No hay duda de que fue la XIV versión del Festival Internacional de la Canción de Viña del Mar, en febrero de 1973, fue la más agitada de su historia. Fue un riguroso reflejo de la situación general del país.
Apenas cinco meses antes, la oposición al Gobierno de la Unidad Popular había tomado en forma desembozada el camino del golpe de Estado, convocando en octubre de 1972 a la paralización nacional de actividades.
El conflicto, que pasará a la historia como Paro de Octubre, fue resuelto con la designación como ministro del Interior del comandante en jefe del Ejército, general Carlos Prats. Luego se inició la campaña para las elecciones parlamentarias, convocadas para marzo siguiente, en clima de enfrentamiento.
En estas circunstancias se realizó el torneo musical, con grupos sociales artificialmente conducidos a una lucha frontal inédita en el país, como consignó Ignacio Vicuña en un trabajo sobre la historia del Festival, escrito con la colaboración de Scottie Scott y Laura Gudack y publicado durante la dictadura (La Gaviota de Viña del Mar, 1975).
En esa oportunidad, la conducción estuvo a cargo de César Antonio Santis y Rosa María Barrenechea, hija del poeta Julio Barrenechea, la transmisión al país fue realizada por el Canal 7 y en la producción general trabajó un periodista democristiano que, con el paso del tiempo, adquirió enorme notoriedad: Gonzalo Bertrán.
EL PREAMBULO
Vicuña contó que todo comenzó cuando la tensión existente halló un cauce de salida en la etapa folklórica. El poeta y Premio Nobel de Literatura, Pablo Neruda, había escrito unos versos, A la Bandera de Chile, y Vicente Bianchi los musicalizó. Ambos amigos decidieron que la pieza había quedado muy digna, que podía tener chance en el Festival de Viña.
Recordemos que Neruda y Bianchi ya habían hecho pareja en Las Tonadas de Manuel Rodríguez y otras similares. Según Bianchi, el poeta le habría señalado en muchas ocasiones que, gracias estos discos, la gran mayoría de los chilenos tuvieron la oportunidad de conocer parte de su historia patria.
La revista Ercilla informó el 14 de febrero, que aquella canción fue la primera chispa del incendio pasional que estalló ( ) en la Quinta Vergara. Mientras algunos aplaudían al vate Premio Nobel, otros ponían coro a su nombre con rechazos sostenidos.
En efecto, cuando el tema fue interpretado por el grupo Los Fortineros, un sector del público comenzó una rechifla estridente. En ese mismo momento quedó en evidencia la consistencia de las apelaciones opositoras al nacionalismo y la defensa del pluralismo ideológico. Otros asistentes irrumpieron en aplausos. El estruendo impidió escuchar la canción.
En menor grado, también recibió rechiflas la cantante Charo Cofré, que presentó el tema
Mi Río de Julio Numhauser. Un año antes, la artista había obtenido el reconocimiento de Mejor Intérprete en folklore, y mereció el Premio de los Periodistas del Festival.
Al margen de los méritos poéticos y musicales, el jurado estaba amedrentado. Resolvió acudir a un notario público para elegir los premiados.
La mayor preocupación era la presentación de Quilapayún, programada para el domingo 4 de febrero. Las cualidades musicales del conjunto eran incuestionables. De hecho, en 1966 había obtenido el primer premio en el Festival Nacional del Folklore.
A los opositores más le importaban sus tendencias concientizadoras izquierdizantes (sic), como sostuvo revista Ercilla, entonces controlada por la Democracia Cristiana.
La derecha comenzó a distribuir panfletos, llamando a organizar contramanifestaciones en la presentación. Hablaban de cortarles la cabeza a los upelientos. Por otro lado, los habitantes de los cerros de Viña del Mar se organizaron para respaldar al grupo.
Quilapayún dono el dinero que ganaría por su participación para que 150 obreros y 150 estudiantes compraran entradas.
LA NOCHE DE LOS QUILA
Cuando César Antonio Santis anunció al Quilapayún la tensión acumulada se desató.
En algunos lugares de la Quinta se encendieron antorchas. Una gran cantidad de público estalló en aplausos y otro sector comenzó a pifiar, describió la revista Ramona.
La Quinta Vergara estaba repleta como nunca antes y la cantidad de público superaba el número de entradas vendidas.
