El análisis debe partir de los enormes cambios que han tenido lugar en la economía internacional, donde sobresalen los enormes avances científico técnicos acaecidos, que han favorecido de manera especial tanto el desarrollo del transporte y las comunicaciones, el auge de las empresas transnacionales, devenidas los agentes económicos más dinámicos, portadores de los grandes cambios.
Ello ha promovido el establecimiento de redes comerciales y productivas internacionales, que a su vez promueven de manera importante los procesos integracionistas.
La desaparición de la confrontación este-oeste, después del derrumbe del campo socialista, condicionó una mayor focalización en las cuestiones económicas por parte de los esquemas existentes.
Por su parte, el recrudecimiento de la lucha por la hegemonía mundial y el interés de preservar y ampliar las zonas de influencia, hacen más evidente el desarrollo de una mayor competencia entre los tres grandes centros de poder mundial.
El incremento de la inseguridad internacional como resultado de la explosión de los flujos financieros y el aumento de su volatilidad, así como las propias tendencias de la globalización y de la transnacionalización, condicionan la necesidad de una mayor adaptación a los cambios mundiales.
Esto es válido tanto para los países más fuertes como para los más débiles, aunque obviamente en medidas diferentes, pero en todos los casos se trata de utilizar la integración de modo de enfrentar conjuntamente los retos que imponen los enormes cambios que se han estado produciendo y que han conducido a modificaciones importantes en las reglas de competitividad, liberalización y apertura de las economías nacionales.
A ello se agrega la mayor significación que han adquirido problemas globales de suma importancia, así como el notable incremento que ha tenido lugar en los requerimientos de Investigación-Desarrollo.
Todo ello demanda de acciones conjuntas entre varios países, lo que potencia de manera particular las necesidades de la integración económica y la diversificación de sus acciones más allá del plano estrictamente comercial.
Es en este contexto que se producen cambios importantes en las propias tendencias del fenómeno integracionista, por lo que se requiere una visión mucho más multi y transdisciplinaria de la integración, de modo de garantizar una comprensión más exacta de los acontecimientos. En este sentido, sobresalen por su importancia las siguientes:
* Junto con la clásica integración económica, establecida mediante acuerdo explícito entre las partes, conocida también como integración formal o de «jure», se han desarrollado procesos donde no existe acuerdo que oficialice los fuertes vínculos económicos que de forma creciente se han fomentado entre los participantes, (integración silenciosa, real o «de facto»), como es el caso de Japón, China y los principales países del sudeste asiático.
* Se evidencia una relativa reducción del papel del estado en la consecución de estos procesos, aunque obviamente la voluntad política y la aplicación de determinadas medidas oficiales de apoyo continúa teniendo particular importancia, como forma de estimular a los agentes microeconómicos, que resultan los más dinámicos y los que en la práctica materializan el fenómeno integrador.
* La integración económica ya no se concibe sólo como un fenómeno de carácter exclusivamente comercial. Así, se han comenzado a aplicar con un peso significativo nuevos mecanismos como la cooperación intrasectorial, los que tienden a su vez a hacer desaparecer las diferencias que históricamente han estado bien delimitadas entre los instrumentos de integración y de colaboración. De manera creciente se consideran asimismo vínculos extraeconómicos que cada vez cobran más importancia relativa como significativos elementos aglutinadores.
* Se han desarrollado numerosos acuerdos subregionales específicos que cuentan con la participación de regiones cercanas o fronterizas de diferentes países miembros de un bloque, con el propósito de establecer las llamadas «zonas o triángulos de crecimiento» para potenciar la cooperación y la complementación y que han sido particularmente utilizados en los últimos tiempos por diferentes procesos integracionistas.
* Cada vez más los países tienden a participar en varios esquemas a un mismo tiempo lo que puede interpretarse como una forma de contar con diferentes alternativas para enfrentar los retos de la economía mundial y una respuesta ante la ausencia de resultados alentadores en muchos de los mecanismos existentes.
* Los nuevos enfoques consideran asimismo la necesidad de aplicar los diferentes instrumentos y mecanismos integracionistas sobre la base de criterios más flexibles que eviten incumplimientos o provoquen desajustes que atenten contra la credibilidad de los diferentes esquemas. En ocasiones este elemento puede resultar contraproducente en tanto es posible que dilate indefinidamente la aplicación de medidas importantes, por lo que se requiere equilibrar inteligentemente ambas posturas.
* En la instrumentación de los bloques no necesariamente se tienen en cuenta las concepciones tradicionales de región geográfica que presuponen una continuidad territorial, sociológica y cultural, en tanto se priorizan otros criterios de carácter económico o político considerados más acertados. Un ejemplo de ello puede encontrarse en la constitución en 1989 del Foro de Cooperación Económica de Asia (APEC) que incluye a 21 países con riberas en este océano con grandes diferencias de culturas, idiomas y situación económica.
* La Regionalización está liderada por los países más desarrollados que participan en los bloques de mayor éxito a nivel mundial, en función de las potencialidades de sus economías. Dentro de estos esquemas normalmente sobresale una potencia hegemónica que traza las pautas del desarrollo del proceso en función de sus intereses, por ejemplo, Alemania, en la Unión Europea, o Estados Unidos, en el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN).
* Otra cuestión particularmente interesante se refiere a la existencia de bloques integracionistas donde participan países con diferentes niveles de desarrollo, como es el caso de México en el TLCAN e incluso con distintos sistemas socioeconómicos, por ejemplo, los fuertes vínculos que han establecido China y Vietnam con los países del sudeste asiático, cuando históricamente se concebía la homogeneidad en estos aspectos como un requisito imprescindible para la viabilidad de cualquier esquema. La flexibilización de los mecanismos integracionistas ha favorecido esta tendencia, puesto que permite mayores márgenes de maniobra, impidiendo que la heterogeneidad en sí misma constituya necesariamente un freno para el avance del proceso en cuestión.
Ahora bien, deben tenerse muy en cuenta los costos que tienen que asumir los países más atrasados dentro de un determinado bloque, cuando, por otra parte se reconoce la tendencia a la polarización de los beneficios que lleva implícito el propio proceso. Pero sí se requiere de puntos de contacto importantes entre los mecanismos económicos de los países participantes en un proceso de tales características.
Este resurgimiento de la integración económica, conocida como «nuevo regionalismo», parece presentar como tendencia signos de permanencia y durabilidad. Se destaca al respecto la activa participación de prácticamente todos las naciones a nivel mundial, mientras que se entiende ésta como una perentoria necesidad para enfrentar de manera conjunta los enormes retos de la economía internacional actual. Constituye, no obstante, un imperativo tener en cuenta las ventajas y limitaciones de cada caso particular y muy en especial, las particularidades propias de cada uno de los países participantes.
Por: Hilda Elena Puerta. Especialista del Centro de Investigaciones de la Economía Internacional de la Universidad de La Habana.
La Habana, 24 de julio 2006
Prensa Latina , 0, 98, 12