Una amplia y detallada información sobre esas organizaciones -en las cuales Washington ha invertido muchos millones de dólares- aparece en la recién publicada Enciclopedia sobre Terrorismo, colocada por Cuba en Internet a mediados de enero.
Un simple análisis de esa relación y de las actividades desarrolladas por los agresivos elementos involucrados en las campañas contra Cuba, muestra fácilmente el nivel de involucramiento en ellas de los gobiernos estadounidenses.
En primer lugar, puede verse que la fecha de agrupamiento de estos contrarrevolucionarios, en muchos casos, confirma la temprana participación de la Casa Blanca en esas actividades para tratar de frustrar por la fuerza los inevitables cambios registrados en la isla.
Por supuesto, en la cronología se repiten nombres muy conocidos de terroristas al servicio de Washington, entre ellos Luis Posada Carriles y Orlando Bosch, preferidos por sus jefes para esta clase de operaciones.
Aunque algunas organizaciones de este tipo son muy conocidas, otras no tuvieron tanta propaganda pero fueron bien alimentadas por los generosos fondos distribuidos por la CIA y demás agencias de inteligencia de Estados Unidos.
Así puede verse que, por ejemplo, los denominados Comandos L se integraron tempranamente, a inicios de 1960, y realizaron un ataque al buque soviético Bakú, cargado con azúcar cubana en Caibarién, en aquel entonces perteneciente a la central provincia de Las Villas.
Igualmente, ametrallaron zonas del litoral habanero y hoteles en Varadero, con saldo de personas heridas y daños materiales, utilizando para ello lanchas rápidas que les fueron suministradas por Washington.
El llamado Consejo por la libertad de Cuba pagó, con parte de los fondos recibidos de la CIA, a Posada Carriles para los ataques a instalaciones turísticas en 1997 y estuvo implicado en el atentado preparado para asesinar al presidente Fidel Castro en Isla Margarita, Venezuela, en 1999.
Ostentando un nombre tenebroso, el Ejército Armado Secreto, se ocupó de atentar contra embarcaciones de países que comerciaban con Cuba, incluyendo al buque tanque Mikonos, de bandera chipriota, en abril de 1993.
Además de llevar adelante otros planes, el terrorista Orlando Bosch formó varias organizaciones para, en la década del 60, materializar numerosas incursiones contra territorio cubano. Una de ellas ostentó el ridículo nombre de Gobierno Cubano Secreto.
La Enciclopedia calificó de «organización madre» de la contrarrevolución y el terrorismo a La Rosa Blanca, fundada apenas 28 días despues del triunfo de la Revolución por personeros en fuga de la dictadura derrocada de Fulgencio Batista.
Inmediatamente auxiliada por los servicios de inteligencia norteamericanos, «dió a luz» posteriormente, mediante los correspondientes desprendimientos, a otras agrupaciones del mismo corte encabezadas por figuras del régimen caído.
Particular programa de trabajo fue el de Omega 7 encargado de efectuar más de 60 atentados en territorio de Estados Unidos contra intereses cubanos, especialmente instituciones comerciales y sedes diplomáticas y consulares.
Estos individuos dispararon con una bazuca contra el edificio de la ONU durante una visita al lugar del comandante Ernesto Ché Guevara y -en complicidad con la policía polìtica chilena- participó en el asesinato del ex canciller de ese país Orlando Letelier.
Pero también dieron muerte al periodista cubano americano Carlos Muñiz Varela, en 1979, y al funcionario cubano destacado en Naciones Unidas, Félix García Rodríguez.
Por último, el denominado Rescate Revolucionario Democrático, además de ejecutar hechos terroristas en Cuba y organizar varios atentados contra el presidente Fidel Castro, tuvo el triste privilegio de participar destacadamente en la operación Peter Pan.
Se trató, en ese caso, de trasladar a Estados Unidos, sin sus padres, a más de 14 mil niños, mediante el engaño de difundir un falso proyecto del gobierno revolucionario cubano de quitar a sus progenitores la patria potestad.
Muchos de esos infantes jamas volvieron a ver a sus padres y rápidamente sólo conocieron la soledad y necesidades en una nación extraña, condenados a más nunca volver a su patria.
Por supuesto que otros grupos del mismo corte y dedicados a la misma actividad coincidieron hace tiempo en la Fundación Nacional Cubano-Americana, hace rato preferida por las autoridades estadounidenses.
El record de dar vida a 41 organizaciones del terror solamente para sus planes contra Cuba, sin contar las estructuradas con igual objetivo para actuar en otras naciones, define claramente el compromiso de Washington con el terrorismo que dice combatir.
Por: Javier Rodríguez, especial para Crónica Digital
Santiago de Chile, 1 de febrero 2006
Crónica Digital , 0, 72, 7