Tras mencionar «comportamientos que no son nobles», la jerarquía eclesiástica dijo en su mensaje navideño que, al mismo tiempo, «una inmensa mayoría de chilenos ha vivido con serenidad los acontecimientos más remotos y recientes de este año».
Apreciamos la cordura, sensatez, apertura al diálogo y grandeza de muchas autoridades, dirigentes, instituciones civiles y militares, y ciudadanos de todos los sectores, que sólo anhelan un país mejor para las nuevas generaciones, subrayó.
Insistió en que «ante las situaciones de hoy y también ante los dolores de ayer», los chilenos deben descubrir «el don del amor, de la reconciliación y de la paz: una luz de esperanza para los tiempos que vienen».
«Pensemos -dijo- en la situación de nuestros hermanos más pobres y desamparados. Hace dos décadas, cuando nos visitó el Papa Juan Pablo II, los más vulnerables de Chile no podían esperar y, sin embargo, hoy nos duele que nos sigan interpelando».
Un país que crece económicamente pero disminuye en felicidad, es un país que no sabe dónde están las fuentes de su alegría, o que no encamina sus pasos hacia ellas, alerta la Conferencia Episcopal de Chile.
Santiago de Chile, 22 de diciembre 2006
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