HOMENAJE A KARL MARX Y SU “SOLUCIÓN DEL MISTERIO DE LA HISTORIA…”

‘El “misterio de la historia” era justamente que el capitalismo llevaba en germen a la sociedad que lo enterraría. Creo que esta y muchas otras enseñanzas de Marx siguen vigentes, y debemos hoy dar cuenta de ellas incorporando su legado a las actuales discusiones de política y teoría del cambio social.
I
Hagamos un poco de historia. En 1874 se realizó el congreso de la izquierda alemana en la ciudad de Gotha. En el se debatieron elementos centrales de la concepción marxista de la sociedad, sin embargo su gran gestor no pudo participar. Karl Marx (1818-1883) ya estaba cansado. A pesar de la ayuda de su amigo Friedrich Engels (1820-1995), llevaba una vida de muchas dificultades. Perseguido por las policías políticas se había radicado definitivamente en Londres, y junto a su familia subsistía en condiciones precarias. Había vivido la muerte de su hijo y, agobiado por las dificultades económicas, no tenía la tranquilidad necesaria para terminar su obra más importante, El Capital. El primer tomo había visto la luz diez años antes y el segundo lo tendría que terminar su amigo tras su muerte.
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Desde entonces han transcurrido más de 130 años. Y si bien en apariencia, todos los cambios políticos y sociales, en Chile y en el mundo, desde las últimas dos guerras mundiales, desde los gigantescos progresos en el curso de las investigaciones científicas, del electromagnetismo, la teoría quántica, la exploración del espacio o el genoma humano, no han sido elementos relevantes para entender la actual discusión en las ciencias sociales, si lo han sido en tanto nos han entregado una importante cantidad y calidad de conocimientos sobre el mundo que nos rodea y la naturaleza humana. Estos datos y las nuevas teorías interpretativas de ellos hoy son parte substantiva de nuestra reflexión social.
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Sin embargo, debemos constatar que nuestra comprensión de estos conocimientos no nos basta para dimensionar la influencia que tiene y ha tenido Marx. Me parece entonces que, más significativo, para comprender la envergadura de su aporte es relacionar sus textos y accionar con los procesos de transformación social en curso, asumiendo la doble dimensión político-teórico de su obra.,
En este marco, es importante reconocer que el marxismo al ser conjuntamente un método de análisis de la realidad y también un proyecto transformador de la sociedad, ha sido altamente vulnerable a las vicisitudes de los movimientos políticos que se articularon en su nombre, además de vivir las crisis académicas consustánciales a toda teoría.
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Es indudable que la recomposición capitalista, iniciada a mediados de los setenta, y el deterioro y súbito desplome de los “socialismos reales”, han afectado el universo de las construcciones teórico metodológicas de las ciencias sociales, y de este modo a las herramientas con que contamos para reflexionar sobre la realidad social. Pero también debemos asumir que desde el auge revolucionario de los 60’ e inicios de los 70’, el reflujo de estas fuerzas políticas precipitó la necesidad de reflexionar sobre la viabilidad o no de sus estrategias de transformación social. Una década después, frente a la caída del Muro de Berlín y el consecuente desvanecimiento de las expectativas del “triunfo final” del socialismo, aquellas necesidades se convirtieron en acuciantes. Mientras en otras latitudes del planeta, y por los desiguales niveles de desarrollo, en tanto proyecto político, seguía entregando victorias a los movimientos sociales (1).

Con sus aciertos y errores, en el ámbito de las ciencias sociales, el mayor aporte de Marx es su teoría del materialismo histórico que, en 1859, resume con la siguiente frase: “en la producción social de su vida los hombres establecen determinadas relaciones necesarias e independientes de su voluntad, relaciones de producción que corresponden a una fase determinada de desarrollo de sus fuerzas productivas materiales. El conjunto de estas relaciones de producción forma la estructura económica de la sociedad, la base real sobre la que se levanta la superestructura jurídica y política y a la que corresponden determinadas formas de conciencia social. El modo de producción de la vida material condiciona el proceso de la vida social política y espiritual en general. No es la conciencia del hombre la que determina su ser sino, por el contrario, el ser social es lo que determina su conciencia” (2). La virtud de esta conocida cita es precisamente su ambigüedad, y refleja que ni siquiera para Marx el problema del individualismo versus el holismo metodológico, o alguna forma de ambos, era una cosa trivial.

