El martes 18 de julio los vicecancilleres de ambos países, Alberto van Klaveren y Mauricio Dorfler, acordaron desarrollar un diálogo amplio y constructivo, sin exclusiones, entre Bolivia y Chile, basado en la confianza mutua, la cooperación y el entendimiento. En esta agenda se ha incorporado el tema marítimo, ya que por primera vez un gobierno chileno acepta colocar encima de la mesa este problema.
La actitud de la cancillería chilena es digna de ser destacada. Porque construir una agenda de trabajo bilateral con Bolivia, y seguir obviando el tema del mar sería continuar como en los últimos cien años: escondiendo la cabeza frente al verdadero elemento que debe ser debatido. Es necesario un diálogo sin apresuramientos, pero que enfrente las diferencias reales, de un modo desprejuiciado y constructivo. Es evidente la necesidad de asumir este tema, pues todo esfuerzo en el restablecimiento de las relaciones bilaterales será estéril si no se reconoce que es ese, y no otro, el punto clave que requiere reflexión mutua, diálogo paciente y enorme valentía.
Los gobiernos de ambos países llegan a esta mesa de discusión sostenidos por una gran legitimidad democrática, y avalados la enorme mayoría de sus ciudadanos, que esperan avanzar en procesos de integración y amistad. La calurosa bienvenida que el presidente Evo Morales recibió en marzo de este año en su visita a Santiago, y la acogida boliviana a variadas muestras culturales chilenas que han visitado Bolivia así lo demuestran. Incluso Joaquín Lavín, junto a medio centenar de estudiantes de la Universidad del Desarrollo asistió recientemente en La Paz a una clase sobre la versión boliviana de la Guerra del Pacífico.
Lamentablemente, el cortoplacismo, la arrogancia y la soberbia de algunos chilenos parecen no tener límites. El acercamiento de Chile y Bolivia es mal visto por las mentes afiebradas de sectores militaristas, que han comenzado a disparar las teorías más absurdas con tal de impedir que avance este proceso. Para eso hay que fabricar un enemigo, tratando de instalar una supuesta amenaza en la mente de los chilenos.
Daniel Prieto Vial, supuesto analista internacional, propone aislar y bloquear a Bolivia, cortándole el paso a sus productos, para obligarle a vender su gas. Incluso este comentarista llega a deslizar la hipótesis de desconocer el Tratado de 1904. ¿Porque esta beligerancia tan absurda? Acercar posiciones con Bolivia es eliminar una de las hipótesis de conflicto que actualmente maneja el ministerio de defensa. Al hacerlo, sería mucho más difícil justificar nuevos gastos militares, lo que es un pésimo negocio para los analistas de defensa, que en muchas ocasiones obtienen jugosas comisiones cuando logran ayudar a cerrar un negocio de estas características. Por eso es necesario seguir construyendo una hipótesis de conflicto, que justifique mantener o incrementar el gasto en armas y la ley reservada del cobre.
Para otros, la beligerancia con Bolivia está marcada por el olor a gas. Recordemos que en abril de 2004 el gobierno de Carlos Mesa firmó un convenio de aumento del volumen de exportación de gas hacia Argentina a un precio solidario. Este convenio permitía que Repsol-YPF y Petrobras en Bolivia pudieran transferir a muy bajo costo un mayor volumen de sus reservas de gas boliviano a un precio muy reducido a sus filiales en Argentina. Un negocio altamente lucrativo para las transnacionales que expoliaban a precios irrisorios el gas boliviano para venderlo a terceros países a precios internacionales. Luego de la nacionalización del gas, La Paz ha exigido que Argentina pague un precio justo por este recurso. Es absolutamente lógico que este aumento se traslade a las transacciones con Chile. Si un caso similar ocurriera con nuestro cobre seguramente nadie estaría reclamando.
Finalmente, un tercer motivo de agresividad contra Bolivia parece provenir simple y llanamente del interés de algunos en promover el racismo, la xenofobia, la intolerancia, y el etnocentrismo.
Sin duda estamos en un momento propicio. Es el momento indicado para enfrentar los temas conflictivos. Porque alcanzar una paz justa, estable y duradera, requiere mucho más coraje que el que muestran muchos soldaditos de escritorio.
Por: Alvaro Ramis. El autor es miembro del Consejo Editorial de Crónica Digital.
Centro Ecuménico Diego de Medellín.
Santiago de Chile, 27 de julio 2006
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