En estos días, dar sentido ético resulta una tarea urgente en el arte de gobernar y, sobretodo, separar de sus filas a los sostenedores de la ideología de la corrupción.
Con la errática expulsión de Jorge Schaulsohn de las filas del PPD culmina un nuevo capítulo de la telenovela que envuelve al oficialismo. Sin embargo, a la luz de los hechos, los cimientos que sostienen el clientelismo y la corrupción al interior del gobierno y de los partidos de la Concertación se mantienen en el poder. Incólumes y silenciosos esperan que las aguas se tranquilicen para volver a operar en beneficio propio.
Las últimas denuncias de corrupción indican que el tráfico de influencia y la apropiación indebida de recursos fiscales es una práctica que nace desde el origen mismo del oficialismo. El gobierno de ex presidente Patricio Aylwin anota la fecha de nacimiento del uso ilegal de las platas fiscales para gobernar y subvencionar a los partidos del arco iris.
EL ORIGEN DE LA IDEOLOGÍA DENUNCIADA POR SCHAULSOHN
Fue una práctica necesaria dicen algunos- para hacer frente a una dictadura que dejaba el poder pero que manejaba todo desde las sombras. El acuerdo tácito buscó utilizar dinero fiscal para contrapesar el aparato pinochetista que estaba enquistado en la Administración del Estado. De este modo, se buscó profundizar la naciente democracia a través de actividades políticas financiadas con gastos reservados y, de paso armar una planta paralela de funcionarios leales que ayudaran a vencer las desconfianzas respecto de quienes ingresaron al sector público en dictadura.
Si para justificar su actuar, en una primera etapa, había que argumentar la defensa de la naciente democracia en Chile, lo lamentable es que esta política acordada por los dirigentes del conglomerado de gobierno se extendió por 16 años pero ya no respondía al objetivo superior de sus inicios sino que se tergiversó a tal punto que se trasformó en clientelismo y financiamiento de los aparatos políticos que respondían ya no a partidos de la Concertación sino a los caudillos de turno. Nacía de este modo la ideología de la corrupción. Concepto acuñado por el otrora dirigente y uno de los fundadores del PPD, Jorge Schaulsohn, quien no ha querido reconocer que en el oficialismo la corrupción tiene partido, nombre y apellido.
DE INSTRUMENTAL A IDEOLÓGICO
La profunda división que existe en el PPD indica que se debe a dos factores. El primero que tras 19 años de su fundación no ha sido capaz de constituirse como partido doctrinario y, hasta ahora, funcionan en la lógica de caudillos,. No existe ideología sino intereses. Muestra de ellos es lo que sucede con el cuestionado senador Guido Girardi, quien tiene a casi toda su familia y a un número importante de operadores trabajando en su circunscripción. En esta estructura no existe orgánica partidaria sino Girardista. Una verdad del tamaño de una Catedral y que el actuar senador no puede desmentir.
Pero en la tienda pepedé esta forma de hacer política ha tocado los límites de lo permitido. La cerrada y potente respuesta del florismo ante la expulsión de Schaulsohn tiene como objetivo ser una clara señal de desagravio a la permisiva actitud de la Comisión Política, encabezada por Sergio Bitar, por los casos de Chiledeportes, facturas falsas o, las denuncias por los PGE donde están a punto de ser sometidos a proceso varios dirigentes y los diputados PPD por la Quinta Región. Se argumenta que los que hablan son expulsados y los que ocultan son protegidos por la maquinaria partidaria.
Los disidentes han manifestado su intención de abandonar las filas. Javier Etcheverry ha sido el primero. Es más, Jorge Schaulsohn dijo este miércoles en televisión nacional, desde Estados Unidos, que el actual pedepé no representa los principios por los cuales fue fundado junto a Ricardo Lagos. De esta forma toma distancia y deja abierta la posibilidad de tomarse el partido e iniciar un proceso de refundación o, derechamente, comenzar a construir el ansiado partido del laguismo, el cual sentaría las bases de la nueva forma de hacer política desde el progresismo.
Para ello, los actores de la nueva mirada del progresismo deben distanciarse de los hechos de corrupción que hoy tiene complicado al conglomerado oficialista y, la figura del ex presidente Lagos, ayuda la consolidación de este proyecto político futuro. Necesitan hacer pagar el costo de la crisis a quienes hoy están siendo cuestionados: Chiledeportes, facturas falsas y los Programas de Generación de Empleo serán los caballos de batalla para superar esta crisis. No hay que olvidar que la política debe ser un principio superior y su credibilidad reinstalada aunque sea a costa de algunos caudillos y líderes locales.
Paralelamente, el gobierno debe iniciar una necesaria purga interna de los grupos o cofradías transversales que cimentan la ideología de la corrupción y que, pese a las denuncias, continúan hasta ahora en sus puestos. Sólo de este modo el costo político generado por las anteriores administraciones concertacionistas no tocará al gobierno de la Presidenta Michelle Bachelet.
LIBERALES Y LIBERTARIOS
Pero en el progresismo existen dos visiones respecto de cómo gobernar. Los liberales versus los libertarios. Para los primeros como Jorge Schaulsohn, José Miguel Insulza, Francisco Vidal y otros conspicuos miembros del Movimiento de Acción Popular Unitario (MAPU) que aún subsiste en la Concertación, su mirada se funda en la defensa de las bondades del modelo económico en libertad. Mientras que, los libertarios defienden el rol del Estado como garante de los derechos ciudadanos pero, al igual que los anteriores, manteniendo y perfeccionando el modelo de mercado como pilar del desarrollo nacional. La composición ideológica de los libertarios proviene del radicalismo, del socialismo renovado y del eurocomunismo representados, estos últimos, por los otroras dirigentes del Partido Democrático de Izquierda (PDI).
Para esta mirada política, no sería extraño que a este nuevo escenario se sumara otra fuerza liberal democrática encabezada por Sebastián Piñera y Andrés Allamand quienes, al igual que Jorge Schaulsohn y Fernando Flores, en estos días se encuentran de vacaciones navideñas en Estados Unidos.
La coexistencia en liberales y libertarios, que alcanzó su máxima expresión en la administración laguista, los llevó a comenzar a evaluar la necesidad de crear un referente nuevo que reproduzca las formas de hacer política como se hace en Europa o Estados Unidos. Para los liberales el modelo es el partido Demócrata. En cambio para los libertarios, éste debe ser similar a la socialdemocracia francesa, italiana o española, donde -de acuerdo a las variaciones del mercado- rotan ambas visiones en los gobiernos.
Las cartas ya están sobre la mesa y la crisis terminal del Partido Por la Democracia es una muestra de los acomodos políticos que vienen. ¿Será la refundación del PPD la mejor salida a adoptar o habrá que declararlo políticamente muerto?, ¿Existe suficiente respaldo político y económico para la construcción de un nuevo referente progresista y que con el tiempo se transforme en la etapa superior de una Concertación de Partidos por la Democracia destinada a morir?.
Por Roberto Portilla. El autor es periodista y Editor General de Crónica Digital
Santiago de Chile, 29 de diciembre de 2006.
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