LA EXPLOTACIÓN INFANTIL EN AMÉRICA LATINA

Reciben hasta un 80 por ciento menos de salario que los adultos, aunque muchas veces son explotados sin recibir remuneración alguna. Muchos realizan tareas peligrosas sin condiciones elementales de seguridad y con frecuencia deben cumplir jornadas de 12 horas de labor.

Los convenios internacionales condenan la actividad laboral de niños menores de 15 años cuando la tarea amenaza su salud o educación, pero los textos de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) no consideran ilegal que en los países pobres los niños de entre 12 y 14 años desempeñen tareas livianas con un máximo de 14 horas semanales.

Una de las formas más aberrantes que se enmarca dentro del trabajo infantil, es la explotación sexual de la niñez. Dos millones de niños de entre 5 y 17 años son explotados sexualmente, según la OIT, aunque los expertos sospechan que esta estadística sólo representa la punta del iceberg. En igual sentido los menores son víctimas de la esclavitud, el tráfico, la servidumbre por deudas contraídas por adultos, el reclutamiento forzoso en conflictos armados, la pornografía y el narcotráfico. A pesar de que veintiséis países de América Latina ratificaron la Convención de la OIT de 1999 para la erradicación de las peores formas de trabajo infantil, en 2004 la situación en la región era desastrosa, según apreciaciones de Bruce Harris, director para Latinoamérica de la organización no gubernamental Casa Alianza, abocada a la defensa de la niñez. Por consiguiente, está claro que muchos países violaron las normas de la Convención del 1999.

Los datos oficiales del Producto Bruto Interno (PBI) de Guatemala incluyen la mano de obra de niños desde los 12 años. En Perú, unos 50 mil niños trabajan en actividades relacionadas con la explotación del oro y manipulan mercurio a diario sin protección alguna. “La mortalidad allí es significativa’’, aseguró Carmen Moreno, coordinadora regional del Programa de Erradicación del Trabajo Infantil (IPEC) de la OIT. Los niños mineros trabajan bajo las condiciones más insalubres imaginables. Producto de su explotación, mueren por asfixia, aplastados en derrumbes o por el avance inexorable de la silicosis, una enfermedad que corroe sus pulmones por la inhalación de sílice.

En Bolivia, 120 mil niños trabajan en minas y la mayoría de ellos son indígenas (quechuas y aymaras). Tienen entre 7 y 17 años y se los utiliza sobre todo en labores del interior de la mina, manipulan dinamita y separan el estaño a través de productos químicos de alta peligrosidad.

Son tristemente famosos los “niños de la pólvora” en San Juan Sacatepéquez, (Guatemala se encargan de armar los petardos para ser utilizados en las fiestas populares. ’’Me ha tocado estar allí cuando un niño de ocho años perdió su manito en un accidente y sufrió serias quemaduras en el rostro por una explosión’’, relató Cecilio Martínez, desde la Sede Guatemalteca de la Organización No Gubernamental (ONG) World Vision International. A pesar de que la ley de ese país prohíbe el trabajo de menores de 14 años, la OIT asegura que casi el 24 por ciento de los niños de entre 10 y 14 años trabajan y esto lo convierte en la cifra más alta de la región después de Ecuador.

En América Latina, de un total de 2 millones de niños que trabajan en el servicio doméstico, el 90 por ciento son niñas. Muchas familias pobres entregan a sus hijos a otras familias para que a cambio de tareas hogareñas se les suministre escolaridad, alimentación y afecto. Pero contrariamente a sus intenciones, estos niños son víctimas de maltrato psíquico, castigos corporales y humillaciones, y suelen perder todo contacto con su grupo familiar. En Perú hay cerca de 110 mil niños entre 6 y 17 años empleados en este rubro, 64 mil en Colombia y 21 mil en Honduras.

Asimismo, el único país con abierta participación de niños en los conflictos armados es Colombia. Aunque no siempre empuñan un arma y matan, son utilizados en tareas de campaña como mensajeros, centinelas, cocineros y aún como ’’sirvientes sexuales’’ de otros soldados. Según un estudio conducido por UNICEF y la Defensoría del Pueblo colombiano que involucró a 100 niños combatientes, un 28 por ciento de ellos dijo que había matado alguna vez, un 13 por ciento participó en secuestros, el 40 por ciento disparó armas y el 78 admitió que vio cadáveres mutilados.

La lista de violaciones a los derechos del niño es innumerable. Se sabe que tanto en los campamentos mineros de Brasil, en las cercanías de los puertos de Costa Rica, en las playas de República Dominicana, como en la turística ciudad de Cusco en Perú, cientos de niños y niñas de entre 10 y 17 años, venden su cuerpo para poder sobrevivir o llevar algún alimento a su familia. En tal sentido, un informe del Departamento de Estado norteamericano divulgado en junio de 2004, develó que “las principales víctimas del tráfico para prostitución son niñas de zonas rurales secuestradas por traficantes para pervertirlas en centros nocturnos de Nicaragua, México y otros países de Centroamérica”. Por su parte, las cifras presentadas por el I Congreso Mundial sobre Explotación Sexual Infantil celebrado en Estocolmo (Suecia), concluyó que cerca del 20 por ciento de los viajes internacionales se realizan con fines sexuales y el 3 por ciento de ellos son protagonizados por pedófilos.

En pos de una solución al flagelo de la explotación infantil, la OIT presentó en junio de este año el informe «Costos y Beneficios de la Erradicación del Trabajo Infantil en Iberoamérica». Allí se revela que con la eliminación de la labor infantil en Latinoamérica, en 20 años se generarían beneficios económicos de 235 mil millones de dólares, debido al acceso de esos menores a la educación. No sólo se eliminaría el problema, sino que constituiría en sí mismo un beneficio para los menores víctimas de la explotación económica y tendría repercusiones positivas en la sociedad al lograr una mayor educación y una mejor salud en su población.

Se prevé llevar a cabo el programa de erradicación durante dos décadas (desde 2006 a 2025), proyección que se realiza a partir de datos obtenidos en Argentina, Belice, Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica, Ecuador, El Salvador, Guatemala, Honduras, México, Nicaragua, Panamá, Paraguay, Perú, República Dominicana, Uruguay y Venezuela. Los 235 mil millones de dólares que se especulan obtener de diferencia positiva, resultan de la diferencia de los 340 mil millones dólares que ingresarían entonces en contraposición con los 105 mil millones que se ganaría con el trabajo infantil de aquí al 2025. El análisis del costo de eliminar el trabajo infantil en Latinoamérica fue un reclamo de la sexta Conferencia Iberoaméricana de ministros a cargo de jóvenes y niños celebrada en San José, Costa Rica. El Programa Para la Eliminación de la Labor Infantil fue iniciado en 1992 y mantiene actualmente operaciones en 80 países además de recibir fondos de 30 estados donantes.

Articulo completo

Por: Silvia Guillén (APM)
Santiago de Chile, 13 de junio 2006
Crónica Digital

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