De una u otra forma sectores cristianos progresistas expresan su rechazo a lo que representa hoy en el mundo la secretaria de Estado, Condoleezza Rice. No es cuestión de decir simplemente que ella representa a los halcones de la Casa Blanca o que va por el mundo señalando hojas de ruta que emergen de la casa Oval o el Pentágono bajo la supervisión directa del Presidente Goerge Bush y sus asesores expertos en apoyar o derribar gobiernos amigos o distantes del imperio. El tema es más profundo y tiene un fuerte contenido ético y moral ya que de por medio en este tipo de acciones encubiertas o no, hay personas, es decir, vidas humanas concretas que se deben respetar.
En primer lugar, hemos de observar lo que representa la ideología del sistema económico neoliberal propulsado con fuerza por Rice y su Gobierno, esta mirada nos pone al frente de un problema ético de fondo cual es la pobreza estructural que sufren millones de personas sólo en Latinoamérica y que bajo este sistema apoyado y sostenido por los intereses políticos y financieros de Washington simboliza una especie de muerte lenta -en palabras de Gustavo Gutiérrez- para mujeres, hombres y niños.
Una y otra vez las iglesias cristianas han levantado su voz para decir que la mala distribución del ingreso y la riqueza, la precariedad del capital social, los mercados sin control y las políticas económicas de ajustes impuestas por el Banco Mundial, Fondo Monetario Internacional y la Organización Mundial de Comercio, producen crisis sociales generalizadas en nuestras sociedades, empujando peligrosamente a una cultura que radicaliza la ambición por poseer, acumular y consumir sin control. Además de generar un ambiente social propicio para la inestabilidad familiar, destrucción del medio ambiente y múltiples formas de violencia. Sumado a esto, la creciente manipulación de las conciencias por medio de los medios de comunicación al servicio de la ideología neoliberal y la guerra que defienden y promueven, precisamente, Rice y Bush.
En otro aspecto, la administración Bush usa y abusa de los contenidos cristianos para justificar sus acciones que alteran la paz y convivencia a nivel planetario. Ante esto no se puede guardar silencio y, en conciencia, se debe levantar la voz sin temor y denunciar esta operación que tantos dividendos les otorgan a los custodios del imperio. Para un correcto discernimiento basta ir a lo que nos dice el Concilio Vaticano II sobre los condicionamientos de la paz: La paz ha de nacer de la mutua confianza de los pueblos y no debe ser impuesta a las naciones por el terror de las armas (Guadium et spes). A la luz de esta reflexión mucho nos pueden decir hoy los pueblos de Afganistán e Irak
Y ya que Condoleezza Rice está en tierra chilena, le recordamos que gracias a la Escuela de las Amèricas administrada por el ejército de Estados Unidos, algunos de sus graduados retornaron a sus países para cometer los más grandes crímenes de guerra del Continente en los tiempos de las dictaduras militares de triste memoria. Allí están los cientos de miles de torturados, asesinados y desaparecidos a manos del personal militar entrenado en esa perversa Escuela del terror. Y por estos días en que recordaremos el martirio de Monseñor Oscar Romero de El Salvador, no podemos dejar de pensar en el robo de niños a los prisioneros en Argentina, las crueldades sistemáticas y experimentales de las dictaduras en Brasil, el brutal crimen del padre Luis Espinal en Bolivia, como el de nuestro Miguel Woodward en Valparaíso y una larga lista martirial. Con tranquilidad de Espíritu preguntamos: ¿Han pedido perdón por estas barbaridades? No, más bien han seguido con este terror que es la tortura y la muerte. Y quién dude, infórmese y mire hacia Abu Ghraib o Guantánamo o, lo que ocurrió en las cárceles secretas de la CIA esparcidas por Europa después de la invasión al territorio iraquì.
Los cristianos, junto a toda persona de buena voluntad, están llamados a ser promotores de la vida y de la paz y, en este sentido, vemos que la presencia de la secretaria de Estado, Condoleezza Rice, representando al Gobierno de Bush, para vastos sectores no es bienvenida. Porque ella es vocera de una política exterior que en muchos aspectos es vista como una amenaza a la paz y la justicia. No se pueden justificar de ninguna manera acciones militares unilaterales e irresponsables repudiadas en todo el mundo y aún con fuerza y valentía en Estados Unidos mismos. Allí está, entre otros, el testimonio heroico de Cindy Sheehan oponiéndose a la guerra frente a la mismísima Casa Blanca.
Desde una óptica cristiana no es posible aplaudir a quién representa y defiende actos reñidos con una recta ética cristiana, es decir, con quién justifica la guerra y la opresión. Y ante hechos de esta naturaleza evidentes, es claro que Condoleezza Rice desde su cargo y actitud en clave evangélica es, quiérase o no, promotora de una cultura de la muerte y no entender ni asimilar que sólo la justicia trae la Paz!
Por: Jaime Escobar M. Editor de revista Reflexión y Liberación y miembro del Consejo Editorial de Crónica Digital.
Santiago 11 de marzo 2006
Crónica Digital
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