Por Luis Cifuentes Seves
La memoria, siempre la memoria. No volveré a Proust ni a Durrell, tampoco a Balbec ni a Alejandría. Pero a medida que las décadas se acumulan, breves recuerdos ayudan a justificar la propia existencia. La pregunta subyacente es: ¿son recuerdos reales, resignificados, parcial o totalmente inventados?
______________________
El camino tenía una sola dirección. No se permitía retroceder, aunque no vi a nadie encargado de imponer la medida. Era una suerte de slalom sin nieve entre ruinas antiguas, un desfile para turistas desinformados.
Mi principal preocupación durante el recorrido fue que alguna de las altas murallas que debíamos esquivar fuera a venirse abajo por el simple peso del tiempo o un temblor. Se notaba que ya había ocurrido. En mi atuendo veraniego, me sentía entre sorprendido y estúpido por haberme metido en esto.
Nada de frescos borrosos en las antiguas paredes, nada remotamente parecido a un mini Buda de Bamiyán socavado en la roca. Nada que admirar, nada que fotografiar. Mi compañera de viaje se reía a carcajadas. “Espero que a la salida haya algo más entrete, Julito”. Después de media hora de caminata salimos del cuasi laberinto, desembocando en una plaza donde vendían bebidas heladas y misteriosos rollos comestibles. El grupo se disolvió rápidamente entre quejas en diversos idiomas.
Pero había algo en el costado más lejano de la plaza: un local muy llamativo donde ofrecían variados tours de la región. Me confundí. ¿En qué continente estamos? “Pangea”, respondió ella jugando a ganadora, mientras hacía algo parecido a un gracioso paso de baile, acaso prefigurando la noche.
________________
Creo que ya les conté que mi amigo Roberto falleció hace algún tiempo y anda penando. Aparece en su versión juvenil y me trata de usted y de “profesor”, como hacíamos bromeando en los viejos tiempos de Manchester.
Roberto: ¡Profesor! Supe el otro día que un gil se ha jactado de que leyó el “Ulises” de Joyce a los 15 años de edad.
Julio: Ah ¿sí? Yo le creo y ni siquiera me parece jactancia. Si el libro había estado en su casa desde su infancia, posiblemente en traducción española, la tentación de hojearlo debe haber sido irresistible.
Roberto: Yo leí la versión en inglés después de los 25.
Julio: Yo, a los 30.
Roberto: No fue fácil la lectura, profesor. Joyce va inventando el lenguaje mientras escribe y hace referencias culturales recónditas. Tuve que consultar la enciclopedia muchas veces para llegar hasta el final.
Julio: ¡Pero llegaste! Esa ya es una gracia. Son como mil páginas. A pesar de ser original y complejo, el “Ulises” tiene algo de novela tradicional. Transcurre en un día, hay tres personajes centrales bien definidos y un cuarto cuya sombra se proyecta sobre todo el relato. Uno de ellos hace un largo recorrido por Dublín. Te cuento que, cuando la conocí en los 80, me pareció la capital más lenta del mundo.
Roberto: ¿Conoció Dublín, profesor?
Julio: Sí. Subí mi auto a un ferry en Liverpool y recorrí casi toda Irlanda en cinco días. No intenté hacer el itinerario de Bloom.
_________________
Dubrovnik se encuentra en el extremo sur de Dalmacia, hoy parte de Croacia. Conocida como “la Atenas dálmata” y “la perla del Adriático”. Dominada por la Montaña de San Sergio, el nombre de la ciudad amurallada proviene de dubrava, bosque de robles. Ya existía en el siglo IX y estuvo sucesivamente bajo el dominio o protectorado de Venecia, Bizancio y Hungría. Merced a las habilidades diplomáticas de sus gobernantes, llegó a un tratado de alianza y protección con el Imperio Otomano.
Dubrovnik mantuvo su independencia durante mil años hasta que Napoleón se impuso, y llegó a rivalizar en riqueza con Pisa y Venecia y, en cultura, con Florencia. Su patrimonio se originó en la navegación y el comercio marítimo.
Una impresionante muralla de dos kilómetros de extensión y 25 metros de altura rodea la ciudad, a la que se puede acceder por las puertas de Pile y Ploce.
En el siglo XX formó parte de la Croacia liderada por Ante Pávelic y fue asediada por guerrillas antifascistas.
Cuando Yugoslavia colapsó a la muerte de Tito, Dubrovnik se mantuvo al alero de Croacia y, con excepción de un bombardeo serbio-montenegrino en 1991, no sufrió grandes daños.
Hoy, después de tanta historia, es un balneario de super lujo, donde los estacionamientos valen más de cien euros diarios.
__________________
Roberto: Profesor, ya que estamos en Joyce ¿leyó “Finnegans Wake”? Yo no pude terminarlo. Llegué como hasta la mitad y tiré la esponja, pero he leído muchos comentarios sobre la obra.
Julio: Se ha dicho de todo: que no es una novela, que no tiene personajes, que no tiene argumento, que no se sabe en qué idioma está escrita, etcétera. Varios autores importantes la han ninguneado, mientras que otros han hecho carreras académicas tratando de explicarla. Yo sí la terminé. Fue una labor de amor y de asombro. Me tomó bastante tiempo y también tuve que recurrir a enciclopedias para entender numerosas referencias oscuras. Y no las entendí todas.
