Por su importancia para el mundo de la cultura y de todos los chilenos, Crónica Digital reproduce en forma integra la misiva.
«Cuando recibí la invitación del Comando Bachelet para participar en el cierre de campaña ante la segunda vuelta de las elecciones presidenciales en Chile tuve muchas dudas.
Si bien era cierto que sentía simpatía por la candidata socialista (su discurso, su pasado, su propia historia personal me hacían sentirla cercana) había muchas cosas que me distanciaban de la Concertación y de sus anteriores gobiernos: algunas decisiones en lo que respecta a la memoria histórica de Chile y los derechos humanos, la adhesión al tratado de libre comercio, políticas neoliberales en general…
Los que me conocen saben lo difícil que me resulta encontrar referentes en la política parlamentaria. Saben que para mi esos referentes están en los movimientos sociales, en esa izquierda alternativa por lo general excluida del juego parlamentario. Saben que, a pesar de todo, en España he apoyado, y lo sigo haciendo, a partidos que raramente han tenido opciones de poder y que exigen alternativas a las políticas neoliberales convencionales, que exigen, en definitiva, ese otro mundo posible en el que muchos creemos.
Nosotros aquí tenemos una suerte relativa, y es que en mi país, la voluntad de toda esa gente que cree en esos proyectos puede verse reflejada en los parlamentos gracias a un sistema electoral que deja espacios y diputados para las fuerzas políticas minoritarias (si bien no siempre con la proporcionalidad que merecen -el sistema electoral sin duda en España, aunque mejor que en Chile, tampoco es perfecto y merece ser mejorado-).
En Chile sabemos que esa posibilidad queda lejos de la realidad. El sistema binominal fomenta el bipartidismo, excluye a las minorías y, de esta forma, a una amplia voluntad de chilenos que creen en otras alternativas políticas.
Fueron varias las razones que me llevaron a acudir al día doce a Santiago para apoyar a la candidata del Partido Socialista Michelle Bachelet.
En mi último viaje me reencontré nuevamente con viejos amigos chilenos, gente que siempre ha participado en movimientos cívicos, sociales, barriales, solidarios en definitiva, que ahora colaboraban activamente en la campaña de Michelle Bachelet. Me hicieron participe de la ilusión con la que trabajaban de forma cotidiana para que accediera a la Presidencia de Chile por primera vez una mujer. Me hacían entender que, más allá de la continuidad que algunos quieren ver en ella, la candidata socialista suponía una vuelta de tuerca más en el proceso democrático, un reparto más eficaz de la riqueza y de la felicidad… Creían sin duda en el proyecto que encarnaba Bachelet.
Ya en Madrid pude leer en los periódicos su propósito de reformar el sistema electoral, herencia del régimen pinochetista, para que las fuerzas políticas minoritarias tuvieran representación parlamentaria. Ese compromiso se convirtió en un hecho a través del proyecto presentado por la Concertación en el parlamento y rechazado posteriormente ante la negativa del sector derechista del Congreso de Diputados ( la aprobación del proyecto de ley necesitaba el voto de los tres quintos de la cámara que no se obtuvo ante la reprobación de la derecha).
Días más tarde pudimos leer como el partido comunista decidía apoyar la candidatura ante el compromiso de la candidata de la Concertación de llevar a cabo la reforma del sistema electoral. Apoyaron su candidatura ante la intención declarada de Bachelet de hacer «una democracia más participativa donde pueda haber iniciativa popular, donde los dirigentes sindicales puedan ser candidatos al Parlamento, donde pueda haber referéndum, plebiscito, y usar todo aquello que nos permita nuestra democracia». El PC condicionaba su apoyo también a que se estableciera el derecho a la negociación colectiva y el derecho de huelga de los trabajadores. Otras de los condicionantes era un aumento de las pensiones, atender a los problemas del desempleo, los derechos de los pueblos originarios, el resguardo al medio ambiente y asegurar el respeto a la verdad y la justicia en cuanto a los derechos humanos.
La idea de que la derecha empresarial asumiera la Presidencia de Chile, apoyada por el pinochetismo tradicional, me ayudaron a tomar la decisión. (Por cierto, hace poco algún político de RN insinuó que los artistas no acudíamos gratuitamente al acto del día doce. Entiendo que en la lógica empresarial y clientelista de la derecha chilena conceptos como solidaridad, compromiso político desinteresado y otros sean difíciles de comprender. ¿Conocen ese dicho de Se cree el ladrón que todos son de su condición? En fin…Por si acaso queda duda les aseguro que nuestra participación es gratuita y desinteresada)
Finalmente, mi amor a Chile, el abrazo transoceánico que me une a este país me llevó a participar en este acto en el que convergen las esperanzas de tanta gente: las esperanzas de que se fortalezca el proceso democrático que vive Chile. Se bien que mi participación en dicho acto me compromete también a estar pendiente de lo que ocurra, a exigir que el futuro gobierno de la Dra. Bachelet cumpla con sus compromisos ante la sociedad chilena, a exigir alternativas políticas, sociales, económicas que mejoren la calidad de vida de todos los hombres y mujeres, que dejen espacio para la disidencia, para los que pensamos que otro mundo es posible».
Ismael Serrano. 12 de enero de 2006.
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