Uno, encabezado por el presidente de Brasil, Luis Inacio Lula Da Silva, en el que se incluyen la mandataria de Chile, Michele Bachellet, el uruguayo, Tabaré Vazquez, y el argentino, Nestor Kirschner.
El otro liderado supuestamente por el presidente venezolano, Hugo Chávez, en el que ubican a su homólogo cubano, Fidel Castro, y al boliviano, Evo Morales.
Según importantes personeros del gobierno de George W. Bush, en estos momentos «la verdadera lucha está teniendo lugar dentro de la izquierda».
Al hablar recientemente en Washington ante más de 120 estudiantes, campesinos y diplomáticos hispanos, la Secretaria de Estado Condoleezza Rice dijo que los gobiernos de Brasil y Chile no pueden ser ubicados «en la misma categoría» que el de Venezuela.
Esos son gobiernos de izquierda con los que nos sentimos «muy confortables», pues fueron electos democráticamente y gobiernan de manera democrática, con políticas económicas abiertas», dijo.
Por otra parte, el Secretario de Estado asistente para Asuntos del Hemisferio Occidental, Thomas Shannon, sostuvo que el presidente venezolano, Hugo Chávez, no tendrá demasiado éxito en su intento por fomentar «una ola de gobiernos de izquierda» en Latinoamérica.
Shannon se reunió en la residencia del embajador de Estados Unidos en Nicaragua, con el entonces candidato presidencial nicaragüense Herty Lewites, otrora miembro del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) y fallecido recientemente.
A pesar de que el funcionario norteamericano, había declarado que «su país no apoya a ningún candidato en particular», Lewites manifestó que Shannon le ofreció el respaldo del gobierno de Estados Unidos, si ganaba las elecciones presidenciales de noviembre próximo.
Alegando «razones de tiempo y agenda», Shannon declinó reunirse con el candidato del FSLN y ex presidente Daniel Ortega.
En recientes declaraciones a la prensa, el representante de la Casa Blanca manifestó que «hay limitaciones naturales para las ambiciones de Chávez o para cualquiera que intente manejar una agenda política única a lo largo de un hemisferio completo».
Sin embargo, valdría preguntarse, ¿no ha sido precisamente imponer la agenda política única del neoliberalismo y el libre comercio lo que ha pretendido Estados Unidos en América Latina?
De acuerdo con el presidente Hugo Chávez, la derecha ha utilizado el término «injerencia» para tergiversar la realidad del intercambio de ideas sobre economía, política y misiones sociales que tiene lugar en el continente.
Las acusaciones de injerencia, según el mandatario venezolano, son sinónimo del «desespero de la derecha ante el proceso de integración que se opera en la región», donde la política de los partidos conservadores, es la causante de la pobreza.
Un fiel aliado
Para la articulación de esta campaña, Estados Unidos ha contado nuevamente con la ayuda incondicional del ex presidente del gobierno español José María Aznar (1996-2004).
De acuerdo con una entrevista publicada en el diario «El Mercurio» de Santiago de Chile, el ex gobernante español se manifestó «preocupado» por la vida política en América Latina, donde aprecia que la derecha está «avergonzada, callada, desaparecida y acomplejada».
Aznar consideró que existe un riesgo desde el punto de vista social y es que «la región puede llegar a dividirse entre los países que buscan su pertenencia al primer mundo y los que prefieren la vuelta a viejas fórmulas políticas mal pensadas».
Pretendiendo minimizar la razón del surgimiento de gobiernos de izquierda en América Latina, Aznar opinó que se trata de una búsqueda de «atajos a la democracia, de atajos al desarrollo», que no son «la mejor fórmula».
La respuesta «apasionada» de Washington
En una reciente intervención ante el Consejo de las Américas, en Washington, la Secretaria de Estado, Condoleezza Rice, dijo que los latinoamericanos creen en la democracia, pero están expresándolo de una manera «poderosa y apasionada».
En correspondencia con ello, afirmó que la respuesta norteamericana debe ser igual de «poderosa y apasionada».
La respuesta, sobre todo poderosa, de Estados Unidos ha incluido un recorte del 28% en los fondos de asistencia social para el desarrollo y un aumento en el presupuesto militar, en nombre de la lucha contra el terrorismo y los «nuevos desafíos estratégicos».
Este incremento incluye 12 millones de dólares para programas de capacitación de militares centroamericanos, así como la conformación del Comando de Intervención Rápida Centroamericana».
Están previstos, igualmente, 105 millones de dólares en financiamiento para la adquisición de material militar por parte de varios países latinoamericanos.
Del mismo modo, América Latina está recibiendo de Estados Unidos, prácticamente, la misma cantidad de asistencia económica que de ayuda militar, algo que no sucedió ni durante los años de la llamada «guerra fría».
A la luz del más elemental análisis, es muestra de un profundo desconocimiento de la realidad del continente que para una región donde los principales problemas son la pobreza y la desigualdad, la mayor cantidad de recursos se asignen a gastos militares.
Por: Gustavo Robreño Díaz*, *Colaborador de Prensa Latina y Crónica Digital.
Santiago de Chile, 9 de julio 2006
Crónica Digital
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