Rodada en video digital de alta definición, cuenta en tono de fábula la historia de Cristina (Viviana Herrera), una empleada de origen mapuche que vive en Santiago y tiene a su cuidado a un moribundo inmigrante hungaro, Don Milo (Francisco Copello).
Ella pasa su tiempo libre dedicada a los juegos electrónicos y encuentra un día en la basura un maletín perteneciente a Tristán (Andrés Ulloa), joven arquitecto desempleado abandonado por su novia Irene (Aline Kuppenheim).
Lo que sigue es la historia de cómo Cristina busca acercarse a Tristán y se convierte en testigo de las desgracias del arquitecto, quien regresa a vivir con su madre (Coca Guazzini), una hippie ciega que pasa el tiempo con su nuevo novio, un mago argentino que no soporta la llegada del hijo.
A juicio de la crítica, la realidad está como pasada por un filtro interpretativo, aunque veraz, a la hora de retratar un Santiago habitado por seres disímiles, empeñados en encontrarle un sentido a la vida.
El título alude al personaje de la mapuche atrapada en una confusión de identidades que parece someterse a prueba cada vez que aprieta la tecla play en su grabadora.
Con ete largometraje, Scherson consiguió una de las distiniones codiciadas por los realizadores noveles, que en esta edición de la muestra-certamen habanera concurrieron masivamente a concurso.
Tuvo una fuerte contrincante en Olga, del brasileño Jayme Monjardim, que arrastró tras sí la devoción del público y el reconocimiento de la crítica por la fuerza de la historia contada.
La tónica que dominó en esta categoría en competencia fue la de las búsquedas estéticas y el apego a lo formal-artístico, según opinó el director y guionista chileno Orlando Lübert, uno de los miembros del jurado.
La Habana, 19 de diciembre 2005
Crónica Digital , 0, 37, 7