El CMI no es una iglesia universal, ni un concilio ni la Una Sancta de la que hablan las antiguas confesiones de fe. Es, como lo indica su base doctrinal; una asociación fraternal de iglesias que creen en nuestro Señor Jesucristo como Dios y Salvador según las Escrituras y se esfuerzan por responder conjuntamente a su vocación común para gloria de sólo Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo.
En Porto Alegre están participando desde el 14 de este mes unas 3.000 personas, de las cuales 1.200 son delegados de las iglesias y las otras 1.800 asisten en calidad de miembros de organismos ecuménicos, grupos de estudiantes y periodistas. Las asambleas plenarias constituyen el lugar central de la Asamblea que estudiará temas como la justicia económica, la unidad cristiana y el futuro del ecumenismo, la juventud, impacto del neoliberalismo, la violencia, etc. Buena acogida han tenido las conversaciones ecuménicas con temáticas tan actuales como dignas de diálogo como el cambiante panorama religioso, cultural, ecuménico, político y social, el desafío del racismo, el sida, la guerra y el terrorismo, la tecnología informática y la bioética, etc.
Para Latinoamérica esta Asamblea tiene una particular trascendencia ya que por muchos años el Consejo Mundial de Iglesias fue un claro signo de apoyo, solidaridad y compromiso con las luchas del pueblo del continente contra las dictaduras militares y, ahora, una voz clara y profética para denunciar, desde el Evangelio, las nefastas consecuencias sociales y sobre la persona humana que conlleva la aplicación de modelos económicos neoliberales, el pago de la inmoral deuda externa y las alteraciones económico sociales que producen los tratados de libre comercio, junto a las imposiciones financiera-ideológicas del Fondo Monetario Internacional, del Banco Mundial y de la Organización Mundial de Comercio que reproducen la pobreza y la explotación de millones de hombres, mujeres y niños.
Para el día 23 en el Aula Magna de la Universidad Católica de Porto Alegre a cargo de los Jesuitas- se espera la declaración final de esta importante Asamblea del mundo evangélico y, que junto a la oración y la praxis de experiencias misioneras, entregarán a la opinión publica una luz de esperanza a una humanidad azotada por la desigualdad social y el hambre, la intolerancia religiosa y la violencia y los afanes imperialistas que generan guerra y dolor al ser humano que es imagen y semejanza de Dios mismo!
Por: Jaime Escobar M. Editor de revista Reflexión y Liberación y miembro del Consejo Editorial de Crónica Digital.
Santiago de Chile, 21 de febrero 2006
Crónica Digital
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