Ni el empresario Sebastián Piñera, que buscaba el centro político, ni la favorita médico socialista Michelle Bachelet, han logrado sus objetivos y ahora parecen resignados al papel que les impone la correlación de fuerza.
Luego de una fuerte ofensiva para ganarse al sector mas conservador de la Democracia Cristiana (DC), principal partido del gobierno, Piñera ha tenido que recular para asegurar el voto de lo más ultra de la derecha opositora, sin cuyo respaldo no podría gobernar.
Su cultivada imagen de capitalista pragmático y liberal, que en un principio logró levantar la expectativa de una derecha más moderna, no ha tenido el éxito esperado y ha debido asumir su pesada carga del pasado pinochestista para tener alguna posibilidad de éxito.
Su canto de sirena hacia una democracia cristiana disminuida por sus luchas internas por el liderazgo, apenas tuvo eco en un puñado de militantes o ex militantes que en el pasado tuvieron algún peso en el partido, pero hoy carecen de influencia o representatividad.
Ante ello y muy a su pesar, tuvo que entregar la jefatura de su campaña a su más encarnizado rival en los pasados comicios, el ex alcalde de Santiago Joaquín Lavín, en un esfuerzo por asegurar el nada despreciable 23,22 por ciento de éste en la primera vuelta.
El sector que ellos representan -militantes muy ultras y en menor medida mujeres y segmentos cristianos muy pobres- no votarían por el millonario empresario si no son empujados por la maquinaria de la UDI y sus mentores políticos.
Venida de más a menos, Bachelet pretendió guardar distancia del gobierno de su mentor Ricardo Lagos y mostrarse «mas afectiva», en un esfuerzo por romper el estigma negativo que arrastran los políticos tradicionales, muy mal evaluados por chilenos.
En ese período todas las encuestas le daban un triunfo relativamente fácil en la primera vuelta electoral, con promedios superiores siempre a 50 por ciento de los votos. Pero la irrupción de Piñera en el escenario político puso nervioso al oficialismo.
Los partidos de la coalición de gobierno aplastaron todo vestigio de independencia y llamaron a Bachelet a recapitular, en el entendido de su que su candidatura debía tratar de capitalizar los presuntos logros del gobierno de Ricardo Lagos.
El error de cálculo, a juzgar por la opinión de especialistas, es que dentro de cerca de 70 ciento de reconocimiento al primer mandatario en las encuestas, una parte considerable proviene de la derecha opositora, que no votarían por Bachelet en segunda vuelta.
La ex ministra de Defensa superó a Piñera por un millón 416 mil 068 votos. Los sufragios del millonario empresario, más los de Lavín, suman 836 votos más de los que obtuvo el ex alcalde de Santiago en la primera vuelta contra Lagos en 1999.
Por eso, el candidato de la Alianza necesita de una disciplina férrea de quienes votaron por Lavín, más de un millón y medio de personas más, para superar a Bachelet.
Pero aun así no ganaría. Requiere neutralizar además la porción de sufragios que están en la izquierda extraparlamentaria, y aunque Tomás Hirsch llamó a votar nulo, es muy poco probable que la izquierda permita un gobierno de la derecha donde participe la UDI.
«En este punto de la elección habrá un enfrentamiento más ideológico, en el que Piñera perderá un poco la transversalidad que había ganado, justamente porque no puede deshacerse de la derecha pinochetista», afirmó el especialista Medardo Aguirre.
Según el director del Centro de Estudios de la Universidad de Talca, «los chilenos tenemos una tendencia política de centro y hay votantes del izquierdista Juntos Podemos Más que jamás se votarían por Piñera».
Por Angel Pino R. El autor es corresponsal de Prensa Latina en Chile
Santiago de Chile, 19 de diciembre 2005
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