Roberto: Explíqueme el amor y el asombro…
Julio: La terminé por amor a algo que, me parece, es mejor dejar indefinido, sin pronunciar, un mirar hacia arriba sin saber lo que se busca, pero amor al fin. En cuanto al asombro, se trata de mi extrema admiración por el genio de Joyce, por su potencia intelectual, literaria, filosófica, histórica, lingüística. Creo que nadie lo ha superado.
Roberto: Ud. recordará que cuando tenía alrededor de treinta años me embarqué en una novela muy ambiciosa y nunca la terminé. En ella introduje referencias culturales, pero de repente sentía que estaba haciendo trampa, porque las buscaba con lupa y las investigaba a fondo. No las tenía en las yemas de los dedos…
Julio: Bueno, Joyce hubo uno solo. Una pena que no hayas terminado tu novela. Me habría encantado leerla.
Roberto: Por ejemplo, mencioné al Capitán de Köpenick, al Rey Canute y al Tío Tom Cobley.
Julio: Esos personajes pueden basarse en hechos reales o en mitos urbanos o rurales, pero una vez que adquieren carácter arquetípico su origen se hace irrelevante. Yo me he sentido tentado de referirme al álbum No. 2 de los Traveling Wilburys como metáfora de algo que no existe. El problema, si lo hay, es que mucha gente no sabe que no existe.
_________________
Un sueño mío:
A zancadas largas pero pausadas, Joyce camina por Stradún, la arteria principal de Dubrovnik. Su destino es claro: se dirige a la biblioteca del Monasterio de Santo Domingo, donde desea revisar libros antiguos, esperando que le permitan poner sus manos sobre algunos incunables.
Pasa la Fuente de Onofrio y la Plaza Luza admirando la magnífica mezcla de arquitecturas. Su conflicto con la iglesia católica le impide prestar atención a la Catedral de la Asunción.
Comunicarse con los lugareños no le ha sido difícil ya que, en su casa de Trieste, donde vive hace varios años, sólo se habla italiano y en Dubrovnik se ha usado tanto el italiano como el croata por siglos.
Pero mientras avanza, su mente vaga una y otra vez hacia su obsesión del momento: corre el año 1912 y la publicación de su libro “Dublinenses”, sigue siendo demorada por el editor George Roberts, temeroso de querellas por obscenidad y calumnias. “¡Maldito bastardo!” dice James en voz alta sin que nadie repare en su furia.
Finalmente, entra al monasterio.
Despierto.
_________________
Mi amiga Pirinola, muy versada en las Humanidades, me escribe por WhatsApp desde un lejano rincón del mundo:
Pirinola: Hola, querido. Vi que estás promoviendo a Joyce en un chat. No supe si admirar tu intento o reírme.
Julio: La risa es el mejor remedio para todo. En mi defensa, te diré que obtuve buenas respuestas. Así justifico mi modesta cruzada.
Pirinola: Tú de modestia no tienes nada. Ese es tu autoengaño persistente, pero bien intencionado (emoji de risa).
Julio: Paso. No estoy motivado para el autoanálisis por hoy.
Pirinola: OK (emojis de besos). Permíteme una consulta literaria: ¿Cuáles son los motivos conductores de “Ulises” y de “Finnegans Wake”?
Julio: A ver. Como siempre, sólo tengo opiniones, no verdades reveladas. Partiendo de que “Ulises” está inspirada en “La Odisea”, para mí, su motivo conductor es Dublín, la urbe con todas sus grandezas y miserias, símbolo de un pequeño país martirizado que se ha desquitado del mundo produciendo grandes escritores. Cuatro Premios Nobel de Literatura y varios más que debieron haberles otorgado, con sólo 5 millones de habitantes.
Pirinola: ¿Y “Finnegans”?
Julio: En este caso, creo que el leitmotiv es una imbricación entre el humor y un asalto despiadado a los cánones literarios. Veo a la “Wake” como precursora temprana de muchas obras menores, pero agudamente cuestionadoras. Por poner un ejemplo, te recuerdo a Seinfeld, la serie televisiva.
Pirinola: ¿La de Jerry Seinfeld?
Julio: Sí, la misma. La serie acerca de nada, que durante casi una década sometió a la sociedad neoyorquina de los 90 a la crítica más salvaje y develadora.
Pirinola: ¿Un ejemplo?
Julio: Podría darte muchos, pero ver a George Constanza en su rol inventado de biólogo marino contando cómo le salvó la vida a una ballena sacándole una pelota de golf de su agujero de respiración, es tan falso y ridículo que llega a ser sublime. O el juicio final ¡El Juicio Final! cuando el cuarteto protagónico se ve enfrentado a sus pequeñeces, mezquindades e insensibilidades ante un tribunal, para terminar encarcelados como consecuencia.
Pirinola: OK (emoji de aprobación). ¿Qué sería entonces la buena literatura?
Julio: Para mí la mejor literatura es la que te lleva a conjurar visiones imborrables de cosas que nunca viste y que, si llegaras a verlas, te decepcionarían comparadas con las que intuyes o imaginas. Estas te iluminan, produciendo un resplandor similar al de una aurora boreal.
_______________________
Nunca conocí Dubrovnik.
¿Importa?
___________________________
Luis Cifuentes Seves fue académico por vocación y escribe por compulsión. Su próximo libro será “Mi catedral todavía está ahí”.
Santiago de Chile, 6 de febrero 2023
Crónica Digital