Sobre esta cuestión se han tejido muchas fantasías y especulaciones derivadas de hacer extrapolaciones del largo proceso de evolución que culminó con la aparición de nuestra especie.
Muchas de las predicciones se sustentan en el supuesto de la existencia de condiciones ambientales favorables, no solamente para el ser humano sino también para el resto de las especies.
No obstante, un reciente estudio realizado por numerosos expertos de diferentes naciones, indica que en los últimos 50 años los seres humanos han transformado los ecosistemas más rápida y extensamente que en ningún otro período de tiempo de la historia humana con el que se pueda comparar.
Se ha hecho, en gran medida, para resolver las demandas crecientes de alimentos, agua, madera, fibra y combustible. Paradójicamente, no todas las regiones ni todos los grupos de personas se han beneficiado de este proceso de hecho, a muchos les ha perjudicado. El balance general es que se ha generado una pérdida considerable y en gran medida irreversible de la diversidad de la vida sobre la Tierra.
Muchos de los cambios que se han hecho en los ecosistemas son acelerados, abruptos y potencialmente irreversibles, los cuales tienen consecuencias importantes para el bienestar humano.
La degradación de los ecosistemas podría empeorar considerablemente durante la primera mitad del presente siglo. El desafío de revertir esta situación puede ser parcialmente resuelto y requiere de una voluntad política global que introduzca cambios significativos. Las modificaciones climáticas observadas recientemente, especialmente en lo referente a temperaturas regionales más pronunciadas, ya han tenido repercusiones muy negativas.
Para fines de siglo, el cambio climático y sus impactos puede ser el generador dominante y directo de la pérdida de biodiversidad. Incluso, las pérdidas de producción agrícola la pueden incrementar en forma dramática el hambre en los países subdesarrollados. En resumen, la actividad humana está alterando tanto las funciones naturales de la Tierra que ya no se puede garantizar la capacidad para sustentar a generaciones futuras.
Por: Antonio J. Martínez Fuentes, antropologo de la Universidad de La Habana.
Santiago de Chile, 23 de enero 2006
Crónica Digital , 0, 70, 10