadura de Pinochet (1973-1990), que busca ser reeditado, para provocar, generar un ambiente de inseguridad social, y agredir ofensivamente al Gobierno e insultar al propio Presidente de la República, con una metodología propia de la guerra psicológica, que surge desde sus propios gabinetes ministeriales a veces, y contra los Altos Mandos, es más que evidente y obvia.
Y si faltara algo para completar al cuadro similar al 73, la Sociedad de Fomento de la Producción, como ayer, hace un llamado a la participación de las Fuerzas Armadas en la represión de los mapuche, ahora, y luego la defensa del modelo político, económico, institucional al servicio de los intereses de la Derecha económica y política.
Es decir, la derecha política y económica, reconociendo la incapacidad de gestión de su hombre en La Monda, lo descarta en el mando que supone tener, para reemplazarlo, elegantemente o brutalmente, según sea necesario, por otra de sus cartas, civil o militar, para imponer “su orden” en el país, y disciplinar las cosas.
Y si algo le faltaba al escenario conspirativo, a la “guerra psicológica”, que da sustento, argumentos e inspiración a la la violencia verbal, a las amenazas de muerte a los “terroristas” ,( siempre a “los de izquierda”, a los demócratas, nunca a los propios, los paramilitares de los empresarios, infectados de agentes encubiertos de los servicios de inteligencia), pronto aparece el “incendio” del monumento al General Manuel Baquedano, nuevos saqueos, asesinatos de niños para sembrar el odio, la inseguridad, la condena masiva mediáticamente estimulada pero indeterminada, y el consiguiente “pronunciamiento militar” , gubernamental, político y de voces “influyentes”, de quienes apelan al “patriotismo”, el orden social, la “seguridad nacional”, incluso de los altos mandos de las Fuerzas Armadas, que descalifican a “enemigos internos”, a individuos “antichilenos”, que no condenan de manera terminante y pronta, de manera virulenta a los “violentistas”, en definitiva, a los “enemigos internos”.
Es una reedición del escenario de la “guerra interna” instalado en 1973, y so pretexto de una supuesta amenaza terrorista magnificada hasta el paroxismo, del cultivo de la inseguridad ciudadana, una ruptura del orden social, y la instalación del miedo como metodología de dominio y de chantaje social desatado, y hasta de amenazas a la vida contra la oposición, los sindicatos, los jóvenes, los pobladores y pobladoras, los intelectuales, asesinatos alevosos de figuras democráticas o militares.
Como lo enseña la experiencia que llevó al Golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973, se completa un escenario de caos, un caldo de cultivo para una asonada militar totalitaria (con la Derecha, política y militar y el Imperio, detrás del poder).
Lo que aquí está hoy en riesgo es la democracia, la materialización de la demanda de una nueva Constitución para un Chile más justo, la institucionalidad, los derechos y demandas de la ciudadanía.
Esto podría ser fatal. Es de esperar que la sociedad no se olvide de lo que está en juego hoy. Y que no se deje embolinar la perdiz con falsas disyuntivas, o confrontaciones, con que la Derecha quisiera distraer a los ciudadanos.
Y pareciera que no hay mucha conciencia del dilema histórico de Chile. Y el gobierno y los medios de comunicación parecen vivir una realidad paralela.
Y una reflexión más. Dicho sea de paso, aunque no por casualidad: Aquí nadie puede pretender ser el único o máximo patriota. O estar en posición de poder acusar al otro de “antichileno”.
Eso revive las descalificaciones que algunos supuestos “patriotas” de entonces (1973-1990), de la época de la dictadura de Pinochet, de uniforme o civiles, utilizaron para justificar el degollamiento, el genocidio, el lanzamientos de chilenos al mar o a los ríos y volcanes, o las fosas comunes en el desierto o los fusilamientos, sus violaciones de los derechos humanos de miles de chilenos, sus crímenes.
Tenemos asuntos más urgentes que analizar, como la corrupción de generales o cúpulas castrenses o policiales, justamente sometidos a procesos.
Y en el plano político, el contendor es la Derecha, que busca camuflarse con el ropaje del populismo, pero que no logra disimular su rostro del lobo feroz de siempre-y a quién hay que vencer. En las urnas, con la voluntad de las mayorías, la participación, los sueños, como es el método de las democracias.
Por Marcel Garcés Muñoz
Periodista
Director de Crónica Digital
Santiago de Chile, 9 de marzo 2021
Crónica Digital