Marx había pertenecido a una generación de jóvenes alemanes que se sintieron atraídos por la visión histórica y filosófica de Hegel, pero ya en 1844 había saldado la deuda que tenia con su filosofía. No eran las “actitudes espirituales”, como en Hegel, sino las condiciones externas, la riqueza de que disponían o carecían los hombres, el modo que tenían de trabajar, lo que configuraba la sociedad. Sin embargo, Marx entendía que la riqueza es externa y no tiene ni valor social ni poder causal sin un agente o, para el caso da lo mismo, sin un organismo que ejerza algún tipo de determinación sobre ella. El trabajo, en tanto, es un “primitivo metafísico” u ontológico que liga al hombre indisolublemente con su ambiente y con sus congéneres, sea de manera instrumental o para propósitos de la supervivencia. El problema es que en el capitalismo ese hecho básico –el trabajo-, experimenta una degradación cuando se transforma en mercancía. Y con ello se degrada también la relación del hombre con sus congéneres y con su ambiente físico y cultural, y como tal relación es esencial el hombre también degrada su naturaleza.

Marx entonces, había logrado construir toda una teoría de la historia que nos permite entender su dinámica interna, sin tomar distancia de los hechos (3). De todos modos, resulta evidente que en él perduran muchas de las concepciones hegelianas, como el sentido del progreso de la historia o el cierto holismo con que formula su análisis social y económico, lo que se ha transformado en un tema clásico de discusión del marxismo ortodoxo con el individualismo metodológico.
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En sus escritos conviven ambas concepciones del análisis: “la sociedad – señala en su “Grundrisse”- no consiste en individuos, sino que expresa la suma de las relaciones en las que estos individuos están el uno con respecto al otro” (4). De acuerdo a esta cita uno podría inferir que Marx es un individualista metodológico, pero no podemos olvidar que el sujeto sólo puede individuarse como fuerza de trabajo y como agente intencional por las relaciones intrínsecas que tiene con su entorno, incluidos los otros individuos.

Respecto de la explicación en ciencias sociales, resulta evidente que normativamente Marx era un individualista. La duda queda particularmente en el plano ético, donde sus definiciones pueden ser comprendidas como holistas. Sin embargo, creo que ser un individualista u holista ético es distinto de ser un individualista u holista metodológico, y aunque existe una relación no me parece sustantivo a esta reflexión. Pareciera entonces inevitable una explicación mixta de sus definiciones, como el único camino posible para abordar un conjunto de investigaciones nacidas en medio del siglo XIX.
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Con nuevos instrumentos teóricos, hoy podemos retomar su teoría de la historia en los marcos de una interpretación intencional de las acciones individuales y una explicación causal de su interacción. Sabemos que los sujetos tienen intenciones en la interacción social, y es en el marco de dichas intenciones donde tendrá su lugar lo que hoy conocemos como “la teoría de los juegos”. La necesaria incorporación al análisis social de la teoría de juegos se plantea tan pronto como los actores individuales son considerados como seres intencionales, y dejan de ser vistos entre si como restricciones impuestas a sus acciones. Cada uno tiene que decidir sus actos partiendo del supuesto de que los otros son igualmente racionales.
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Sin embargo, debemos reconocer que el individualismo metodológico no implica necesariamente asumir en plenitud la teoría de la decisión racional, como han propuesto algunos investigadores (5). Uno puede ser individualista metodológico y explicar los fenómenos sociales desde la perspectiva de la acción comunicativa, o entendiendo a los agentes sociales como determinados por las leyes de la selección biológica. Para las ciencias sociales, toda explicación de un acto individual requiere como mecanismo causal que exista algún micro fundamento que lo motive-realice en forma concreta (6). Estos deben ser individuales, como lo plantea el individualismo, pero son procesados y asumidos por el individuo en virtud de sus transacciones con elementos del ambiente cultural a través de la educación y de otros tipos de interacciones sociales. Este camino parece ser, por ahora, el único que nos puede ayudar ha explicar el cambio social. No olvidemos que la teoría de la decisión racional sólo tiene en cuenta estrategias que preserven las relaciones basadas en el interés, pero nada dice respecto a lo que hace posible que esos intereses sean factores de cambio social (7).
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Cuando prácticamente todos los partidos políticos de la izquierda y el progresismo se aprontan a realizar congresos ideológicos para hacer frente a los cambios de nuestra sociedad y el mundo, resulta necesario volver a leer estos textos clásicos que nos permiten asomarnos a preguntas claves de nuestra convivencia, y cuyas respuestas nos explican la vitalidad más que centenaria del gran filósofo de Tréveris. Sin embargo, de esta misma lectura debemos concluir que todos estos encuentros darán cuenta de realidades especificas, de motivaciones culturales propias de los distintos subgrupos, y que en este marco, en la medida que se trata de colectivos que están compuestos por individuos –lo que hoy llaman- empoderados en su situación, es posible que en todos o en algunos surja algún nuevo factor de cambio teórica o políticamente interesante.

