Según ha señalado la mujer en el tribunal de familia de la ciudad de Nars, una barriada al norte de la capital egipcia, por las noches el adicto esposo navega por Internet con el objeto de comunicarse en línea con mujeres.
Este sería el primer caso de un internauta infiel que se conoce y, cuyo argumento, es utilizado por su cónyuge para solicitar el divorcio.
La desdichada mujer ha argumentado que la relación ya llegado a tal punto que su marido no se comunica con ella como el común de los mortales ya que si necesita decirle algo le envía un correo electrónico con su solicitud, señala la prensa local egipcia.
Respecto del sujeto, se sabe que es un informático y que esta casado hace cinco años con la mujer que hoy lo tiene demandado. Sin embargo, el infiel de la red de redes ha rechazado presentarse ante el tribunal para llegar a una conciliación familiar por lo que la demanda deberá ser enviada a los juzgados respectivos.
El Cairo, 14 de febrero de 2007.
Crónica Digital / Agencias
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Mié Feb 14 , 2007
El sistema cuya base es un muy buen negocio para cinco personas, incluyendo a los Navarrete, Navarro (Sonda), Zamorano y Marinakis, ha dejado en evidencia la ignorancia de un sistema de transporte que peca de autoritario, inculto y falto de participación ciudadana. La Ley 19.284 para la Integración Social de las Personas con Discapacidad, instrumento legal que presenté al Gobierno junto a otros dirigentes primero en 1988 (sin respuesta) y luego en 1990 a Patricio Aylwin y que fue aprobada después de cuatro años en el Congreso, dice claramente que cada nuevo medio de transporte debe considerar accesos especiales para personas con discapacidad, lo cual Transantiago derechamente no cumple. Un dato relevante se refiere a una encuesta realizada a 400 personas con discapacidad física y sensorial (visual y auditiva), que demostró que las personas con discapacidad realizan un promedio de 2,97 viajes diarios. Sin embargo las promesas del Transantiago en cuanto a accesibilidad para las personas con discapacidad, quedaron solo en eso: promesas. El día de la flamante puesta en marcha, no tuvimos que esperar mucho tiempo para constatar en terreno la enorme diferencia entre el discurso de un par de Ministros y la decepcionante realidad. Los buses que salieron a las calles luciendo nuevos colores en sus carrocerías, esos que le iban a cambiar la cara a Santiago, son los mismos buses amarillos, antiguos, sucios y grasientos a los cuales el Estado nos tiene acostumbrados. Solo se les ha cambiado la pintura externa. El Transantiago es una gran mentira. Se dijo que era un sistema de transporte accesible para las personas con discapacidad, lo cual en la práctica ha resultado penoso hasta las lágrimas. Hasta las lagrimas, porque seguimos viendo con impotencia llorar a varias madres de jóvenes en sillas de ruedas o no videntes que intentaban hacer parar los buses; estas latas humillantes, sucias, repletas y ruidosas que hoy ni siquiera llegan a destino. Para llegar de un lugar a otro de la capital chilena, ahora hay que subir y bajar de estos camellos (o zorrillos) al menos tres veces para cambiar de bus, sin considerar las combinaciones con un Metro, inaccesible para personas con discapacidad, me refiero a las líneas 1 y 2. Es decir, si no eres delgado y atleta, si no aguantas la humillación de que el bus no te pare, si no eres capaz de pasar la famosa tarjeta electrónica por el sensor en dos segundos y luego pasar la prueba del torniquete. Si no te aguantas el llanto de impotencia no sirves, eres un estorbo, un problema social. Hacemos un llamado para que los Ministerios y la Empresa Metro se eduquen en materia de discapacidad, que incorporen dentro de sus planes a las personas, a los ciudadanos, a las organizaciones no gubernamentales, a todos quienes pagamos nuestros impuestos para que los sistemas funcionen y no para que sean un fiasco. De lo contrario seguiremos prescenciando fracasos, uno tras otro. ¿Derechos humanos de las personas con discapacidad?. La verdad a nadie o a muy […]