Los efectos de la radiactividad superaron todas las previsiones y la verdadera magnitud de los daños son todavía imprecisos.
Miles de personas de Ucrania, Rusia y Belarus, las repúblicas ex soviéticas más afectadas, murieron desde entonces y millones se contaminaron por la lluvia de isótopos radioactivos.
Sin embargo, las secuelas de la catástrofe perdurarán durante varias generaciones.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), el cáncer de tiroides en Belarus es 285 veces más frecuente que antes de aquel trágico incidente.
Debido al debilitamiento del sistema inmunológico, las enfermedades de todo tipo son un 30 por ciento superiores a lo normal.
En la región de Gomel los tumores tiroideos entre la población infantil se multiplicaron por 100, y crece el número de casos.
Asimismo, el organismo internacional estima que quiénes trabajaron en operaciones de descontaminación o los residentes de zonas aledañas pudieron absorber una cantidad de radiación capaz de provocar cáncer.
Las leucemias, cuyo período de latencia es más largo, empiezan a aparecer, los errores cromosomáticos, precursores de enfermedades malignas, han sido detectados, igual que otras patologías del sistema endocrino, nervioso, digestivo y cardiovascular, así como las cataratas.
ATENCION ESPECIAL EN CUBA
Muy lejos del lugar del desastre, en un paradisíaco paraje de una pequeña isla del Caribe, cientos de miles de personas afectadas por la tragedia han sido y son aún atendidos de manera especial.
Tarará, una hermosa playa ubicada a 20 kilómetros de La Habana alberga en sus bellos chalets, antes propiedad de la alta burguesía cubana, a niños y adolescentes quiénes reciben gratuitamente operaciones, trasplantes de médula y prolongados tratamientos.
En marzo de 1990 llegaron a la nación caribeña los primeros pacientes mediante un programa humanitario diseñado al respecto.
Hasta la fecha, más de 20 mil ciudadanos fueron consultadas en las instalaciones habilitadas para ello, así como en otros centros médicos de la capital del país que mayor asistencia médica ha brindado a la población procedente de las áreas aledañas al desastre.
En promedio pasan en la nación caribeña tres meses, aunque algunos necesitan más tiempo, en especial los que padecen leucemias.
Mar, sol, un clima especial libre de contaminación, ayuda psicológica, actividades culturales, deportivas y recreativas, conforman además el esquema integral de salud de esos jóvenes, muchos de los cuáles no pensaban nacer cuando el accidente.
Por: Vivian Collazo
La Habana, 27 de abril 2006
Prensa Latina , 0, 114, 7