II

Del capitulo anterior podemos concluir que resulta evidente que no todo esta claro y, a la luz de los nuevos instrumentos de análisis, muchas de las soluciones “teóricas” de Marx hoy no nos parecen satisfactorias. Y en medio de tantas dudas no resulta explicable el que algunas de sus obras, como el MANIFIESTO COMUNISTA (8), estén entre los escritos más leídos en la historia de la humanidad, sólo comparables con textos sagrados como la Biblia. Por eso, ahora debemos explorar el otro ámbito, el político, en cuya revisión, sin soltar la otra asa, podemos completar en parte las respuestas que buscamos.
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Volvamos entonces al punto de inicio, 1874 en la pequeña ciudad de Gotha. Vale la pena revisar la participación a distancia que tuvo Marx en el Congreso que unifico a la izquierda alemana. Han transcurrido 132 años desde su histórica “CRITICA DEL PROGRAMA DE GOTHA” (9), considerado uno de los escritos claves en la tradición marxista. Marx ya había develado el secreto de la historia treinta años antes en los “Manuscritos económico filosóficos de 1844” (10), pero solo aquí establece las características políticas de la sociedad a la que aspira.
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De allí su actual valoración, pues el texto aborda con claridad temas fundamentales, como son la teoría de clases, el estado y las políticas de alianza. De hecho hoy mismo podemos leer columnas de opinión en nuestro país, particularmente aquellas referidas a la discusión de la izquierda extraparlamentaria en el último proceso electoral, que parecen querer sinceramente recordar ésta antigua pero vigente discusión que resolvió en su momento el propio Marx, enfrentando con decisión a quienes asumen una concepción mesiánica frente a la vida social, estrecha y centrada en intereses pequeños a la hora de la unidad, o sencillamente porque aun proclaman a los cuatro vientos el sectarismo hegemónico del viejo Lasalle.
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Para dimensionar la doble importancia política de este clásico del marxismo debemos recordar los hechos. En este histórico congreso se estaba produciendo la unificación de las dos grandes corrientes de la Izquierda alemana, la marxista y la lasalleana. Ferdinand de Lasalle (1825-1864) era un revolucionario alemán de corte anarquista que había fundado en 1863 su propia organización socialdemócrata, pero desde mucho antes había chocado política e ideológicamente con Marx, este lo llamaba “fanfarrón”y “plagiador de sus textos”, lamentablemente ninguno de los dos participo personalmente del evento.
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El congreso intentaba integrar a las principales fuerzas del movimiento obrero alemán, sin lo cual era impensable ser alternativa de poder. Esto respondía a lo que había sido una de las principales lecciones de los procesos revolucionarios vividos en Europa desde la Revolución Francesa. La elaboración del programa común era uno de los objetivos principales del evento, pero el texto que se acordó no fue del agrado ni de Marx ni de Engels. Franz Mehring (1846-1919) en su biografía de Marx relata que ambos inicialmente pensaban que “los lasalleanos no eran más que una secta agonizante”, por lo que no había que desgastarse en un proceso unitario, pero esta no era la opinión de los líderes marxistas que dirigían la organización alemana y que estaban participando en la discusión en Gotha (11).
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El problema central era que en el programa pactado predominaba el maximalismo de Lasalle, teoría que Marx ya había denunciado como una mala copia de sus ideas. El texto decía cosas como: “frente a la clase obrera todas las demás clases no forman sino una masa reaccionaria”. Con este argumento era imposible cualquier política alianzas, y recuerda mucho a quienes el año recién pasado decían que “la concertación era lo mismo que la derecha”. Marx contrasta esta afirmación con una cita del Manifiesto Comunista en la que el afirmaba que “sólo el proletariado es una clase verdaderamente revolucionaria”. Resulta lapidario en su crítica al argumento lasalleano, y vale la pena leerlo completo pues les recuerda su planteamiento amplio y unitario como base política del cambio social. En el texto es claro que el revisa la degradación de las otras clases y sectores sociales, pero establece también el cómo y porqué se pueden establecer alianzas con ellas.

Sin embargo, hoy nos resulta tan interesante como su fundamentada argumentación ideológica, la gran habilidad política de Marx para enfrentar el problema de la unidad de la socialdemocracia alemana.

