Por estos días se ha escuchado con insistencia entre dirigentes de diversos sectores la palabra “izquierdización”. Así, todo reclamo democrático planteado por sectores ciudadanos se incluye como síntoma de esta enfermedad. Demandar una Asamblea Constituyente para cambiar la constitución e iniciar un proceso de reconstrucción social y profundización de nuestra democracia solo puede ser el resultado de un delirio debido al consumo de opio. Lo cierto, sin embargo, es que nuestro país ha vivido por casi cuatro décadas exactamente el fenómeno inverso: una “derechización” extrema.
La “derechización” comenzó hace casi cuarenta años cuando una tropa de conjurados al servicio de una potencia extranjera depuso por la fuerza de las armas a un gobierno constitucional. Desde aquel infausto día se ha enseñoreado entre nosotros la extrema derecha, sometiendo a los más a indignos salarios, privándoles de sus derechos básicos en educación, salud y previsión social. Hasta el presente la mayoría de los victimarios siguen impunes, y en muchos casos enriquecidos y posando de demócratas. La “derechización” de nuestro país es la realidad cotidiana que debe padecer la mayoría de las familias endeudadas, estudiantes y trabajadores.
El discurso de la derecha sobre una supuesta “izquierdización” ante cualquier demanda democrática encubre su estrategia por perpetuar el legado de la dictadura de Pinochet para preservar sus abusivos privilegios. Desde una perspectiva democrática, lo único que cabe es el reclamo de una nueva constitución para Chile, único modo de restituir la soberanía popular. En el actual orden que nos rige es imposible plantearse con un mínimo de seriedad una transformación democrática en nuestro país.
Ante una sociedad que segrega, excluye y margina a las mayorías, resulta moral y políticamente imprescindible plantear el reclamo patriótico y democrático por una Asamblea Constituyente hacia un Estado protector y responsable que deje atrás el triste y oscuro legado dictatorial. Las cosas por su nombre: Ha llegado el momento de plantear un nuevo camino para nuestro país, muchos chilenos estamos hartos de salarios miserables para la mayoría y utilidades millonarias para las grandes empresas, estamos hartos del abuso y la demagogia.
Los movimientos sociales han expresado de manera clara y rotunda un profundo malestar de la ciudadanía con el actual estado de cosas: Chile reclama cambios de fondo. Se requiere una transformación democrática de nuestra sociedad en que la participación de los ciudadanos sea una realidad a nivel local y nacional, una sociedad inclusiva y tolerante que dé buena cuanta de la diversidad cultural. Un país, en fin, que recupere su propia dignidad salvaguardando sus riquezas naturales de la depredación de grandes corporaciones globales. Un Chile justo capaz de abolir la malsana “derechización” en que estamos sumidos.
Por Alvaro Cuadra.Investigador y docente de la Escuela Latinoamericana de Postgrados. ELAP. Universidad ARCIS.
Santiago de Chile, 23 de octubre 2012
Crónica Digital