A pesar de la animadversión de los opositores, cuando fueron invitados los Quilapayún pensaron que era una buena ocasión de mostrar que nuestras canciones no herían a nadie, y que podíamos encarar nuestra participación, buscando el consenso, más que el enfrentamiento, recordó Eduardo Carrasco en su libro La Revolución y las Estrellas. Agregó: Nuestra intención estaba lejos de ser provocadora, queríamos hacer un buen papel, mostrar nuestro nivel profesional, el contenido amplio de nuestras canciones más importantes.
Al momento de salir al escenario, la reacción del público fue inmediata. Tengo todavía en los oídos el chiflido apocalíptico que resultaba de esas treinta mil personas, la mitad aclamando, la mitad repudiando.
Las primeras palabras de Willy Oddó apenas pudieron escucharse. Y cuando mencionó a la Nueva Canción Chilena y dedicó su actuación a Violeta Parra y Rolando Alarcón, los alaridos de indignación de los opositores a la UP subieron de tono. Comenzaron con Nuestro Cobre, un tema que se refería a la nacionalización de la riqueza cuprífera.
Los que habían venido a colgarnos, además de gritar, lanzaban proyectiles al escenario, tratando de darle al asunto un cariz de violencia (
) Los nuestros gritaban, bailaban y saltaban, haciendo cabriolas en una batahola descomunal. El todo era un espectáculo impresionante, del que fuimos espectadores privilegiados durante bastante rato, antes de que nos decidiéramos a comenzar a cantar, contó Eduardo Carrasco.
Frente a la evolución de los acontecimientos, el grupo resolvió un giro en su programa. Luego que Rodolfo Parada hizo un discurso en el que reprendió a quienes protestaban, entonaron dos de sus canciones más políticas: La Batea y Las Ollitas, las cuales fustigaban expresamente la conducta desestabilizadora de la oposición a la UP.
Sin más titubeos, comenzamos a cantar: las razones de gritar, de golpear el suelo con los pies, de chiflar y de lanzar proyectiles, se multiplicaron. En medio de este increíble bullicio, nosotros actuábamos como si no pasara nada, dirigiéndonos a las cámaras de televisión, las cuales se suponía, estaban filmando todo el evento, señaló Carrasco.
EL EPILOGO
El conjunto había calculado que la clave de su presentación debía ser la transmisión por televisión, que permitiría que todo el país pudiera conocer su discurso y la forma en la cual harían frente a una eventual situación conflictiva. De hecho, en su intervención, Parada se dirigió a los señores televidentes. Sin embargo, consignó después Carrasco, alguien boicoteó el programa, y la emisión se interrumpió justo en el momento en que salimos al escenario. Sólo las radioemisoras locales transmitieron nuestra hazaña en su integralidad.
La responsabilidad de impedir que se grabara la actuación habría sido de Bertrán, quien intentó culpar al director de programación de Canal 7, Helvio Soto, vinculado entonces al MIR y a la izquierda crítica de la vía chilena al socialismo.
Según consignó la revista Ramona, los diarios opositores pusieron el grito en el cielo. La UP hundió el Festival, decían. La Radio Agricultura de Valparaíso hizo llamados para que los demócratas acudieran a la Quinta a protestar en contra de ese conjunto marxista, en caso que actuaran nuevamente.
Los organizadores resolvieron un inédito receso del torneo, en espera de los intérpretes extranjeros, y suspendieron la sesión del 5 de febrero, en la que deberían conocerse los ganadores de la competencia folklórica, quienes fueron finalmente informados a través de un boletín entregado en el Hotel OHiggins. También se descartó una presentación de Los Huasos Quincheros, para evitar que continuara la pugna en el público.
Tiempo después, los Quilapayún fueron entrevistados por la revista El Musiquero. Opinaron que la calidad del Festival de Viña es muy discutible. Explicaron: Se ha desconocido sistemáticamente en él la labor de los artistas populares de la Nueva Canción Chilena, llegándose incluso al extremo de que Violeta Parra, la más grande de las artistas nacionales, ni siquiera pisó el escenario de la Quinta Vergara.
El folklore siempre ha sido postergado aun plano de segunda importancia y los artistas chilenos han tenido que pelear para que se les conceda la escasa participación que tienen. Se gastan grandes cantidades de dólares para traer artistas extranjeros de tercera y cuarta categoría ( ) En suma, un festival mediocre, que no cumple la función que debería cumplir: Desarrollar los valores nacionales en el plano de la canción popular, subrayaron.
Por: Víctor Osorio. El autor es periodista y escritor. Director periodístico de Crónica Digital.
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PRESENTACIÓN DEL QUILA EN VIÑA DEL MAR
Fuente audio:www.quilapayun-chile.cl
Santiago de Chile, 25 de febrero 2006
Crónica Digital