Resulta que el negociador marxista en el congreso de Gotha no era su fiel amigo August Bebel, quien en ese momento se encontraba preso, sino Wilhelm Liebknecht, también diputado, quien era bastante menos ortodoxo y, por lo tanto, el texto de la “Critica del programa de Gotha” era un durísimo y evidente llamado de atención al negociador. Más aún, el texto fue hecho público y difundido al interior del Partido Obrero Socialdemócrata Alemán, provocando así la discusión interna. Incluso Marx y Engels amenazaron con no reconocer el programa acordado en este congreso y retirarse del partido que saliera de esta unificación. En ese marco se dio la negociación.

Lo interesante aquí es que Marx finalmente no solo no se retira, sino que participa de la negociación, por medio de sus cartas, asumiendo la disputa ideológica y de liderazgos internos entre los socialdemócratas y con las fuerzas aliadas como cosas naturales -al respecto hay que leer la carta a Bebel (12) y la muy posterior carta a Karl Kautsky (13)-. Finalmente, mostrando su claridad para distinguir lo realmente importante en un proceso político de esa trascendencia, en una breve carta que envió simultáneamente con la “Critica…”, dirigida a Bracke (14), su contacto en el Partido, le señala que “cada paso de movimiento real vale más que una docena de programas”. En otras palabras, digamos lo que tenemos que decir, y si por la unidad hay que firmar, firmemos ya, lo importante era avanzar en la construcción de una socialdemocracia con, lo que hoy llamaríamos, vocación de poder.

El congreso de Gotha aprobó el programa sin considerar la “Crítica…” de Marx y quince años después los Socialdemócratas ya eran alternativa de poder.
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Lasalle había muerto antes del congreso, al batirse a duelo por el amor de una condesa. Mehring fue asesinado en 1919, poco después de Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht –el hijo de Wilhelm-. Karl Marx nos lego una valiosísima teoría de la historia, y aunque probablemente no tuvo la universalidad ni la profundidad filosófica de un Aristóteles o un Kant, lo recordaremos por su vocación científica, por su claridad política y porque sin duda fue una figura que estuvo de manera inclaudicable con los proletarios, con los marginados y desposeídos, organizándolos y luchando junto a ellos en toda Europa.

(1),Cohen, Gerald A.; SI ERES IGUALITARISTA ¿COMO ES QUE ERES TAN RICO?, Editorial Paidos, 2001.

(2),Marx, Carlos y Engels, Federico; OBRAS ESCOGIDAS, Ediciones en lenguas extranjeras, Tomo I, 1951, Págs. 332-333.

(3),Cohen, Gerald A.; LA TEORIA DE LA HISTORIA DE KARL MARX, Siglo XXI Editores, 1986.

(4),Marx, Karl; LINEAS FUNDAMENTALES DE LA CRITICA DE LA ECONOMIA POLITICA (GRUNDRISSE), Editorial Critica, 1977, Primera mitad, Pág. 205.

(5),Elster, Jon; UNA INTRODUCCION A KARL MARX, Siglo XXI Editores, 1991.

(6),Hollis, Martín; FILOSOFIA DE LA SOCIOLOGIA, Editorial Ariel, 1998.

(7),Agradezco al profesor Guido Vallejos los valiosos comentarios que me hizo al respecto. Little, Daniel; VARIEDADES DE LA EXPLICACIÓN EN CIENCIA SOCIAL. Parte I, traducción e introducción de Guido Vallejos O. y Manuel Rodríguez T. Publicaciones Especiales del Departamento de Filosofía, N°87, Serie documentos del grupo Cognición y Praxis, Volumen 26, 2000.

(8),Marx, Carlos; EL MANIFIESTO COMUNISTA, LOM Editores, 2006, traducción de Mauricio Amster.

(9),Marx, Carlos y Engels, Federico; OBRAS ESCOGIDAS, Ediciones en lenguas extranjeras, Tomo II, 1951, Págs. 11 a 36.

(10),Marx, Carlos; MANUSCRITOS ECONOMICO-FILOSOFICOS DE 1844, Editorial Grijalbo, 1968.

(11),Mehring, Franz; CARLOS MARX, Editorial Claridad, 1943.

(12),Marx, Carlos y Engels, Federico, CORRESPONDENCIA, Editorial Cartago, 1972, Págs. 282 a 291.

(13),Ibíd. Págs. 402 a 404.

(14),Marx, Carlos y Engels, Federico; OBRAS ESCOGIDAS, Ediciones en lenguas extranjeras, Tomo II, 1951, Págs. 9-10.

Por: Gonzalo Rovira. El autor es columnista de Crónica Digital.

Santiago de Chile, 25 de julio 2006
Crónica Digital, 0, 143, 3’

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