Lo expresado por el presidente Vladimir Putin y sus más cercanos colaboradores en una intensa interacción con gobernantes de diversas naciones, ratifica esa voluntad política del país que ocupó en enero la presidencia del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas.
En las primeras semanas del nuevo año, Putin se entrevistó en Sochi con la líder alemana, Angela Merkel, presidenta del G-8 y de la Unión Europea (UE).
Apenas unas horas después, también en la ciudad balneario del Mar Negro, recibió a Romano Prodi, entonces primer ministro de Italia, país que en representación de la UE ocupa un escaño temporal en la estructura de Naciones Unidas cuyas decisiones son de obligatorio cumplimiento.
Al final del fructífero encuentro con Prodi, en rueda de prensa conjunta, Putin afirmó que Moscú determinará su propio lugar en el mundo y se inclinará hacia un orden mundial equilibrado.
Rusia se esforzará porque el mundo sea balanceado, multipolar y que en él se tenga en cuenta los intereses de todos los participantes, añadió el jefe del Kremlin.
Al refutar las críticas a la política de Moscú, el líder ruso sostuvo que tras esos argumentos se ocultan los deseos de no tomar en cuenta los intereses legítimos de Rusia, y por el contrario ponerla en el lugar que otros estiman conveniente.
En alusión a Estados Unidos, el presidente sostuvo que después del derrumbe del mundo bipolar a alguien le surgió la ilusión de que se podían resolver los problemas desde un solo centro.
Pero resulta que no es así, advirtió de modo enfático, y ese enfoque lleva a que aumente el número de crisis y disminuyan las posibilidades de su solución.
Las críticas contra Moscú se asocian con el hecho de que Rusia se fortalece económica, política y militarmente, y retoma su influencia en el mundo, concluyó el estadista.
Hacia el liderazgo El derrumbe de la Unión Soviética y el desorden derivado de este trauma social dejó sumida a Rusia en una profunda crisis económica, en medio de la cual sus gobernantes abrieron puertas al capital extranjero y asumieron una política de complacencia hacia Occidente.
Esta estrategia afectó en buena medida los intereses nacionales de la Federación rusa, que se vio relegada en rubros en los que ocupó posiciones de punta en el mundo como el sector energético y la venta de armamentos.
La llegada al poder de Vladimir Putin y su equipo significó una paulatina vuelta de timón, coincidente con una bonanza del mercado de los energéticos, que aporta a Moscú como promedio ingresos de unos 500 millones de dólares diarios.
Al mismo tiempo, la industria de armamentos tocó fondo, reinició su etapa de auge, y en los últimos cinco años relegó por el volumen de ventas a los competidores estadounidenses y europeos.
Datos recientes aportados por el ministro de Finanzas, Alexei Kudrin, señalan que en 1999 el Producto Interno Bruto (PIB) ruso fue de 196 mil millones de dólares, y siete años después, en 2006, ascendió a cerca de un millón de millones.
En este último año el crecimiento económico fue del 6,9 por ciento, y desde el punto de vista monetario triplicó en dólares al PIB.
Al cierre de diciembre pasado, la economía rusa superó a la de un coloso como Italia, y se prevé que en 2009 relegue a Francia.
Cifras publicadas aquí por el ministerio de Finanzas en los últimos días, indican que en enero de 2007, ya fue superado el nivel del PIB existente en Rusia en 1990, en la última etapa soviética.
Esta fortaleza económica permite a Moscú asumir una posición más firme e independiente en la defensa de sus intereses nacionales, tanto en el plano bilateral como en el multilateral.
Al respecto, Putin reiteró en una reciente visita a la India que Moscú no pretende imponerse como una superpotencia, aunque sí consideró vital su fortalecimiento del poderío económico y militar como garantía del respeto del derecho internacional.
Para el mandatario, las interpretaciones contrarias buscan quebrantar la confianza hacia Rusia y crear el prototipo de potencial enemigo como en la era de la guerra fría.
En la India, nuevamente el presidente reafirmó la posición de Rusia en defensa de un mundo multipolar y la disposición de participar como miembro pleno de la comunidad internacional, respetando el derecho internacional.
Insistió, al mismo tiempo, en la necesidad de que impere un orden democrático y un sistema de derecho en el cual hasta el más pequeño país pueda sentirse seguro.
Otra expresión del rechazo de Moscú al hegemonismo de Estados Unidos en las relaciones internacionales, fueron las declaraciones críticas del entonces ministro de Defensa, Serguei Ivanov, ante los planes estadounidenses de imponer su dominio militar en la ingravidez.
Moscú rechaza de forma categórica el emplazamiento de armas nucleares en el cosmos y el afán de imponer la hegemonía en el espacio sideral con propósitos armamentistas, dijo el también vicepresidente del gobierno.
Esas declaraciones coincidieron con la aprobación por la administración del presidente estadounidense, George W. Bush, de una nueva redacción de la doctrina Operaciones en el Espacio, en la que se insiste en la tesis de la superioridad militar de Washington.
El viaje más reciente a Estados Unidos del ministro de Asuntos Exteriores, Serguei Lavrov, se inscribe también en la política rusa de reconquistar parte del liderazgo internacional que ostentó la Unión Soviética.
En declaraciones a la prensa, Lavrov afirmó que esperaba recibir explicaciones de la cúpula estadounidense acerca del aumento de la presencia de sus tropas en el Cercano Oriente.
Durante la vista, el jefe de la diplomacia del Kremlin participó en la reunión del cuarteto de mediadores internacionales para el arreglo del conflicto israelo-palestino, zona en la que Rusia reactiva su papel de influyente interlocutor.
Por Jorge Petinaud Martínez. El autor es Corresponsal de Prensa Latina en Rusia.
Santiago de Chile, 1 de marzo 2007
Crónica Digital
, 0, 26, 2