Tales singularidades perjudican de manera muy significativa a los subdesarrollados, dada la deformación estructural y el carácter dependiente de sus economías, lo que amplía todavía más la brecha entre países ricos y pobres.
Uno de los aspectos más complejos del mundo de hoy es el desarrollo sin precedentes de la actividad financiera, sobre todo especulativa, que ha colocado al planeta sobre una especie de burbuja a punto de estallar.
Es así como este sector se sobredimensiona respecto a la economía real -la producción y comercialización de bienes y servicios-, reflejando un comportamiento irreal y errático que explica, además, el origen de las crisis financieras, uno de los peligros más serios que se ciernen sobre la humanidad.
El enorme desarrollo de la ciencia y la técnica no sólo permite explicar este auge del mundo de las finanzas, sino también el gran dinamismo de las empresas transnacionales, convertidas en los agentes más eficientes, adaptables y dominantes de la economía internacional.
Mediante nuevos mecanismos de sujeción, estos enormes conglomerados han logrado internacionalizar también el proceso de trabajo, con lo que se han conformado cadenas productivas globales particularmente exitosas.
Esto es así al aprovechar al máximo las fortalezas de cada uno de sus eslabones, ya se trate del acceso a fuentes de energía y materias primas baratas, el bajo costo o la elevada calificación de la fuerza de trabajo.
Ello posibilita obtener niveles de rentabilidad astronómicos, superiores incluso, en muchos casos, al Producto Interno Bruto de importantes países, mientras que su creciente poderío les permite operar sin tener en cuenta las reglas de la economía internacional.
Otra cuestión muy importante a resaltar es la peculiar combinación que tiene lugar entre la existencia de una hegemonía compartida en lo económico por parte de los tres grandes centros de poder mundial, con la cada vez más clara hegemonía absoluta de Estados Unidos en el plano político-militar.
Predominio que se hace aún más peligroso por el carácter unipolar del mundo de hoy, después del derrumbe del socialismo en Europa del Este.
De esta forma, las relaciones económicas internacionales están claramente concentradas y determinadas por los países desarrollados, incluyendo las acciones de los principales organismos internacionales, en particular el Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco Mundial (BM) y la Organización Mundial de Comercio (OMC).
Estos mecanismos, al ser consustanciales al proceso de globalización, están delineando una especie de «gobierno mundial» que regula el comportamiento de las principales esferas de la economía internacional: el comercio, las finanzas y las relaciones monetarias a nivel planetario.
Sin embargo, es importante destacar que de lo anterior, en modo alguno pueda derivarse que las contradicciones ínterimperialistas hayan desaparecido, sino que sólo se manifiestan de modo diferente.
Se transita desde una cooperación-coordinación en períodos de crisis o ante la urgencia de enfrentar conjuntamente los llamados «problemas globales» -los relacionados con el medio ambiente, el tráfico de drogas o más recientemente, el terrorismo- hasta serias contradicciones en el plano comercial, en la lucha por los mercados y áreas de influencia.
Esta realidad imprime una complejidad adicional al mundo, tanto desde el punto de vista económico, como político, militar y social.
En este contexto, la situación de los países subdesarrollados se torna cada día más grave, puesto que deben enfrentar una competencia cada vez más feroz y un tratamiento menos recíproco, con independencia de su desventajosa situación.
La llamada ayuda al desarrollo se torna a su vez prácticamente inexistente y si bien los precios de sus principales productos de exportación -los llamados productos primarios-han mostrado una mejoría, continúan siendo insuficientes para dar respuesta a sus necesidades más perentorias.
Al considerar el alcance y connotación de estas tendencias se puede comprender perfectamente las razones por las cuales la situación económica y social de los países subdesarrollados se torna cada día más grave.
En algunos casos, como en la mayoría de las naciones de Africa Subsahariana, imperan los flagelos del hambre, las enfermedades y la falta de oportunidades.
Ello explica a su vez el auge de las migraciones, que se enfrentan al endurecimiento de las regulaciones en los países receptores, lo que condiciona la emigración ilegal, que tantas vidas ha costado.
Como contraste, unos pocos países han logrado una supuesta mejor inserción internacional a través de su incorporación a las cadenas productivas globales, lo que permite hacer referencia a la aparición de «nuevos actores» en la escena económica internacional.
Se trata de casos muy particulares, entre los que sobresalen los llamados tigres asiáticos y más recientemente China, pero con otras características.
No obstante, estos paradigmas han afrontado también serias dificultades, cuando, por ejemplo, sus débiles sistemas financieros han tenido que enfrentar una desmedida especulación, que gracias a la globalización, produce un peligroso efecto dominó.
El ejemplo de Tailandia y Malasia en 1997 resulta harto elocuente.
La pregunta clave sería entonces, ¿cuáles son estas condiciones, las perspectivas y posibilidades de la mayor parte de los países y de la población del planeta?
Se trata, sin duda alguna, de una situación especialmente compleja, en la que, no obstante, se aprecian algunas opciones.
En este contexto destaca, además, la creciente toma de conciencia de los países subdesarrollados acerca de la necesidad de unir sus fuerzas para desafiar las maniobras de los más poderosos. A ello se une el auge de los llamados movimientos anti-globalización.
Por otra parte, la integración económica entre países subdesarrollados bajo nuevas condiciones y sobre nuevas bases podrá servir para enfrentar en muchas mejores condiciones todos estos retos.
En América Latina se están dando pasos muy interesantes en este sentido, a través de la Alternativa Bolivariana para las Américas (ALBA), que se contrapone al peligro que entraña el Ãrea de Libre Comercio de las Américas (ALCA), la cual implica la absorción de la región por Estados Unidos.
Debe tenerse en cuenta que el mejoramiento de la situación de las economías subdesarrolladas constituye no sólo un imperativo para ellas mismas, sino también una necesidad para los propios países desarrollados, que las necesitan como mercado para realizar sus bienes, servicios y capitales y garantizar la reproducción del sistema.
Se trata, en definitiva de la propia supervivencia de la humanidad, y el tiempo apremia.
Por: Hilda Puerta Rodríguez. La autora es Doctora en Economía e investigadora del Centro de Estudios de la Economía Internacional de la Universidad de La Habana.
Colaboradora de Prensa Latina.
La Habana, 22 de mayo 2006
Prensa Latina
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