El conocimiento, la tecnología, la información y el compartir en red está siendo ya tan importante como lo ha sido los recursos naturales, el capital humano y financiero. En otros términos, el que no esté conectado al mundo, estará fuera de toda posibilidad de integración e influencia en el medio.
Chile, aún cuando ha avanzado mucho en la integración al mundo globalizado, mejorando sus comunicaciones y conquistando mercados internacionales, está todavía muy lejos de lograr la integración masiva de sus empresarios privados, especialmente los pequeños agricultores. En efecto, en el año 2005, de 4 millones de hogares chilenos, el 52% de ellos tenía teléfono y el 14% disponía de un computador. En el sector rural, solo el 8% disponía de teléfono y el 2% computador.
Los esfuerzos estatales por incorporar a los agricultores más rezagados al mundo globalizado han sido cuantiosos y caros, y los resultados muy poco eficientes.
Superar esta brecha, de participación e ingreso de la gran mayoría de agricultores, que son de pequeño tamaño, deberían conjugar, a lo menos, dos esfuerzos simultáneos. Uno primero por parte del Estado, desarrollando mucho más la infraestructura de las telecomunicaciones, estableciendo normas legales de operación y educando y capacitando a los usuarios productores.
Y segundo, por parte de los pequeños agricultores, organizándose y capacitándose.
Organizándose no gremialmente y solo para ir a solicitar apoyo al Estado, sino organizándose en la base, a nivel de productores, haciéndose socios con los productores homogéneos vecinos, y así recibir apoyo técnico para lograr volumen y calidad de sus productos a vender y mejorar, en consecuencia, sus negocios. Y capacitándose principalmente a nivel interpredial, para manejar las cinco, ocho o doce pequeñas propiedades, según los socios que sean, como una sola empresa.
Estas sociedades de productores pequeños, deberían tener una estrategia de desarrollo diferente a lo que los Gobiernos últimos han venido promoviendo, cual ha sido la de transformarlos en exportadores, miembros de cluster, cadenas de valor, etc. Si lo logran, fantástico, pero la estrategia normal debería consistir en cumplir las siguientes etapas: 1. autoabastecerse y así evitar la venta de la tierra por deudas impagables; 2. vender los posibles excedentes en los mercados locales y 3. buscar mercados más rentables.
En síntesis, conjugar la globalización exportadora con la seguridad alimentaria.
Por: Hugo Ortega T. Director Escuela de Ingeniería en Agronegocios. Universidad Central de Chile. Colaborador permanente de Crónica Digital.
Santiago de Chile, 16 de noviembre 2006
Crónica Digital
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