La muestra inaugural titulada La Celebración: fiesta, vida y música incluye obras que remiten al carácter festivo de la cultura popular, en donde la música juega un rol significativo, con motivos como la cueca, el circo, celebraciones familiares y niños jugando. Forman parte de ella 6 arpilleras, 5 obras en papel maché y 4 óleos.
Las piezas fueron cedidas en comodato por 8 años, en 2006, por la Fundación Violeta Parra a la Fundación Centro Cultural Palacio La Moneda. El proyecto museográfico incluye audio de grabaciones originales de música y conversaciones, registros audiovisuales de Violeta Parra en sus distintas facetas y gigantografías, que actúan como contexto e introducción al público en este aspecto desconocido de la autora de Gracias a la vida
Mesa redonda
El jueves 8 a las 17 horas, se realizará una mesa redonda, sobre la figura y obra de Violeta Parra. Esta contará con la participación del filósofo, dramaturgo e historiador del Arte, José Ricardo Morales (quien participa con un texto en el libro Violeta Parra: obra visual el músico Ángel Parra (hijo de Violeta Parra) y el filósofo y musicólogo Gastón Soublette. Modera Cecilia García Huidobro, vicepresidenta ejecutiva de la Corporación Patrimonio Cultural de Chile.
Violeta: rescatadora y artista múltiple
Nacida en San Carlos, Chillán, el 4 de octubre de 1917, Violeta es hija de un profesor de música y de una campesina cantora y costurera. Entre sus 9 hermanos se cuentan el poeta Nicanor Parra, el Tío Roberto Parra y el Tío Lalo (Eduardo Parra). Junto a éste y a su hermana Hilda, a los 9 años comienza a tocar por las calles, y a los 12 realiza sus primeras creaciones musicales. Más tarde, durante su formación como profesora en la Escuela Normal de Santiago, se dedica ampliamente a la composición de tonadas, boleros y corridos.
En 1937 se casa con el funcionario ferroviario Luis Cereceda. Fruto de este matrimonio son dos grandes músicos, Angel e Isabel, que realizarán un trabajo artístico en estrecha relación con su madre. En 1948 se separa definitivamente de Cereceda. Al año siguiente vuelve a casarse, y de esta nueva unión nacen sus hijas Carmen Luisa y Rosita Clara.
Tras un activo periplo por circos, bares, quintas de recreo, peñas y salas de barrio, en 1952, impulsada por su hermano Nicanor, se lanza a recorrer el país grabando y recopilando música folclórica en contacto con los cultores, muchos de ellos de avanzada edad. Viaja junto a sus dos hijos mayores con un magnetófono y una guitarra. Trabajan, además en circos y teatros. En su trabajo creativo, Violeta elabora una síntesis cultural, a partir de su experiencia en terreno, haciendo emerger la riqueza escondida en la tradición popular chilena, reivindicando el valor de la auténtica cultura popular, luchando contra los prejuicios y estereotipos.
En 1953, luego de un recital en la casa de Pablo Neruda, Violeta Parra da su salto a la fama, con un contrato de Radio Chile para una serie de programas. En 1954 obtiene el premio Caupolicán, otorgado a la mejor folclorista del año. Sus primeros LP los graba en Francia, donde reside durante dos años, luego de ser invitada a Polonia, recorriendo Europa y la Unión Soviética.
A su extraordinaria labor en el rescate de la canción popular, la composición musical y la poesía, que marcan un antes y un después para la proyección del folclor en Chile, Violeta Parra, suma, desde 1958 una notable carrera como artista visual.
En 1961 se traslada a vivir a la localidad de General Picó, en la pampa argentina, donde pinta, borda y realiza exposiciones, actividad que continúa posteriormente en Buenos Aires. Al año siguiente, emprende su segundo viaje a Europa, junto a sus hijos y su nieta, en un barco que sale desde Buenos Aires con destino a Hamburgo. En el Festival Mundial de la Juventud de Finlandia, además de tocar en familia, Violeta expone por primera vez su obra plástica en Europa.
Se instala pronto en el Barrio Latino de París donde comienza a preparar y gestar su proyecto de una exposición en un gran museo de Francia. Se empareja con el artista suizo Gilbert Favre, residiendo entre Ginebra y París. En 1964 se convierte en la primera artista latinoamericana que expone individualmente en el Museo del Louvre. Sus pinturas, tapices, pequeñas esculturas en alambre y sus máscaras cubiertas con granos de arroz, lentejas y semillas, tipo mosaico, llenan el Pavillon de Marsan. La muestra se anuncia en un afiche que ella misma confecciona, bordando un gran ojo y las letras.
En 1965 regresa a Chile dejando sus obras en su taller de Ginebra. Al año siguiente, Gilbert trae las arpilleras a Santiago. Estas se exhiben, además de cartones y máscaras, junto a su precaria vivienda, en la legendaria carpa de La Reina, donde Violeta y sus invitados cantan para el público, y donde ésta se quita la vida en febrero de 1967.
En 1968, las arpilleras se exponen en la Casa Central de la Universidad Católica de Chile, donde se organiza el primer homenaje a Violeta Parra tras su muerte. En 1972 se presentan en la Casa de las Américas, en La Habana, Cuba, donde quedan en custodia tras el golpe militar de 1973 y la salida al exilio de la familia Parra. Varias pinturas, máscaras y trabajos en alambre, que habían quedado en Ginebra, más tarde son trasladadas a la casa de Isabel en París y regresan a Chile cuando ella vuelve a residir en Santiago a fines de los 80. En 1997 se realiza una segunda exposición de la obra visual de Violeta en el Museo de Artes Decorativas del Louvre, en París, con las obras pertenecientes a la Fundación Violeta Parra, formada, en 1992, por sus hijos Angel e Isabel para preservar y difundir el legado de su madre.
Santiago de Chile, 5 de noviembre 2007
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